Guióme entonces el cura a un pequeño comedor, en el que también ardía un agradable fuego, y allí nos acompañó al preceptor y a mí mientras que tomábamos una merienda frugal, pues no quise privarme del placer de hacer los honores a la tradicional cena de Navidad.

El falsete de los interlocutores producía en este vasto comedor un efecto extraño y severo, como el murmullo de los fieles en una iglesia.

Todo Vetusta en aquel momento estaba gozando entre ruido, luz, música, alegría; y ella sola, sola, allí en aquel comedor obscuro, triste, frío, lleno de recuerdos odiosos o necios, huyendo la ocasión de dar pábulo a una pasión que halagaría a la mujer más presuntuosa.

Cuando se presentaba en el espacioso comedor, a la hora de la cena, que es la hora de las expansiones, los hijos se ponían de pie; las mujeres, acoquinadas y silenciosas; el varón, nervioso y temblando, y eso que gastaba barbas; el padre hablaba cuando lo tenía por conveniente, y los hijos escuchaban y callaban; no había discusión de temas, ni intercambio de ideas; a una pregunta, una respuesta y otra vez el silencio.

Luego sintió nostalgia y cierta cortedad al verse arriba, en el comedor, sentada á una mesa enorme, teniendo enfrente á su nieta, y más allá á un criado ceremonioso que tampoco le era simpático.

El magnífico comedor de la Naturaleza, comedor privilegiado: el tiburón.

Hay un elegante y espacioso comedor, sala de armas, gabinete de toilette, cuartos de baño y dos o tres habitaciones para dormir.

Osorio se apresuró a ofrecer el brazo a la baronesa de Rag y rompió la marcha hacia el comedor seguido de todos los convidados.

Al entablarla de nuevo, las palabras resonaban lúgubremente en el lujoso comedor.

El aposento en el cual entraron era un comedor sencillamente amueblado, aunque con el gusto y limpieza que denotan un cuidado asiduo, y en la mesa había tres cubiertos.

Hablando y paseándose por el estudio y por el jardín, los dos hombres llegaron al medio día y se sentaron melancólicamente en el hermoso comedor.

Era la primera, a más de comedor y sala, alcoba de los Centenos mayores.

Al poco rato volvió al comedor asustada, con las manos en la cabeza y riendo á todo reir.

Algunos amigos de la casa asistieron, las criadas estaban de gala, el comedor muy alumbrado.

Para quien haya leído las páginas autobiográficas del famoso comedor de opio, no serán sino de un valor concentrativo incomparable las siguientes palabras del psicólogo-poeta: «Escribe ciertamente por el placer de escribir, y también para desembarazarse de todas las telarañas que obscurecen su cerebro.

El admirable comedor, adornado con una gran chimenea de piedra, en cuyo retablo se ostenta un fresco de Gainsborough, puede contener cuarenta convidados.

En alegre charla se dirigieron todos hacia la escalinata y entraron en el suntuoso comedor, situado en la planta baja del edificio.

En el amplio comedor se habían colocado dos mesas a las cuales se sentaron más de cincuenta invitados.

En la cual había muchos gabinetes con un solo salón; y precisamente necesitaba ella, por razón de aire y de holgura, tan indispensables para su salud, muchos salones y pocos gabinetes, comedor amplísimo y vestíbulos desahogados.

¡El tonto de Platero! Puesta en el cristal su cabezota blanca, agigantada por la sombra, los cristales y el miedo, contemplaba, quieto y triste, el dulce comedor encendido.

¿Quién podrá repetir la algarabía de aquel comedor virgiñesco?

El había traído muchas parejas á este discreto jardín, con sus cerrados comedores sobre el golfo.

¡El tonto de Platero! Puesta en el cristal su cabezota blanca, agigantada por la sombra, los cristales y el miedo, contemplaba, quieto y triste, el dulce comedor encendido.

Con éste cambió breves palabras el francés, intranquilo hasta no cerciorarse de que nada faltaba en la capilla; disparó después algunas chirigotas á la doncella que subía cargada de ropa; fué luego á echar un vistazo al comedor chico, y desde el sintió que un coche entraba en el portal.

Tan pronto se le escapaban, como le volvían al pensamiento, trayendo otras ideas nuevecitas, que parecían nacer en el caldeado ambiente del inmenso comedor.