38 colocaciones para tararear

Federico soltó ligeramente las riendas sobre el cuello de la yegua, excitola con un silbido, y tarareó una canción.

Cuando la conversación recaía en cosas de arte, Ponte, que deliraba por la música y por el Real, tarareaba trozos de Norma y de Maria di Rohan, que Obdulia escuchaba con éxtasis.

Jhon se acababa de poner los guantes, tiró de su cordoncillo del puño para sujetarlos, tomó su baston y su sombrero, y se despidió, tarareando alguna cancion entre dientes.

Barría sin apresurarse, con firmeza y sosiego, como quien cuenta siempre llegar a tiempo, tarareando muy bajito un pasacalle.

Hacía memoria de unos versos de Heine que nombran á Toledo, de otros versos de Musset á las marquesas andaluzas de Barcelona, tarareaba una romanza sobre los naranjos de Sevilla...

al oído aquellos ritmos, y por las mañanas, cuando bajaba al jardín, después de decir misa en la Abadía ó en la capilla, solía tararear entre dientes algún cantorrio sin principio ni fin

Otro peregrino saca un salchichón, que parece una escopeta, y se pone á comer rajas y á tararear un himno piadoso.

El resto de la tarde lo pasaron sin salir del cuarto, refiriendo cuentos y tarareando aires populares y trozos de ópera al compás de una guitarra que Alfonso solía pulsar medianamente.

Era Víctor, que entró muy gozoso, tarareando un tango zarzuelero.

Un joven delgado, de pómulos salientes, ojos oblicuos y andar desgarbado entró haciendo mucho ruido y tarareando algunos compases de vals.

Después, en casa, leo, toco el piano, tarareo la ópera que se va a dar en el Colón, me entero de lo que dicen los diarios, de los noviazgos, de las reuniones, bailes y fiestas.

Todos sabéis que hasta hace diez o doce años, para el vulgo, música alemana era sinónima de obscuridad, de impenetrable profundidad, de ciencia abstrusa reservada únicamente a los iniciados, destinada a no ser comprendida jamás por el buen grueso público, a quien gusta salir del teatro tarareando los motivos de la ópera que acaba de oir.

De camino iba tarareando, sin parar mientes en ello, el vals de Strauss; los últimos peldaños los bajó haciendo zapatetas al compás de la música.

Vaya quien quisiere á ver malas tragedias en música, cuyas escenas no paran en mas que en traer al estricote dos ó tres ridiculas coplas donde lucen los gorgeos de una cantarina; saboréese otro en oir á un tiple tararear el papel de César ó Caton, y pasearse en afeminados pasos por las tablas: yo por , muchos años hace que no veo semejantes majaderías de que tanto se ufana hoy la Italia, y que tan caras pagan los soberanos extrangeros.

La banda pasó y repasó varias veces la única calle del Palmar, prolongando la carrera para que el público quedase satisfecho metiéndose en los callejones que quedaban entre las barracas y saliendo al canal para retroceder otra vez á la calle, y el pueblo entero la seguía en estas evoluciones tarareando á gritos los pasajes más vivos del pasodoble.

Martín se acostó tarareando una mazurka, desprendió los tirantes de sus pantalones con una habitual sencillez... Al día siguiente os enterasteis con sorpresa de que Martín había muerto de una inesperada manera repentina.

Así son ellas,»pensó Lázaro al verlas; y volviendo al libro los ojos, prosiguió su paseo hasta llegar a la ventana donde estaba la doncella, que para distraer su trabajo tarareaba a media voz una polka de moda.

Barría sin apresurarse, con firmeza y sosiego, como quien cuenta siempre llegar a tiempo, tarareando muy bajito un pasacalle.

Sin embargo, en la enfermería, cuando entraba por la mañana o al participar, en la comida, del vino que había comprado a hurtadillas para nosotros, tarareaba siempre entre dientes: "Levántasi, muchachi", etc.

Y fuímos a Fornos y tomamos el ponche, todo a cuenta de la plata de Trinito, quien nos hizo de nuevo una monografía sobre los plagios y rapsodias de la ópera, y nos tarareó su indignación y hasta nos la tecleó sobre la mesa.

Entró alegremente, me besó en la oscuridad del vestíbulo y me siguió tarareando hasta el salón donde se quedó admirada viendo á la luz del crepúsculo mi extremada palidez, mi desorden y mi angustia.

La condesa principió á tararear piano la famosa frase il sol de l'ánima de Rigoletto.

El profesor les tarareaba el estribillo de moda; estas desventuradas debían desgañitarse cantando en seguida aquello en los music-halls de provincias, donde son entregadas como pasto a los sargentos mayores de la guarnición.

Pasó tarareando al comedor y al lado del plato encontró un telegrama que acababa de llegar.

[1260] Y un báquico cantar tarareando, Cruza aquella quimérica morada, Con atrevida indiferencia andando, Mofa en los labios, y la vista osada; Y el rumor que sus pasos van formando, Y el golpe que al andar le da la espada, Tristes ecos

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