20 Adjetivos para describir acacia

Adórnalo por sus partes de Mediodía y Levante hermosísimo jardín de pinos de Alepo, floridas acacias, plátanos, magnolias, coníferas de varias clases, por entre cuyas ramas se ven las cinco ventanas del piso principal.

La luz amarillenta del gas brillaba de trecho en trecho, cerca de las ramas polvorientas de las raquíticas acacias que adornaban el boulevard, nombre popular de la calle por donde entraban en el pueblo.

Adórnalo por sus partes de Mediodía y Levante hermosísimo jardín de pinos de Alepo, floridas acacias, plátanos, magnolias, coníferas de varias clases, por entre cuyas ramas se ven las cinco ventanas del piso principal.

Los pájaros no cantaban en las acacias corpulentas.

Bajo las acacias desmochadas se tienden cuarenta carros de la Cruz Roja.

Orea el solariego su martirio por una senda de acacias, desvelado a pesar de la vigilia reciente, y piensa con angustia indecible en la necesidad de un viaje sin retorno, una ausencia que dure; no podría resistir la pena cegadora de ver a la amada llenando de hermosura los días felices del rival.

Era en la terraza, bajo la bóveda de ramaje de las enormes acacias, de las cuales, no con violencia de remolino, sino con una calma fantástica, nevaban sin cesar miles de hojitas diminutas, amarillo cromo.

Aseguro que una acacia entera y verdadera se desplomó sobre mi pobre Erín.

Los árboles, ya borrosos, le parecieron fantasmagóricos; la ría, lago siniestro donde rema el barquero implacable; la silueta de las Torres, temerosa, cual si fuese la de uno de esos edificios de la Edad Media, cuyas paredes ahogaron sollozos y cobijaron dramas; y el toldo de las acacias espléndidas, extendido como regio pabellón, un manto plomizo, del cual goteaba humedad de tumba.

Los árboles, ya borrosos, le parecieron fantasmagóricos; la ría, lago siniestro donde rema el barquero implacable; la silueta de las Torres, temerosa, cual si fuese la de uno de esos edificios de la Edad Media, cuyas paredes ahogaron sollozos y cobijaron dramas; y el toldo de las acacias espléndidas, extendido como regio pabellón, un manto plomizo, del cual goteaba humedad de tumba.

añadí indicando uno entoldado por frondosa acacia.

Derramaba un fulgor mezquino, que parecía más débil ante el gran cuadro sombrío de la plaza, con sus negras acacias, que un viento suave mecía desgranando sus hojas secas.

, higueras, álamos erectos, chopos llenos de gracia, acacias plateadas... no merece perdón el ingrato que arranque a vuestro ropaje una sola hoja.

Todavía las tres redondas acacias, frente al atrio de la iglesia, conservan verdes sus ramas, y las castañas de Indias a intervalos se desgajan cubiertas de sus erizos; tiene el rosal rosas grana otra vez, y en las praderas brilla la alegre otoñada.

Andaba algún tiempo a brincos por las calles de arena rebotando en las hojas secas; al acercársele Lucía daba de pronto un voleteo yendo a posarse en la cima más alta de las acacias rumorosas.

Había también acacias silvestres sosteniendo con endebles pilares una inmensa bóveda de hojas; numerosos fresnos de elegante figura, representando en su copa bien cortada la pulcritud clásica; espineras silvestres, tejos, álamos, moreras y otras varias clases de árboles, todos fraternizando en el pedazo de tierra parroquial que las aficiones selváticas del cura anterior les había asignado.

Argentadas chispas brillan Entre las espesas ramas, Y en el seno de las flores Tal vez aduermen las auras, Tal vez despiertas susurran, [200] Y al desplegarse sus alas Mecen el blanco azahar, Mueven la aromosa acacia, Y agitan ramas y flores, Y en perfumes se embalsaman.

Allí existe todavía una triste acacia que abre sus ramas horizontalmente, como para ofrecer al viajero la única sombra que puede hallar en ese lado de la montaña.

Sombreaban los asientos acacias de tronco enteco, de clorótico follaje (cuando Dios se lo daba); sepultadas entre piedras por todos lados, como prisionero en torre feudal.

No, no señor, gracias á Dios... Conservaría, , un recuerdo... un recuerdo de esos que... Allí tenía, en el medallón de oro, junto al pelo de Maruja, una florecita de la acacia blanca... ¡Qué tontera! Lo probable es que á Pacheco no volviese á verle nunca más...

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