23 oraciones de ejemplo con saltarín

¡Qué bien practica las virtudes familiares! ¡Qué bueno es para sus cachorros, y qué alegres, saltarines y caprichosos son éstos! Las costumbres patriarcales de que con tanto encomio se nos habla, hay que ir á buscarlas á la caverna del oso ó á su enorme nido, cómodamente tapizado de musgo.

Era doña Rebeca menuda y nerviosa, de voz estridente y semblante anguloso; fuese hacia Carmencita a pasitos cortos y saltarines, la tomó por ambas manos, y de tal manera la miró, y con tales demasías le apretó en las muñecas finas y redondas, que la pobrecilla rompió en amargo llanto, toda llena de miedo.

En seguida salió de la sala, no ya con su paso saltarín de todos los días, sino con una carrera liviana y veloz, una especie de trotecillo fantástico.

Tardó Rita en ordenar sus pensamientos, que saltarines y revoltosos, iban de aquí para allá lastimando el cerebro fatigado de la pobre vieja.

Detrás iba la Góndola, atronando al vecindario con horrísono estrépito de cascabeles, latigazos, cristales saltarines, y voces y carcajadas que sonaban dentro.

Yo creo que la fría impresión del revólver sobre la sien, me dura todavía, y es por eso que el valor me abandona; siento el peso del arma en el bolsillo, y la sangre se me hiela, ¡soy un cobarde! pues no, no lo soy y he de probarlo... En lugar de apuntarme a la cabeza, me apuntaré al corazón: así, la muerte vendrá más pronto; ya te enseñaré a no brincar como ahora, saltarín de los demonios.

Un delfín complaciente iba y venía llevando recados entre Poseidón y la nereida, hasta que, rendida por la elocuencia de este proxeneta saltarín de olas, aceptaba Anfitrita ser esposa del dios, y el Mediterráneo parecía adquirir nueva hermosura.

Me estoy volviendo gruñón y saltarín como una cabra, y temo que nuestro matrimonio no sea un modelo de armonía.

Consumido el frasco, al caer de la tarde volvíase alegremente a la ciudad, seguido de toda su corte, y al atravesar el puente de Aviñón, en medio de los tamboriles y de las farándulas, su mula, espoleada por la música, emprendía un trotecillo saltarín mientras que él mismo marcaba el paso de la danza con la birreta, lo cual era motivo de escándalo para los cardenales, pero hacía exclamar a todo el pueblo: «¡Ah, qué gran príncipe! ¡

Los demáslos campesinos que pasaban en sus cochecillos saltarines, los cocheros de punto procedentes de la ciudad, los ciclistas, siempre apresurados sobre sus máquinas silenciosasestaban habituados a ver el alto muro y no paraban en él la atención.

Pero Núñez es un eminente saltarín.

Si ha de continuar mucho tiempo esta danza, ponedme á bordo de uno de esos piratas, que más saltarines que vuestra nave no pueden ser, á buen seguro.

Menudo y saltarín,

Sentada en un haz de leña, como en muelle sillón, y extraña á la bravura de aquella pánica soledad, amasó con rapidez una rara mezcla de pensamientos saltarines y varios.

La pequeña tropa marchaba en medio de la oscuridad al compás de su himno saltarín y bullanguero.

Debe de consistir la sabiduría en mirar todas las cosas desde un punto de vista gayo y saltarín; de seguro yo no colocarme en él: peor para , ¡qué demonio! Todavía me dirigí otro reproche.

Dos cobrizos gitanos cantaban su melopea, un mono saltarín volteaba al extremo de una cuerda y unos cuantos muchachos admiraban el espectáculo.

Mientras cruza la comarca de Suberoa es un río claro, alegre, saltarín, lleno de espumas; un riachuelo vasco, pequeño y alborotador, que corre por entre desfiladeros y gargantas poblados de hayas y de robles.

Lejos de notar la fatiga pasada, la del baile parece que les refresca, y muchos cansados viajeros lamentarán los nocturnos retozos de sus ruidosos y saltarines compañeros de pupilaje.

Yo hubiese querido conocer a Jacobo Dommiot, el del cuello atorado; y a Mauricio, el boxeador; y a Cardini, el saltarín; y, más que a todos, al bello Raúl, cuya gallardíasi el remoquete que le señalaba era justodebía de granjearle entre las mujeres tantas simpatías como su mismo oficio de bandido.

; sino unos pensamientos brillantes, saltarines, y aparentes, á qual mas falso, sembrados por aquí y por allí, conforme se le antojaba al Predicador, sin convencimiento, persuasion, ni calabaza; y con todo esso fueron aplaudidos, como piezas de eloquencia inimitables, y se dieron á la prensa, para que se eternizasse su memoria.

Bandas de pájaros saltarines animan con sus voces una soledad verde que dura de sol á sol.

Aquí encuentro por primera vez al chino pequeño, bullanguero, saltarín y propenso al engaño.

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