42 Adjetivos para describir arrieros

El arriero español posee un caudal inagotable de canciones y romances con que aligera sus continuas fatigas.

El capitán dio con el pie al arriero principal que estaba tendido junto al fuego, y le despertó.

Hay una clase de arrieros muy poco conocida de los viajeros europeos: los maragatos, cuyo centro está situado en San Román, cerca de Astorga; ellos, al igual de los judíos y los gitanos, viven exclusivamente entre los suyos, conservan sus trajes primitivos y nunca se casan fuera de su región.

Di gracias al juez por la buena y pronta justicia que me quería hacer; y apenas había acabado mi cumplido, cuando llegó el arriero entre dos alguaciles.

El arriero malagueño (alojado allí con sus tres mulas, y resuelto á no marcharse de la Ciudad hasta despues de la Rifa que tanto le elogiara el mismo Venegas la tarde anterior) hallábase en el patio, haciendo de portero, y saludó con una profunda reverencia al extraordinario personaje con quien habia andado tres largas jornadas sin imaginar que llevaba consigo al terror y asombro de las gentes.

Todavía encontró en los senderos de la vertiente del Pacífico á un arriero boliviano, con poncho rojo y sombrero de piel, que guiaba una fila de llamas, cada una con dos paquetes en los lomos.

¡Es imposible! ¡Por Santiago! Ha despedido al reverendo padre Pablo tratándole como a un arriero borracho.

Había el arriero concertado con ella que aquella noche se refocilarían juntos, y ella le había dado su palabra de que, en estando sosegados los huéspedes y durmiendo sus amos, le iría a buscar y satisfacerle el gusto en cuanto le mandase.

Después iban llegando los varones: pobres arrieros, curtidos por los vientos glaciales de la Cordillera que derriban á las mulas.

Conoció luego el alférez el negocio de que se trataba, y, como era hombre grosero y brutal, regaló provisionalmente al enamorado arriero con cinco o seis buenos palos con el mango de la alabarda, y le arengó con unas voces tan ofensivas al pudor como la acción que daba motivo a la arenga.

Algunas se casaron con arrieros enriquecidos, con labriegos dichosos y con afortunados contrabandistas.

Sucedía a estos dos lechos el del arriero, fabricado, como se ha dicho, de las enjalmas y todo el adorno de los dos mejores mulos que traía, aunque eran doce, lucios, gordos y famosos, porque era uno de los ricos arrieros de Arévalo, según lo dice el autor desta historia, que deste arriero hace particular mención, porque le conocía muy bien, y aun quieren decir que era algo pariente suyo.

Pero aunque son los arrieros más fieles de España, distan mucho de ser desinteresados; en general, cobran por el transporte de mercancías el doble, cuando menos, de lo que a otros del mismo oficio les parecería suficiente recompensa.

En esto se presentaron unas cuantas personas en el zaguán, y entre ellas un arriero gordo, con un candil en la mano.

, pues, continuó diciendo el arriero, halagado al recibir aquella aprobación por parte de un hombre como el oficial, que mis mulas estaban aparejadas, aguardándome en el corral, custodiadas por los peones, y me disponía para marchar.

Este remedo de la muerte es más igualatorio que la muerte misma, como dice Don Quijote, porque un honrado arriero español, tumbado en una dura saca de paja, duerme más tranquilo que la inquieta cabeza de un embaucador que ciñe corona ajena.

Ahora, la tibia caricia del sol amigo, la solidez del piso que retumba bajo el casco del la mula, el silbido del arriero indiferente, al desvanecer toda inquietud en la cruzada, acentúan su vulgar monotonía.

Unos cuantos carlistas valencianos, capitaneados por un arriero, llamado el Roch, y por un esterero de Crevillente, apodado el Tate, entraron por instigación de los frailes y de Selva en el segundo patio, con el asentimiento del alcaide don Paco, y se dedicaron a hacer prosélitos.

No diré que si usted bebe ese peleón que traen los arrieros de Toro, lleno de campeche y otras porquerías, no quede usted peor que antes; pero en tratándose del vino de Rueda legítimo y con diez años en la bodega, como el que tiene delante, diga usted que es una bendición del cielo, y que apaga la sed lo mismo que hace discurrir á un borrico... ¡Calle!...

lo que quería decir que: "Al burro lerdo hay que darle arriero loco, y al asno muerto, la cebada al rabo.

Nosotros nos paramos en Portici, donde, a defecto de la Muda del maestro Auber, encontramos a un locuaz arriero, que nos prepara las caballerías para la ascensión al Vesubio.

Iban todos los arrieros muy majos, y llevaban sus cabalgaduras colleras cuajadas de cascabeles.

El arriero malagueño (alojado allí con sus tres mulas, y resuelto á no marcharse de la Ciudad hasta despues de la Rifa que tanto le elogiara el mismo Venegas la tarde anterior) hallábase en el patio, haciendo de portero, y saludó con una profunda reverencia al extraordinario personaje con quien habia andado tres largas jornadas sin imaginar que llevaba consigo al terror y asombro de las gentes.

Con él pasaré mi vida en un continuo éxtasis, y cuando una misma losa cubra al cabo de muchos años nuestras cenizas, todavía inseparables, que vengan entonces a echarme en cara si lo que comí en vida fué potaje de lentejas, o si mi esposo tenía un miserable arriero por tatarabuelo.

El viejo hostelero de lentes redondos, una vieja andrajosa que yo había visto en el patio echando al aire una cometa de papel, los arrieros mongoles, las criaturas piojosas, todos desaparecieron.

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