63 colocaciones para huracanes

El de Madrid descogolló el suyo de un bocado, con la mayor limpieza imaginable; el aldeano, que desde que vió llegar los refrescos vacilaba en el modo de acometerlos, imitó á su compañero, ¡en mal hora para el desdichado! Lo mismo fué hincar sus dientes en el gélido amasijo, que revolverse en el café el ruido de un huracán.

Por la fuerza del huracán que la empuja, el agua, blanca y chispeante, entra rápida en el canal; sin embargo, poco á poco su marcha se hace lenta y adquiere un tono de azul calizo como el del ópalo; luego, sólo presenta ligeras estrías de espuma, y poco después encuentra su calma y su reflejo azul.

¡Un esfuerzo infructuoso en uno de esos momentos, un golpe de mar combinado con una ráfaga del huracán y....

Sin él y con velas se entregaría el hombre al loco arbitrio de los huracanes.

El estrépito es inenarrable; parece la lucha de cien huracanes.

Hay palabras de instinto, que vienen sobre el mundo en las horas de renuevo, como los huracanes y las avalanchas; retumban y purifican, como el viento; elaboran sin conciencia, como los insectos y las arenas de la mar.

Intentan sobrevivir como pueden, con recursos limitados, como la librería Ulysse, ubicada en la isla Saint-Louis, en el corazón de París, pero sin hacerse demasiadas ilusiones acerca del huracán que se las está llevando por delante.

el que reside en la bellota ¿no es el mismo de la corpulenta encina que ha desafiado el ímpetu de los huracanes durante algunos siglos?

Vinieron luego las pequeñas infidelidades y los pequeños desencantos, sufridos sin reproche, perdonados sin restricción, que no lograron derribar el ídolo de aquella alma enamorada, manso río sin borrascas, arpa eolia en que hasta los mugidos del huracán se transformaban en suspiros...

Por los cristales agujereados entraba el soplo gélido de los huracanes, y la colcha rameada de la camita temblaba estremecida por aquellas ráfagas yertas, que adquirían voz de sortilegio y de amenaza.

¿Quién no ha creído oír muchas veces, entre los bramidos del huracán, voces que nos llaman por nuestros propios nombres? ¿cuántas veces las hemos oído llamar a las vidrieras y a las puertas como para hacerse abrir por la fuerza las habitaciones desiertas en las cuales vivieron sus almas en algún tiempo?

El bulevar casi desierto por aquella brusca acometida del cielo, dejaba barrer sus anchas aceras por los turbiones de agua, al mismo tiempo que los árboles se inclinaban a impulsos del huracán.

Había arrojado al agua todo su lastre para lanzarse como un rayo al oleaje de la contemplación pura de lo ideal, cuando sintió ruido, un rumor que le hizo temblar, como la cuerda tirante en los altos topes tiembla en la horrible trepidación del huracán: era un ruido de traje de mujer mezclado con un suspiro.

Su alma pedía sangre, hierro y fuego, violencia, destrozo y aniquilamiento; el instinto anárquico que tantas veces acompaña al amor, se alzaba rugiente y desatado como racha de huracán.

MEDITACION Segado por el viento de un huracán furioso desciende al frío suelo el cáliz de una flor: tal de los desengaños al sopolo venenoso fugaz se desvanece un sueño encantador.

De esta manera consiguió Calderón imprimir en sus mejores obras tanta unidad, un interés tan vivo, cautivándonos y dominándonos y poniéndonos en la imposibilidad de resistirlo, como es también imposible la resistencia de un hilo de araña á la violencia del huracán.

La veleta se había doblado con los poderosos bofetones del huracán, y la flecha desquiciada y sin movimiento señalaba siempre al Norte.

Esto fué contagioso, pues inmediatamente estornudaron también las hermosas muchachas de la Guardia, los pajes de los abanicos, los conductores de las literas de honor, y, como si las ondas del aire transmitiesen la epidemia con la rapidez de un huracán, estornudaron igualmente todos los diputados y senadores de las tribunas, así como los altos personajes del estrado del gobierno.

Después que el gigante hubo limpiado de gentío los salones de Momaren, haciendo huir á todos al fondo de la casa para librarse de su bombardeo líquido, irguió su estatura y fué á un determinado lugar de la fachada de la Universidad, lanzando varios silbidos con la estridencia de un huracán.

minutos despues de alejarme de aquel monumento que es el orgullo del poder industrial de Inglaterra y el mas noble testimonio de su cosmopolitismo civilizador,arrastrado en el fondo de un vagón por ese huracán de hierro que se llama locomotiva, sentía esa sensación vaga que nos queda siempre en la memoria después de un sueño magnífico.

Alábase el estado próspero de la colonia; la menor frecuencia de los huracanes, como efecto de la multiplicación de iglesias y de la exposición del Santo Sacramento; se cede al deseo de los dominicos de disminuir el trabajo de los indígenas, y ordena la corte que sean llevados á las islas muchos negros de las costas de Guinea «puesto que un negro trabaja más que cuatro indios».

Y si la claridad no lo acusara, acusábanlo más claramente los sones amortiguados de un piano que dentro se dejaban oír cuando los latidos furiosos del huracán lo consentían.

; yo lo he expuesto en aquellas alturas al furor de los huracanes desencadenados, á ver si lo desarraigaban de mi sér, y sólo he conseguido fortalecerlo más y más por consecuencia de tan contínua lucha.

: fúlgidas ondas triunfales, todo un himno glorioso van trazando las águilas, a golpes de huracán, al cruzar los espacios suspensos en un éxtasis único.

Cuando nuestras revoluciones han provenido de fuera, han traído entre sus negros pliegues de desventuras momentaneas algo fecundo que, semejante al polen acarreado por las tempestades, debía producir frutos iguales á aquellos que en campos más dichosos confiaron sus semillas al hálito del huracán pasajero.

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