147 oraciones de ejemplo con monarquía,

De modo que ha sido alternativamente Palacio de la Monarquía, del Directorio, del Consulado, del Senado, cárcel y cátedra socialista.

¿Qué le importaba a ella que hubiese República o Monarquía, ni que D. Amadeo se fuera o se quedase?

El pensamiento profundamente católico y español del Padre Ambrosio, si no auguraba, si no se atrevía a profetizar una monarquía universal, la creía posible y hasta probable y creía ver en el giro de los sucesos y en el desenvolvimiento que iban tomando las cosas humanas, que todo se encaminaba la formación de tan gloriosa monarquía, si monarquía podía llamarse, y no debía darse otro nombre a lo que imaginaba el Padre.

Cuando D. Benigno manifestó su propósito de ir a Madrid el día venidero, Primitivo le anunció con oficioso pesimismo que probablemente encontraría las tropas insurreccionadas en las calles, la anarquía imperante, y la villa entera, la Corte y la monarquía, dadas a todos los demonios.

Esto no es monarquía, es una tienda de tiroleses.

El conflicto religioso Desde que las Cortes Constituyentes votaron la monarquía, Amparo y sus correligionarias andaban furiosas.

Todas acrescentan el comercio, aumentan, ó forman un cuerpo de marina mercantil, que es el mayor nérvio de la felicidad de una monarquía, y por consiguiente atraen el aumento de las poblaciones.

¡Carillo iba a costarnos el gusto de tener príncipe en casa! Pero conste, para cuando nos cansemos de la república, teórica o práctica, y proclamemos, por variar de plato, la monarquía, absoluta o constitucional, que todo puede suceder, Dios mediante y el trotecito trajinero que llevamos.

Cierto es que dicho joven, último representante de una de las más linajudas familias de la monarquía, llevaba uno de esos antiguos apellidos que van de día en día extinguiéndose, hasta el punto de que muy pronto no figurarán ya sino en la historia.

Y esta obra se comenzó tan soberbia, que si hasta hoy durara su monarquía, no estuviera acabada.

Aquí, en el corazón de tan poderosa monarquía, trasunto reducido de la existencia entera del pueblo, hubo de radicar también la escena destinada á representar en animado cuadro esta misma existencia, y en este asiento del lujo y de la civilización se hizo sentir más viva la necesidad de los espectáculos dramáticos.

Cuando le oía afirmar que era monárquico y enseguida que la idea de Patria no es consustancial con la monarquía, se le llevaban los demonios, y finalmente a punto estuvo de desheredarle sabiendo que durante las elecciones asistió a una reunión de distrito donde solicitó el voto de lo descamisados.

siguiendo la tradición de sus abuelos, así en Aragón como en los antiguos reinos de la monarquía, envió a Teruel, entre otros a Juan Perez de Escanilla, que murió en una conmoción popular que había salido a sosegar; viniendo después por orden de Felipe II D. Matías de Moncayo, Señor de Ráfales, que aparece en la historia con el nuevo dictado de presidente de Teruel.

Fanáticos, intransigentes en materia de religión, no ocultan en política su preferencia por la monarquía, y aun creo que no son muy ardientes partidarios de aquellas que tienen por base el régimen parlamentario.

Pero á lo mejor de la obra se atravesó el infierno por medio de algunos Ministros del Rey, que atendiendo más á sus particulares intereses que al servicio de Dios y de la Monarquía, pretendieron sujetarlos con armas para hacerlos después esclavos suyos.

Á la prueba se puso escribiendo rápidamente un libro de la ciencia de gobierno, enderezado al Duque de Lerma, con el título de Norte de Príncipes, Virreis, Presidentes, Consejeros, Gobernadores y advertimientos políticos sobre lo público y particular de una Monarquía, importantísimos á los tales, fundados en materia y razón de Estado y Gobierno.

Este tratado, que, según ha demostrado M. J. M. Guardia, es debido á Baltasar Álamos de Barrientos, se ha publicado con la siguiente portada: Norte de Príncipes, Virreyes, Presidentes y Gobernadores, y advertencias políticas según lo público y particular de una Monarquía, importantísimas á los tales, fundadas en materia y razón de Estado y Gobierno.

A la primera impresión no ofrece más que rasgos graves, solemnes, místicos y de una vaguedad en la que el pensamiento se anonada, pero tienen huella del dedo todopoderoso que trazó sobre las paredes del palacio de Baltasar la sentencia de una monarquía, y, cosa maravillosa, permanecerán largo tiempo ininteligibles, tanto a los sabios como a los grandes de la tierra.

No se pasaron muchas horas sin que dos caballeros, padrinos del director de La Monarquía, viniesen a exigir al de La Independencia una satisfacción personal.

Si parlaba de sus viajes y aventuras, de maestros célebres, de objetos preciosos, o filosofaba cultamente sobre el amor, su discurso cobraba todo el garbo de su persona; pero al disertar sobre el gobierno de la Monarquía, el disimulo cortesano hacíale adoptar un lenguaje incoloro y mortecino, lleno de circunloquios y de prolijas salvedades acerca de la secreta razón de muchas resoluciones de los príncipes.

Hartas culpas pesan sobre la memoria de aquella vergonzosa monarquía, para que se le cargue con esta que fue iniquidad de la nación entera.

De estas observaciones se desprende que para aquel salón, donde se colocaban cuadros alegóricos, alusivos a las grandezas de la monarquía, debió de ser encargado el de la Expulsión de los moriscos y que existiendo allí ya el citado de Ticiano, que aún se conserva en el Museo del Prado al gusto del gran veneciano, se amoldaría Velázquez.

Esta palabra fue muy funesta para la Monarquía, árbol a quien no le valió ser más antiguo que los castaños, porque también me le descuajaron e hicieron leña de él.

Estoy contemplando á la monarquía, señorcontestó Quevedo; contemplando en vuestra majestad á la gran monarquía española en ropilla.

¡Qué! Que me perdonéis si por amor á vos, por la dignidad de la monarquía, pude ser una vez imprudente.

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