173 Adjetivos para describir pareja

Y una enamorada pareja, colgó junto á nosotras su redondo nido de aristas y de plumas.

Pero estoy seguro de que Clementina tomaría sus precauciones, que se impondría á la joven pareja ... ¿qué digo? que la secuestraría y exigiría al marido que jurase vivir con ella ...

Si se les da el más pequeño indicio, descubrirán también la verdad respecto de todos nosotrosañadió con intención,y es por demás alarmar a la feliz pareja.

En cierto momento todo el mundo decía: «¡Qué hermosa pareja harían él y la señorita Nancy!», y si ella llegara a ser la señora de la Casa Roja, iba a haber un buen cambio, porque los Lammeter estaban criados de modo que no podían soportar que se malgastara una pizca de sal.

Era la voz oratoria de su amigo, en torno de la cual parecían enroscarse como suaves lianas las dos voces prudentes y tímidas de la pareja amorosa.

A Madrid vino cuando aquella gentil pareja, Don Horacio y Doña Malvina, puso su establecimiento evangélico en Chamberí.

Los coloquios de amor y las parejas dichosas y apasionadas se oían y se veían a cada momento.

¿Cómo iban a ser todos los humanos descendientes de una pareja única?...

Los últimos giros de las graciosas parejas se extinguieron en los costados del salón, como los últimos círculos del agua agitada mueren en las paredes del estanque; se deshicieron aquellos abrazos convencionales que no ruborizan á las doncellas, y al fin tuvo la condescendencia de callarse el piano homicida que dirigía con su martillante música el baile.

Pasaban misteriosas parejas por detrás de los macizos de árboles, unidas por dulce intimidad, con paso recatado, cuchicheando levemente y buscando un lugar a propósito para aislarse de otros a quienes la cita nocturna llevaba también allí.

Las mozas formaban elegantes parejas con Vejarruco y Lombrijón; los guitarristas se divertían por su cuenta en otro extremo de la taberna, roncaba como una bestia enferma el gran Poenco y la ocasión era propicia para .

Me voy a remozar contemplando a la gentil pareja, unida por el amor.

Aquel noviazgo formó una pareja perfecta: ella de regular estatura, cabello negro y ondeado, ojos soñadores, un poco fruncidos, como los del árabe que explora el desierto; las curvas abultadas, breve la cintura, las manos y los pies aniñados; él, alto, vigoroso, alegre, con el ilusionado corazón siempre propicio a enamorarse de todo lo noble y digno de aplauso.

En lo claroobscuro de la tienda, las parejas que se agitan, estrechamente enlazadas, pasan frente a ellos; parecen sombras.

Lentamente acercose la extraña pareja al diván, y con cuidado exquisito depositó Guillermo su carga en él.

Hacían una pareja encantadora.

Formarían una pareja interesante.

El indiferente que les veía y les escuchaba no podía menos de alabar á Dios ante una pareja tan bien dispuesta para los goces y los trabajos humanos, ante aquel admirable tronco que arrastraba sin esfuerzo alguno, relinchando de gusto, el carro de la vida.

Aunque la luna, en cuarto creciente, dibujaba ya sobre el cielo verdoso una fina segur, todavía la claridad del crepúsculo permitía registrar bien el paisaje; pero al ir entrando bajo la tenebrosa bóveda formada por el ramaje de los castaños, se encontró la pareja envuelta en la oscuridad, y en no qué de pavoroso y sagrado, y fresco y solemne, como el ambiente de una iglesia.

Los hijos del amor eran siempre los más hermosos: tenían algo de extraordinario, que rara vez se encontraba en los retoños engendrados por las parejas legales, que procrean por deber y por instinto, durante las noches blancas, de placer triste y monótono, en las que los besos tienen el sabor suculento y vulgar de la olla casera.

¡Dios mío, qué pareja tan linda!

Ella en los delirios de su fe extravagante, y yo en la triste soledad de mis dudas, no formamos, no podemos formar una pareja honrada y feliz.

Además, la vista de su familia parecía traerle algo de los esplendores de la fiesta, el perfume de las mujeres, los ecos de la orquesta, el voluptuoso desmayo de las amarteladas parejas, el ambiente del salón, caldeado por mil luces, y el apasionamiento de los diálogos.

En cumplimiento de este precepto divino, incuestionable es, que la América como los demás continentes terrestres, fuera habitada desde la Creación del Mundo; supuesto, que nos permite retroceder, nuevamente, á la cuestión de la autoctonía de los primitivos habitantes del Continente americano, que, según opinión de algunos poliphiletes, es indudable que descendieron de una pareja distinta de la de Adán y Eva.

Verdad es que Ángel sabía mantenerla en tan buena conformidad pintándola a menudo, y para lo porvenir, hasta panoramas enteros, que no por desenvolverse en el prosaico mundo «de cal y canto», dejaban de ser llamativos para la venturosa pareja que había de habitar en ellos.

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