234 Verbos a usar para la palabra estancia

Los ojos inyectados del marido recorrieron la estancia, hasta tropezar con el cadáver, que conservaba ante aquella escena su vaga sonrisa fúnebre.

El señor Rojas tuvo que abandonar la estancia heredada de sus padres, cerca de Buenos Aires, cuyo valor ascendía á varios millones.

(¡Cuán lejos estaban los tiempos belicosos en que aseguraba una elección a puntapiés!) Barbacana no se opuso a la hazaña; al contrario, pasó a otra estancia y volvió con un haz de junquillos, palos y bastones.

El infame es él, que se ha aprovechado de su estancia en nuestra casa... ¡Qué miserable! Ventura salió del cuarto y se dirigió al de su hermana temblando de susto.

Ayer mismo, en Madrid, me dijeron que iría de nuevo a la cárcel si prolongaba allí mi estancia, y por la tarde tomé el tren.

Sólo la tenue luz de una lámpara velada por el vaso de alabastro en que ardía iluminó la estancia tranquila, hasta que rayó el alba y sus resplandores primeros penetraron por la ventana, entreabierta a causa del calor del estío, penetrando también fresco y manso vientecillo, impregnado de aromas de mil flores, y el gorjeo de los pájaros que cantaban en la enramada y saludaban el día naciente.

Pero el duque, que vió perfectamente el ademán, no quiso hacerse cargo de él: siguió gruñendo, resoplando, dejando escapar interjecciones violentas y paseando furiosamente por la estancia.

Aquella puertaprosiguióque estaba allá en lo más íntimo de mi sentido, abriose, como te he dicho, dando paso a una estancia donde estaba encerrada la idea que me persigue.

Su amistad me hacía más llevadera mi estancia en El Dragón.

Cuando llegó al piso, dijo en la voz más alta que pudo: Cecilita, hija mía, ¿dónde estás? Aquí, abuelita, aquí—respondió la niña saliendo de la estancia de su madre.

Una lámpara que fué primero de petróleo, luego de gas y ahora es de luz eléctrica, alumbra la estancia.

Una mañana sintió impaciencia al ver que había pasado la hora habitual de la comida sin que Celinda volviese á la estancia.

Pasó por delante del criado sin aguardar a que éste la anunciase, avanzó resueltamente como quien tiene derecho a ello, atravesó tres o cuatro grandes estancias lujosamente decoradas, y alzando ella misma la rica cortina de raso con franja bordada, entró en una habitación más reducida donde se hallaban congregadas varias personas.

El conserje, medio dormido, doblaba los papeles, daba media vuelta a la llave del gas, y dejaba casi en tinieblas la estancia.

En esto inundaron la estancia más de cincuenta hombres y mujeres, armados con palos, puñales y pistolas, dando tremendos alaridos y lanzando fuego por los ojos.

Dejó solo a Carvallo para que aguardase por un momento su vuelta y vino con Acevedo a la estancia de Teletusa.

Don Carlos Rojas iba también á aquella hora visitando su estancia y haciendo cálculos sobre el porvenir.

Sólo tres obras de arte adornaban la estancia: una admirable copia del Cristo de Velázquez; otra de la Dolorosa de Tiziano, y ante uno de los balcones, destacando sobre el claror del hueco, una escultura fiel reproducción del San Francisco de Alonso Cano.

Como mis ascendientes eran ricos antiguos en aquella época y poseían una gran estancia, no quisieron adquirir campos nuevos.

Al fin del mismo nos demoraba al N una laguna grande, que se extendia en direccion casi paralela al camino: en su orilla meridional vimos una estancia de D. Clemente Lopez.

Pero á Ezeisa, á quien ha agraciado el Gobierno con 96 leguas de superficie, se le obligará á poblar 6 estancias con sus respectivos montes, para la seguridad y comodidad comun: igual conducta deberá observarse en lo dicho con cualquiera individuo que obtenga una extension tan extraordinaria como perjudicial y antipolítica á los intereses comunes y del estado.

Espero un poco; un perro con un cascabel al cuello entra y retoza por la estancia.

Con un negro sayo cubrieron su cuerpo después con un velo cubrieron su cara: de amigos y deudos se llenó la estancia, y velaron todos a la pobre muerta.

No era su costumbre; i cuando llegaba a aquella perfumada estancia, era para dormir la siesta, entre una i dos de la tarde, o para pasar la noche solo en el tálamo.

Así lo hizo aquel día, y apenas recorrió el corto pasillo que a la estancia principal conducía, encarose con Aurora que en aquel momento iba desde el centro, donde estaba la mesa, hacia una de las ventanas, llevando telas en la mano.

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