99 Adjetivos para describir cenas

estaban atareados en la cocina, cuidando de cazuelas y cacerolas, lo que demostraba tambien que el beneficiado por temor ó respeto á la Inquisicion, se habia propuesto obsequiar con una excelente cena de navidad al señor ministro de la Suprema, Molina de Medrano.

La cena fué abundante y sana.

Y la cena acabada, como el diablo ya habia metido en el corazon de Judas de Simon Iscariote, para que le entregase: 3 sabiendo Jesus que el Padre le habia dado todas las cosas en las manos, y que habia salido de Dios, y á Dios iba: 4 levántase de la cena, y se quita su ropa, y tomando una toalla, se ciñó.

Debo exceptuar lo relativo á los alimentos, en que se conservan los antiguos hábitos de repetir las comidas, teniendo una frailesca á medio día, asi como la suculenta cena á las nueve de la noche.

En el fondo estaba contento; contento con bienestar de burgués que ha vencido su neurastenia y que, bien abrigado, camina, tras suntuosa cena, en busca del mullido lecho.

Nada ocurrió en la cena digno de contarse.

Cuando dieron las once de la noche, encontrábase ya dispuesta la cena más exquisita y delicada, preparada por los cuidados de la señora Bonnivet.

fué recibido por él cuando estaba terminando, con una ostentación virtuosa, su cena frugal, en presencia de varios admiradores, todos femeninos.

Para la pobre cena aderezado Brilla

La cena fué espléndida y muy bien servida.

» Y en santa paz vivía, siendo gran amigo de Aresti, y tomando á broma las doctrinas revolucionarias que el doctor, por aburrimiento, exponía á los ricos de Gallarta después de sus famosas cenas.

Sin embargo, me es preciso anticipar a Vd. esto, señor capitán, para que disimule mi escasez, que, con todo, no será tanta que no pueda yo ofrecer a Vd. una buena lumbre, una blanda cama y una cena hoy muy apetitosa gracias a la fiesta.

Fui a ver a Jorge Federly en la embajada, comimos juntos en Durand y después nos fuimos a la Opera; tras una ligera cena nos presentamos en casa de Beltrán, poeta de alguna reputación y corresponsal de La Crítica, de Londres.

Así llegó el invierno de 1872 y aquella triste cena de Noche Buena, en que se habló de la próxima venida de Tirso y en que, después de irse Millán, ya acostado el pobre viejo, trataron los hijos y la madre de lo que convenía hacer, sin llegar a resolver nada, porque la común abnegación no producía una miserable moneda de cobre.

Hasta entonces, la excitación producida por el espectáculo revolucionario y la magnífica cena de la madrugada anterior, le habían sostenido, no dejándole sentir necesidad alguna; pero a tal hora comenzó a experimentar desfallecimiento y deseó verse en su casa, en su lujoso comedor, y ante una mesa bien servida.

XIII El doctor Montifiori era un católico recomendable, desde todos puntos de vista; miembro de dos o tres hermandades religiosas, él sabía conciliar, como nadie, la misa de la una del día con la cena alegre de la una de la noche, la hostia sacrosanta del altar con los mariscos perfumados del Café de París.

Don Álvaro propuso que las cenas mensuales se suspendiesen hasta el Otoño y suplicó que se guardase el más profundo secreto.

La cena fué agradable y ligera: una sopa á las hierbas, dos perdices á la inglesa, unos langostinos; y de postre, tocino de cielo, mermelada de naranja y dorados plátanos.

Los pastores, así como le habían dado techo amigo donde abrigarse de la lluvia y pasar la noche, le ofrecieron también su rústica cena.

Y sucedió lo que yo estaba temiendo rato hacía, por lo que había ido observando alrededor de la lumbre y en los trajines de la repolluda cocinera; que la cena dispuesta en honor mío era para servir de espanto más que de tentación y de consuelo a un comensal de mis tragaderas, hecho y avezado a las sabrosas parvidades de la cocina mundana.

En los magníficos jardines de esta casa se conserva todavía un árbol llamado el Mirto de Alcázar, á cuya sombra es fama que se sentó á componer muchas de sus poesías el festivo autor de La cena jocosa.

¿Quién compra pesares, quebraderos de cabeza, quitasueños, rejalgares, malas comidas y peores cenas?

En esa casa hay una sala ricamente entapizada y con una cena ricamente servida; la vajilla es de plata; los manjares apetitosos; pero cuando mandéis recoger la vajilla y los tapices y los cuadros, advertid que nadie por golosina coma de aquellos manjares.

Podríais vos mismo llevar vuestra pequeña cena a cocer, porque es razonable tener algún trozo de algo caliente el domingo.

¡En la comida, en la cena familiar, poned atención cómo el buen abuelo canta su couplet, de Beranger todavía!, y todos contestan con el «refrán».

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