21 Metáforas para muebles

¡Ah, qué santas alegrías! ¡Ah, qué goces no sentidos Vuelan como blancas hadas Por la cuna de los hijos! ¡Cada cuadro es un recuerdo, Cada mueble es un amigo, Cada lágrima es un beso, Cada dicha es un suspiro!» Mi marido abrió los brazos.

Los muebles eran de aspecto tan frágil, que no osaba tocarlos; los colores de paredes y cortinas, tan raros y complicados, que daban el vértigo á sus ojos.

El rechinar de una puerta parecía un gemido mal disimulado; cada mueble un ataúd; cada lienzo un sudario.

¡Qué noche, gran Dios! Jurara en su febril desasosiego, que los muebles bailan; que las figuras de adorno disputan y pelean; que la mortecina luz, reverberando en opaca porcelana, refleja en puertas y paredes danzas de demonios y de brujas; y que oye hasta el ruido crepitante de sus miembros descarnados, y las carcajadas de sus bocas desgarradas y burlonas.

Los muebles que se veían en esta extraña vivienda, eran dos banquillos de madera, un lecho de paja cubierto por una vieja capa colorada, un hacha y algunos dogales: todo este conjunto miserable estaba alumbrado por una lámpara de barro, encendida delante de un tosquísimo grabado representando una Virgen, pegado en el muro en un ángulo de aquella especie de caverna, sobre el miserable lecho.

Con efecto, los muebles principales que la llenaban casi, eran una cama o catre de armadura de caoba, cubierto con un mosquitero de rengue azul, un armario de aquella propia madera, un casaquero o percha de lo mismo, un sofá negro de cerda, unas cuantas sillas con asiento de paja, una mesa a modo de bufete, y una butaca campechana.

Pero en Buenos Aires los muebles son cosas sin expresión: se compraron ayer todos juntos, y como hoy han pasado de moda, se venden todos en montón.

Los muebles están en desorden, y allá y acullá por los rincones se ven algunos de los veladores dormidos sobre una silla, haciendo la figura más triste, pues sus compañeros más fuertes, como uno de los recursos de la diversión en el velorio, les han tiznado la cara con un corcho carbonizado.

Los muebles (¡oh anacronismo!) son de estilo Luis XV, aunque enormes y en extremo dorados, como para satisfacer el gusto oriental, amigo de exuberancias.

La arquitectura, los muebles y los trajes son del gusto del Renacimiento.

Cubría las paredes rico damasco verde con el tono del mirto; los muebles, tapizados de brocatel algo más claro, eran de hechura antigua; la alfombra gruesa y casi blanca: del techo pendía una enorme araña de cristal con muchos colgajillos prismáticos y, bajo ella, sobre una mesita de mosaico, se veían varios libros ricamente encuadernados, reflejándose todo en grandes espejos con marcos de hojarasca dorada.

Los muebles eran de madera blanca y oro, con voluptuosas curvas, tapizados de gruesa seda bordada.

El único mueble nuevo era un piano de cola de Erard.

Entré en el palacio por una gran puerta de oro macizo, levanté un gran cortinaje de terciopelo, y advertí que todos los muebles y objetos eran de plata y oro.

Los muebles eran de raso o de felpa y seda combinadas con arreglo a la moda, siendo de notar que lo que allí se veía no chocaba por original ni tampoco por rutinario.

Todos los muebles de su aposento eran una red, ó como aquí llamamos, hamaca, para dormir, sin colchón ni almohada, unos cuantos libros devotos y un Santo Cristo.

Se nos olvidaba hacer mención de un mueble asaz importante por su rareza y que en verdad nadie hubiera presumido encontrar en sitio semejante: el mueble a que nos referimos era un reloj de cuclillo, de la Selva Negra, coronado de un pájaro que con su canto anunciaba las horas y las medias horas.

Los muebles eran severos; el damasco encarnado de las sillas y cortinas había empalidecido extremadamente.

Los muebles de las casas de tabla son pocas sillas, bancos de madera, y de caña dividida y amarrada con bejucos, denominados lankapi (papag).

El viejo mueble donde su madre guardaba el dinero estaba en el mismo sitio; pero ya no ocultaba cantidades amasadas lentamente a costa de sacrificios y privaciones para alzar hipotecas y suprimir acreedores.

Los muebles de aquella sala eran de poco valor, pero cómodos y aseados.

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