39 colocaciones para colegialas

II Bien poco trabajo le costó hacerse a la vida y costumbres de colegiala.

Luégo siguió pensando que era necedad propia de colegialas, castigadas á pan y agua por no saber la lección, el divagar á solas fijando el entendimiento en imaginarios galanes, el representarse escenas platónicas y apasionadas entrevistas y mil otras aventuras dramáticas, embellecidas al mismo tiempo por la fantasía y la inocencia.

Gozaba extremadamente oyéndole contar las travesuras de su época de colegiala, los mil incidentes, tristes o cómicos, que le habían pasado en el colegio.

» Ríete ahora, si puedes, de tus tonterías de colegial... ¿A que no conservas mis cartas de colegiala, como yo conservo las tuyas?...

En el vasto dormitorio común, separaba las camas de las colegialas un cortinado que les hacía como estrechas celdillas.

El espíritu de Clementina, gratamente impresionado por la niñería de la calle de Serrano, por aquella inocente aventura de colegiala, se inclinaba a los sentimientos idílicos.

Gentes menos maliciosas afirmaban que, dada la belleza de la colegiala, lo que el tutor procuraba era recogerla lo más tarde posible, sabiendo que no hay nada tan difícil de guardar, dirigir y encarrilar, como una mujer rica y bonita.

Con esa cara de colegiala, ¡si usted la viese en una juerga!

Eres libre de oponer a todo eso tus besos fraternales y tus caricias de colegiala.

En el mundo existía algo más que el deslumbramiento de la fortuna, el esplendor del lujo y aquella corona de conde que había perturbado su cerebro de colegiala.

"Alguna correspondencia de colegiala, pensó; dulces y sencillos secretos de la infancia.

Freya había aceptado su invitación con un entusiasmo de colegiala.

El mismo día de su llegada a Valencia, la niña entró en el colegio de Nuestra Señora de la Saletta, y aún permaneció la baronesa más de una semana en la ciudad, ocupada en arreglar a María el equipaje de colegiala.

Una sola frase de una colegiala, vino á verter la primera gota de hiel en el hermoso vaso que guardaba la existencia de la huérfana.

En una esquina dos muchachas peripuestas conversan animadamente, teniéndose de la mano con un gesto de colegialas.

La encontró hecha una mozuela que se salía de sus angostos hábitos de colegiala.

Como el mármol parece animarse y tomar forma bajo la mano de un artista inspirado, así la rígida empleada, cuyas severas facciones parecían ignorar la sonrisa, reía ahora con todos sus hoyuelos y con un confiado abandono de colegiala.

¡Era una trinidad deliciosa! Y con su ingenuidad de colegiala, describió entonces Currita, con todos sus pormenores, una picantísima caricatura de los esposos Thiers: una indecencia verdusca publicada en Burdeos y recogida al punto por la policía.

Cuando van en carruaje se ríen del transeúnte europeo con una insolencia de colegialas en libertad.

O son esas joyas de su madre ó algo muy singular significaría que hubieran sido de la propiedad y el uso de una niña de quince años, de la colegiala de Nueva Orleáns, del ángel del Victoria Eugenia.

Ahora, una adorable letra de colegiala ha escrito para tu nombre, y esta providencial noticia tuya que recibo por tan dulce mensajero, me conmueve con el íntimo temblor de muchas ocultas emociones que despiertan y vibran, gozan y esperan...

Por vez primera se veía en verdaderos hábitos de mujer, sin el menor vestigio del cascarón de la niña ni de la librea de la colegiala; y había mucho que mirar y que considerar en aquella nueva fase de su vida.

Acudieron las buenas madres, y el miedo de la colegiala trocóse en sorpresa y estupefacción al ver que las religiosas, al enterarse de lo ocurrido, permanecían silenciosas, con los ojos bajos y ruborizadas, mientras que en los labios de algunas de ellas vagaba una débil sonrisa.

Otro suceso que fue completa novedad para la colegiala: su hermano tenía achaques también; es decir, nuevos, muchos, demasiados achaques; pero en este infeliz se cumplía rigurosamente la ley común: se le reflejaban claramente en el espíritu los que le desorganizaban y consumían el cuerpo.

Pues a me las recibían y me las entregaban cerradas, por encargo terminante de papá: con esto, y con haberme advertido él que no interrumpiera mi correspondencia con Nachito a pesar de mis ocupaciones de colegiala, me afirmé más en creer que algo se andaba buscando en el empeño de que nos carteáramos a menudo y en secreto el mejicanito y yo.

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