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¡Oh, sídijo la devota mirando al cielo,es un hombre ejemplar, un santo.

Es un truhán, que por no hacer nada bien, ni aún mira á derechas, decían los unos.

Otros, los más gallardos y de buen ver, reían y se empujaban con el codo, mirando á ojos simples la cara de Gillespie y haciendo suposiciones sobre sus enormidades ocultas, que provocaban el escándalo y la protesta de sus compañeras más graves y virtuosas.

Andemos, sin embargo, mirando atentamente al suelo.

ROSEAUX: mira las cosas solo por un lado, y sin contar con los demas habla del todo por lo que se ve en una sola parte.

Los padres y los maridos miraron con nuevos ojos á las mujeres dentro de sus casas.

Gracias a estas diligencias y a tal aprendizaje que fué para él rudo, logró que se le respetase algo más, que se le mirase como hombre chic, suprema felicidad a que no es fácil llegar en esta mísera existencia planetaria.

Sintió un escalofrío, y poniéndose de pie, miró su reloj.

Otros, los más gallardos y de buen ver, reían y se empujaban con el codo, mirando á ojos simples la cara de Gillespie y haciendo suposiciones sobre sus enormidades ocultas, que provocaban el escándalo y la protesta de sus compañeras más graves y virtuosas.

La muralla cierra el pueblo por la parte que mira á la mar con el castillo de San Diego.

Apoyaban la mano izquierda en la empuñadura de su espada, mirando á todas partes con una insolencia de vencedores, ó se inclinaban galantemente ante las familias de los altos personajes que iban llegando para la ceremonia.

Y apartó el libro con desdén, miró al techo y se estuvo quieta un buen rato, sin dar señales de vivir en este mundo, permaneciendo tanto tiempo inmóvil y con tal profundidad extasiada, que Clara se alarmó, y tuvo al fin que decidirse á tirarle de la manga, con lo cual la devota bajó del cielo.

Clara miraba al joven con expresión que tenía algo de afirmativa.

Esta lo miró un instante con semblante grave, sombrío, sin pestañear, y guardó silencio.

La buena Rita miró a don Manuel con asombro, y viendo tan cerrado su semblante y tan resuelta su actitud, tomó a la pequeña en sus brazos con blandura, y comenzó a cuidarla con sumisión y esmero.

Cuando volvían de la excursión de caza ó de la batalla, se regocijaban oyendo el murmullo del arroyo y el acompasado y monótono ritmo de las gotas que caían; lo mismo que el leñador al volver á su cabaña, miraban con piedad nuestros primeros padres los pilares de la gruta bajo los cuales descansaban sus mujeres y en donde habían nacido sus hijos.

Yo digo la verdá aunque sea delante del mi maridoreplica la de la buhardilla, mirando de reojo á una esquina de la calle y bajando la voz así que ve al Tuerto.

Subió el joven con cierta inquietud la escalinata de madera, después de mirar disimuladamente á las ventanas.

Caballerodijo Carrascosa, poniéndose de color de un tomate y mirando á todos lados para pedir auxilio, porque aunque tenía al barbero por lo que era, por un solemne gallina, no se atreva con aquel corpachón de ocho pies.

El clérigo hablaba por los seis, y hablaba tan fuerte, que los transeúntes se quedaban mirando á los balcones.

Lleguéme al mayor de mis amos, y, a mi parecer, con mucha crianza, se le puse en las manos, y quedéme sentado en cuclillas a la puerta del aula, mirando de hito en hito al maestro que en la cátedra leía.

'] XIV Te un punto, y, flotando ante mis ojos La imagen de tus ojos se quedó, Como la mancha obscura, orlada en fuego, Que flota y ciega, si se mira al sol.

Y la Rufina estaba absorta mirando su calle Mayor, que no les entendió la plática, y volviéndose a ella el Cojuelo, le dijo: Ya vamos llegando, señora Güéspeda, donde cumpla lo que desea; que ésa es la puerta del Sol y la plaza de armas de la mejor fruta que hay en Madrid.

Uno de los que componían el tribunal con voz lenta é insegura, le preguntó su nombre, y todos prestaron el oído con ansiedad para no perder una sola palabra de su respuesta; pero el guerrero se limitó á encoger sus hombros ligeramente con un aire de desprecio e insulto, que no pudo menos de irritar á sus jueces, los que se miraron entre sorprendidos.

El de la casa mira á su amigo con cierto aire de triunfo, y entrambos clavan los ávidos ojos en los pucheros, y entrambos alargan la diestra hacia ellos, y entrambos remojan el índice en la leche, aunque en distinto cacharro.

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