217 Adverbios para describir cómo llegar

Empezaba á ocultarse el sol cuando llegó cerca de tierra, y fué siguiendo su contorno á unos cincuenta metros de distancia.

La seguridad de no poder llegar jamás, por mucho que le imitase, al grado excelso de elegancia, despreocupación, valor desdeñoso y hastío de todo lo creado, que caracterizaba a su admirado amigo, le humillaba, le hacía desgraciado.

Dos filas de soldados formaban en las Platerías, llegando más allá de la plazuela de la Villa.

Viendo á todas llorar, la capitana babae prorrumpió en una carcajada, al par que las decía:Vamos, muchachas, no hay tiempo que perder; mañana llegará á las once.¡Qué soberano contará en sus crónicas que todo un pueblo ha llorado ante la idea de no verle! Creemos que ninguno.

Tomándolo como base de la investigación, acaso se pueda llegar a definir el carácter y a historiar la vida y las empresas del opulento banquero.

¡Tan lejos!... ¡No llegarán nunca! Circulan pocos automóviles; sólo de vez en cuando pasa alguno.

Llegaron ayer mañana.

Finalmente llegaron los Luisistas á su campo y con buen aguero; porque en estas embarcaciones venian con cuidado las cartas del Gobernador de Buenos Aires, en las cuales le daban noticia de su retirada, y lo mismo persuadia à los Portugueses.

Felizmente llegó pronto el Sr. D. Cayetano (que tertuliaba de ordinario en casa de D. Lorenzo Ruiz), y entregados los libros, marcháronse tío y sobrino.

Ocupó el recién llegado una mesa frente á la mujer que le había precedido, y pudo contemplarla más detenidamente que en la calle.

Entretanto llegó un aviso cierto, que los Portugueses se habian apoderado de las colonias del rio Yaguy, y que intentaban pasarlo; y que, habiendo hecho señal con un cañon de los mayores, llamaban á los indios para que hablasen, se entregasen y sugetasen.

Inmediatamente me llegué al Duque y tomé su brazo, a pesar del gesto avinagrado que puso, y entramos en la antecámara como buenos hermanos.

Había entrado poco después que el padre un joven gordo, muy gordo, rubio, con patillitas que le llegaban poco más abajo de la oreja, mucha carne en los ojos y fresco y sonrosado color en las mejillas.

El francés siguió examinando los planos del joven, sin dejar de andar, hasta que llegaron frente á la pequeña casa de madera que le servía de alojamiento.

Pero seguramente algo ha llegado hasta la fisura a que el hombrecillo se adhiere desesperadamente.

Las ananas que hay en la casa son excelentes: voy a traer... El Málaga nos llega directamente de España: ¡oh! el vino de España... ¡clac! no hay como la España para vinos....

Y como Barret había sido siempre de los dóciles, votando lo que ordenaba el cacique y obedeciendo pasivamente al que mandaba, se hicieron viajes á Madrid para salvar su vida, y el indulto llegó oportunamente.

Nosotros llegamos precisamente cuando se estaban haciendo los preparativos y el equipo de guerra del mayorazgo.

¿Y quién es ese tío? Un señor marino que estuvo en la India y en el Perú, que dice que conoce á V., que hace poco ha venido á vivir á Villabermeja, y que anoche llegó aquí á pasar una temporada.

Probablemente si llega usted a intentar abrir la caja, lo hubiera usted pasado muy mal.

¡Y el pobre tío Pedro! ¡Dios mío! ¿Por qué ha llegado acá el barullo del mundo?

Especialmente en la puerta de la cárcel, la conmoción popular tomaba cada vez mayores proporciones, y ya los animados diálogos, los sordos murmullos y los amenazadores gritos comenzaban á poner en cuidado á sus guardas, cuando afortunadamente llego la orden de sacar al reo.

Los Maropas tienen poco mas ó ménos la tez de los Mocetenes, tal vez un tanto mas trigueña, sin llegar empero al color característico de los Moxos.

La introduccion de la vacuna llegará fácilmente á estirpar la primera de estas pestes, que son las viruelas.

Ellas, con sus alardes de españolismo y sus algaradas aristocráticas, habían conseguido hacer el vacío en torno de don Amadeo de Saboya y la reina María Victoria, acorralándolos en el palacio de la plaza de Oriente, en medio de una corte de cabos furrieles y tenderos acomodados, según la opinión de la duquesa de Bara; de indecentillos, añadía Leopoldina Pastor, que no llegaba siquiera a indecentes.

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