Qué preposición usar con olvidarse
Aquellos espíritus ascéticos no podían olvidarse de que era un día consagrado por las penitencias de Jesús en el desierto.
Tan conmovido estaba por su vehemencia, que hasta llegó á olvidarse del sexo de su única oyente.
Cuando uno se tiraba al agua, los otros se volvían momentáneamente preocupados, como si recordaran algo, para olvidarse en seguida.
-XXIV- Entre no echar de menos a una persona y olvidarla por completo hay una enorme distancia.
Lo que usted quieredijo Nieves pasando su mirada firme de los delfines y de las gaviotas a Leto, es distraerme a mí del punto que estábamos tratando; pero no le vale... ¡Las tres tablas, Leto! Leto empezó a creer que no había modo de resistirla ni de engañarla... Pues las tres tablasdijo; pero ¡muchísimo cuidado, Nieves! Y se dispuso a complacerla, comenzando por olvidarla para no ser más que barco inteligente.
«Sí que la tengoreplicó él con desaliento, llevándose la mano a los ojos; pero quería olvidarla a ver si no haciéndole caso, se pasaba.
El retiro y la soledad de Pepita van olvidándose desde que volvió la primavera, de lo cual mi padre está muy contento.
Lo notable en estos ensueños y que apoya las indicaciones que se sacan del moral, es que versan, en general, sobre los sucesos del dia, que se razona y se convence uno de su realidad mientras dura, para olvidarlos al despertar.
¡La honra de las mujeres! ¡Pobre honra, que puede olvidarse en el beso de un amante y no puede olvidarse con el beso de un hijo! XXIII Han surgido algunas dificultades para la reedificación del teatro de la Zarzuela.
¿Olvidarse de su tío?
Es tan dulce olvidarse á veces del mundo y entregar el alma y los sentidos á la sola contemplacion y el amor supremo de la naturaleza!... * * * * * CAPITULO VIII.
En la gran mezquita de Córdoba se halla la unidad bizantina, grandeza, recuerdos del poderío islamítico de España, esplendor de los Kalifas y profunda fe, supuesto que levantaron un templo para desafiar las magnificencias paganas; pero habían de realizarse después tales adelantos y tal florecimiento del arte, sin perder su grandeza, que la gran mezquita de Occidente llegaría á olvidarse ante las grandezas de la Alhambra.
Un trastazo le echa á pique, y otro le saca á flote; la cabeza se atontece, y el que mejor sabe anadar, trata de olvidarlo pa acabar cuanto antes.