472 oraciones de ejemplo con roque

Don Roque, que así se llamaba, se revolvió en el asiento y dió una voz.

Don Roque comenzó a increparle procurando apagar la voz y consiguiéndolo a medias.

Don Roque, don Segis, don Benigno, don Juan el Salado y el señor Anselmo el ebanista, se encargaban a plazo fijo de hacerlo pasar a la suya.

El último era don Roque por vivir más lejos que ninguno.

Don Roque rompe el silencio: De todos modos, no hay duda que don Antonio le abrasó.

Serían las doce por filo de una, en que don Roque había rebasado con tres cuarterones más la tasa de seis que ordinariamente se imponía, cuando las cinco columnas de la confitería de la Morana salieron en apretada cadena hacia sus domicilios.

Mas antes de llegar a ella, don Roque, que soplaba y bufaba como una ballena, e imitaba en lo posible la marcha jadeante y arremolinada de este cetáceo, se paró de repente, y pronunció en alta voz un largo discurso, del cual no entendió Marcones más que la palabra ladrones, repetida bastantes veces.

Tornó don Roque a usar de la palabra, si tal nombre merecía la regurgitación intermitente de una porción de sonidos extraños, bárbaros, lamentables, que infundían tristeza y horror al mismo tiempo, y Marcones pudo colegir entonces que su jefe deseaba que hiciesen una batida por la villa, en busca de los criminales de las Aceñas.

En honor de la verdad, hay que advertir que don Roque marchaba delante como cumple a un valeroso caudillo, con su revólver en la mano izquierda y el bastón de estoque en la derecha, exponiendo el primero su noble pecho al plomo enemigo.

«Acto continuo» era una frase de la que usaba y abusaba don Roque.

¿Qué escándalo es éste?—gritó don Roque con voz estentórea acercándose a la inmunda casucha.

¡Santo cielo, qué alboroto se armó allí en un momento! Las niñas de la ventana no tuvieron más remedio que bajar, y Patina lo mismo, todos en camisa, porque don Roque no admitió término dilatorio.

La autoridad de don Roque cerró por misma la puerta del palomar, y puso la llave «acto continuo», bajo la custodia de Marcones.

¡Alto!—murmuró don Roque al oído de su subordinado.

Don Roque y Marcones también se estuvieron quietos.

¡A él, Marcones! ¡Fuego!—gritó don Roque, dándose a correr con denuedo en pos del criminal.

Don Roque disparó su revólver, gritando al mismo tiempo: ¡Date, ladrón! Tornó a desaparecer: tornaron a verle al llegar a la calle de la Misericordia.

Primero pasaron el Farestac y el Capitán; después, Roque y Thompson.

El Farestac y el Capitán se acercaron al cementerio, mientras Roque y Thompson quedaban en las esquinas de la tapia mirando a hurtadillas por si llegaba alguien.

¿Y Roque? Roque, la fidelidad, que en vez de vestir de blanco y llevar una llave y un perro, va vulgarmente de asistente en la vida de los fenómenos.

¿Y Roque? Roque, la fidelidad, que en vez de vestir de blanco y llevar una llave y un perro, va vulgarmente de asistente en la vida de los fenómenos.

El Capitán y Thompson volvieron al interior de la cala y ayudaron al Farestac, a Roque y a Pascualet en el trabajo de dejar la bajada más fácil.

Thompson estaría en el Pas de la Rabosa con una antorcha, que encendería al ver llegar a la Clavariesa; Roque y el Farestac, en las cuestas resbaladizas, y Pascualet, al cuidado de la lancha.

Bueno, Roque y yo nos vamos en la lanchadijo Thompson.

Thompson abrazó al Capitán y a Urbina, y estrechó la mano de la Clavariesa; Roque se despidió emocionado del teniente y bajó al bote.

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