Qué preposición usar con cabalgar
Las fiestas del Olimpo se habían transformado en aquelarres á los cuales iban asquerosas brujas cabalgando en escobas á evocar al diablo en las noches borrascosas.
Una tromba de chispas rojas, verdes y azules danzaba en la cúspide de sus encendidas lenguas, y se retorcían crujiendo como si una legión de diablos, cabalgando sobre ellas, pugnasen por libertar á su señor de aquel tormento.
Tiburcio cabalgaba al lado de Morsamor y se lo explicó todo.
Sabidísimo es que el que cabalgaba a la jineta llevaba encogidas las piernas, y estiradas a todo su largo el que cabalgaba a la brida.
Los dos escuderos, terminada su comisión, cabalgaban por el camino de Salisbury y Roger notó con sorpresa el insólito mutismo de su compañero.
Acodado el Gallego en el mostrador escuchaba á los parroquianos más viejos, jinetes del país que habían cabalgado de los Andes al Atlántico y del río Colorado al estrecho de Magallanes como guías de los compradores de «hacienda» ó explorando el desierto para descubrir aguadas y nuevos pastos.
No es necesario decir que los había de ambos sexos; y las damas cabalgaban con igual donaire que los hombres, y aun esgrimían las armas con tanto desenfado como ellos.
La severa Chicha no podía tolerar que su hija se criase como un muchacho, cabalgando á todas horas y repitiendo las palabras gruesas del abuelo.
Abrí, puta vieja, que á saco os tenemos de dar, ¿paréceos bien que há un mes que no visitais á vuestras amigas? en puntos estamos de daros de masculillo, ¡hay qué gorda está esta putana! bien parece que come y bebe y triunfa, y tiene quien bien la cabalgue para el otro mundo.
Siguió, pues, cabalgando hacia el lugar de la cita.
Ella, que cabalgaba entre Lucrecia y el Embajador de España, aparentaba tener unos veintidós años (aunque no pasaba de los diecisiete), era naturalmente morena, de ojos glaucos, nariz aguileña y con una buena mano de colorete.
Mostróse igualmente Pierrepont cabalgando sin aprensiones en las avenidas del Bosque al lado de ciertas amazonas que no blasonaban de virtuosas, lo que no dejó de admirar también, mucho más tratándose de un hombre que hasta entonces conquistara con justicia la reputación de discreto y decente.
Cabalgar desde que apunta el día, recorrer las praderas pobladas de copiosos rebaños, comer la carne sobre la hoguera que sirvió de fogón y de abrigo, dormir bajo el manto constelado; no inquietarse por el porvenir, sino esperar que el mismo destino provea a nuestras necesidades; amar, cantar melancólicamente; reñir y guerrear si es preciso, y terminar de una recta puñalada al corazón, en una noche de contraria suerte.
Insensatos esos mancebos, que enamoran cuando debian cabalgar contra el castellano.
El conde y doña Dolores galopaban mano a mano, y Raimbaut, como servidor diestro, cabalgaba tras ellos a algunos pasos de distancia.