Al través de su piel blanca como la leche, se distingue el azul de las venas y el rojo de la sangre cuando el rubor o la expresión la enciende.
El rubor es un fenómeno muy prosaico, querido.
Sólo aquello que el rubor más elemental manda que se tape, era lo que ocultaba don Carlos a su hija.
El rubor y la confusión en una jóven, cuando hablamos con ella, son señales casi infalibles de próxima correspondencia.