En este elevadísimo estado de alma se hallaba nuestro amigo Pepe Castro ahumando una que figuraba la pata de un caballo, cuando le sacó de su éxtasis la voz de Rafael Alcántara que desde lejos le gritó: ¿Conque es verdad que has vendido la jaca, Pepe? Hace ya unos días.

En la misma puerta uno o dos horteras vestidos ridículamente de frac, con chistera abollada, las manos sucias y la cara tiznada, gritaban desaforadamente ponderando el género y dándolo a probar a todo el que pasaba.

Las de abajo gritaban también y se cogían con fuerza al brazo de los caballeros.

,y los chicos que vienen por curiosidad, ya que no entran en la vendimia, gritan alegremente como papagayos salvajes.

Pero, repentinamente, al triste concierto se unió un murmullo creciente parecido al de una multitud lejana que sollozaba, gemía y gritaba desesperadamente.

Al entrar en el café oyó la voz de Gabino Maza que gritaba como siempre allá arriba.

[106] 015:034 A la novena hora Jesús gritó fuertemente, «Eloi, Eloi, ¿lama sabachthani?» que significa, «Dios mio, Dios mio, ¿Por qué me has abandonado?

Poco después de dar las once en el reloj de la iglesia sonó á lo lejos el grito del mochuelo.

Comprendía que era una ilusión; pero el terror era más grande que mis facultades de análisis, y me agarraba a las piedras hasta hacerme sangre en las manos, y gritaba frenéticamente como un loco.

¡Afloje usted las riendasle gritaban desde atrás, y deje al caballo que siga la calzada! Es decirpensaba, aterrado, don Simón, que este animal sigue a tientas y por instinto cierta calzada que está cubierta por el agua.

La última vez cerca del suplicio... allí me miró haciendo un gesto espantoso, y con una voz ahogada y ronca me gritó: «¡Véngame!»

Algunas carretas permanecían detenidas á las puertas de las tabernas, moviendo los bueyes sus colas y bajando las testuces pacientemente, mientras adentro gritaban los conductores ante los vasos de vino.

Las personas decentes, los hombres dignos, los patriotas desinteresados tuvieron que emigrar á Montevideo, al Brasil, á Europa, á Chile, al Perú, ¡y dichosos los que lo lograron! Los mismos federales no podían soportar el espectáculo de un pueblo fanatizado por el dictador y gritando continuamente: «¡Viva el restaurador de las leyes don Juan Manuel de Rosas!... ¡Mueran los inmundos unitarios!»

Fernando se puso de pie, gritando imperiosamente al chófer para que retrocediese.

¡A cubrir las calles! gritó inmediatamente el viejo soldado.

¡Eh... dejar algunas!les gritaba inútilmente Ana.

Bautista gritaba irónicamente a cada paso:¡Abaco el extranquero!Zalacaín pensaba en el giro que tomaría aquella guerra así iniciada y en lo que podría influir en sus amores con Catalina.

¿Quién liquida por Torres? gritó Llorente con todo el registro de su gruesa voz.

Se encontraba aburrido de esperar, cuando apareció Mingote en el cuarto; se plantó delante de Manuel, agitó su junquillo en un rápido molinete, dió un golpe en el brazo al muchacho; se paró, se tiró a fondo, y gritó: ¡Ah! ¡pillo! ¡bandido! ¡infame! ¿Qué pasa?dijo asustado Manuel.

En medio de una de estas laboriosas ascensiones una voz gritó repentinamente desde el borde del camino:¡Deténganse si me hacen el favor!

¡Silencio!le gritó el patrón severamente.

Y súbitamente la mujer del rey gritó: «¡Oh Massaud!» Y en seguida acudió hacia ella un robusto esclavo negro, que la abrazó.

Agria y destemplada voz, gritando desde lo alto de la escalera pillo, tunante, llamó al Doctor á su obligación.

Escuche usted, barinle gritó la joven cuando nuestro héroe volvía ya la espalda.

El condesito tomó un palo que frontero a la cama y en lugar medio oculto tenía, y esgrimiéndolo de un modo alarmante por las costillas del ayo, gritó: Canalla, pedantón... Si dices una palabra...