Qué preposición usar con alucinado
Benincasa se sentó bruscamente en la cama, alucinado por la luz de los tres faroles de viento que se movían de un lado a otro en la pieza.
¡Maldita sea la gloria y malditos los pícaros que la inventaron! Parece mentira que me haya dejado alucinar por tan craso disparate.
En efecto, la costumbre en cuestion no es ni puede ser otra cosa que una añagaza, inventada por el cálculo nacional para alucinar al hombre no conocedor del país.
El correo de hoy no era para suicidarse; el de las conjeturas sale lucido: todo por haber convertido la posibilidad en realidad, por haber estribado en suposiciones gratuitas, por haberse alucinado con lo especioso de una explicacion satisfactoria.
Los mismos objetos de entonces, descubiertos por infatigables anticuarios, nos alucinan hasta el punto de imaginar que tocamos con la mano y vemos con nuestros ojos mortales la civilización de aquel siglo.
Sin ser la cosa para tanta ponderación, es innegable que la madre naturaleza no la había escaseado los dones que más seducen y alucinan a los hombres de escogidos gustos, y más provocan las rivalidades y antipatías entre las mujeres que carecen de ellos, o no los poseen en tan alto grado.
Por lo mismo, prostérnase la multitud ante locos y alucinados en los países musulmanes, y se considera muy glorificado aquel á quien ensucian con su saliva ó sus excrementos, puesto que, bajo humana forma, viven fuera de la humanidad; sin duda están sumidos en divino sueño.
Se unirán en seguida, excluyendo toda otra pasión, para aislarse en la dicha alucinada de un paraíso artificial.
Facundo, demasiado penetrante para dejarse alucinar sobre el objeto de la gran expedición, permaneció en San Juan hasta el regreso de las divisiones del interior.
Santorcaz, nuevamente alucinado con aquello que parecía para él extraordinaria coincidencia, prosiguió así: ¿Pero no es éste el camino de Olmutz?
Pero ¿no habria modo de forzar á esa terca alucinada á desistir de su manía y á ceder á la razon? Ninguno, Marquesa; y si lo hubiese, no aconsejaria yo adoptarlo.
Don Jacinto se alucinó de tal suerte, que ni por un instante pensó que en esto pecaba; pero un día habló de ello al padre Atanasio, su confesor, y habló, no como revelándole una culpa suya, sino para ponderar la virtud penitente de la Caramba y para tratar de que el padre Atanasio la conociese y admirase.
Más ó menos el mundo anda así en todas partes, y los individuos, lo mismo que las naciones, encuentran todos los días en el arsenal de las perfidias humanas, pretextos y razones para faltar á la fe pública empeñada; y las muchedumbres en uno y otro hemisferio, se dejan llevar constantemente de las narices por los ambiciosos que las engañan y alucinan para explotarlas y dominarlas.