Yo soy don Quijote de la Mancha, cuyo asumpto es acudir a toda suerte de menesterosos, y, siendo esto así, como lo es, no habéis menester, señora, captar benevolencias ni buscar preámbulos, sino, a la llana y sin rodeos, decir vuestros males, que oídos os escuchan que sabrán, si no remediarlos, dolerse dellos.

Y así buen rostro á todos males hace, Y en su gusto á su gusto satisface.

La turbacion y priesa yo decilla, Aunque quiera hacer un largo canto, No podré: cabalgaba uno sin silla, El otro aunque con silla con espanto, El otro iba sin freno en su baquilla, El pecador temía, y el mas santo: Al fin todos estaban temerosos, Y de futuros males recelosos.

¡He ahí á ese piadoso y gran pueblo orando en alta voz para glorificar al Santo y pedirle el remedio y el consuelo de los males de la patria!

Parecieron ante el Audiencia Luis G. de Leyva i Antonio de la Llana, procuradores de Venezuela, presentando una provanza sobre «los males

Los sordos respondían despropósitos; los resfriados tosiendo, los cojos, cojeando; y todos referían sus males y miserias, con lo que excitaban la risa del auditorio.

¿Qué bienes ó qué males trajo el descubrimiento de América á España, al resto del mundo y á los naturales de este Continente?

Si hubiera una buena legislación agrícola, que sobre la base de la libertad de las industrias y del trabajo, facilitara á los indios el conseguirlo, y á los patrones el no verse burlados por los que tienen anticipos, se podrían evitar, en mucha parte, los males que resultan del modo vicioso y primitivo, en que se halla tan importante ramo entre nosotros.

Los males que sufre el país son efecto de los monopolios y los mandamientos.

El hambre es la causa de muchos males sociales.

Esas lenguas de los aborígenes impiden el contacto de la gente ladina con aquellas masas inertes y estacionarias, que se concentran en pueblos orientales; que ven con miedo y odio á los de otras razas que tantos males les han hecho.

¡Yo no creía que la cosa me diese tanta pena!murmuró el padre Dámaso con voz llorosa;pero de dos males el menor.

Agora los enemigos hados, habiendo envidia del bien que esperaba tener, han vuelto al reves mis esperanzas en sospiros, sollozos y lágrimas, y de bienaventurada que pudiera ser, me han hecho la más sin ventura mujer de cuantas nacieron, con tu desdichada muerte, quedando sin tí en perpétua soledad, porque no fué Dios servido darme otra sino á tí, y doblados mis males, añadida orfandad á mi primera viudez.

¡Oh amor, amor! á tí me vuelvo y de tí me quiero quexar, pues tanto mal has causado, quién tuviese lengua para decir los males que haces y los malos recabdos que por tí se cometen.

Ya se alexan los mis males, Ya el dolor tambien se olvida, Ya las ánsias tan mortales, Ya las cuitas desiguales No amenazan á la vida.

Los males huyen a los cristales de la viuda Clicquot.

¡Se le hará, se le hará!afirmó doña Claudia, mirando embobada á su hijo, pues desde que empezaron aquellos desórdenes orgánicos, la madre no cesaba de leer atentamente á todas horas en la fisonomía del capellán, buscando la cifra de sus misteriosos males.

¡Tal es la anarquía que reina en la villa y corte! Lo repito: la nacionalidad española no existe todavía, ni puede existir si no se remedian estos males.

LETRA I. Contra los males de la vejez.

EL CORO ¡Oh las más generosas de todas las hijas!, hay que sufrir con valor los males que los dioses os envían; no os dejéis extraviar por vuestro dolor; vuestra suerte no es tan deplorable.

ANTÍGONA Añoro ¡ay! hasta los males que compartía con él; lo que había en ellos de más penoso era un placer para mí cuando le sostenía en mis brazos.

[Ilustración] ACTO PRIMERO ESCENA PRIMERA ANTÍGONA, ISMENA ANTÍGONA Cara Ismena, cara hermana, conocidos os son el número y la extensión de los males que nos ha legado Edipo, y hasta qué punto Zeus, durante nuestra vida, ha querido abatirnos.

Todo ha cambiado al punto de aspecto y el poderoso Marte, combatiendo a nuestro lado, ha hecho caer sobre nuestros enemigos los males que ellos nos preparaban.

He sufrido ya males para tener la fuerza de escucharos.

Así, estos dos esposos, reunidos en la morada de los muertos, están acostados uno junto a otro, para enseñar a los humanos que la imprudencia es el más funesto de todos los males.