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; pero el modo de llevar el pañuelo anudado á la cabeza, sus pantalones de pana y otros detalles de su traje, delataban que no era de la huerta, donde el adorno personal ha ido poco á poco contaminándose del gusto de la ciudad.

El flaco macho que los había conducido quedaba en la posada de Las Tres Coronas, esperando tomar la vuelta a las áridas montañas de Teruel; y el padre y el hijo, con los trajes de pana deslustrados en costuras y rodilleras y el pañuelo anudado a las sienes como una estrecha cinta, iban por las tiendas, de puerta en puerta, vergonzosos y encogidos, como si pidiesen limosna, preguntando si necesitaban un criadico.

Voy ... es un viejecito barrigoncito, con calzones de pana y medias rayadas.

Su traje no era de aldeano ni de caballero: chaqueta de pana, pantalón largo, botas altas y sombrero de fieltro: colgando por encima del chaleco una gran cadena de plata para el reloj.

Capítulo III Donde el autor dice quién es la mujer bonita El padre de Cristeta fue covachuelista a la antigua, con poco sueldo, menos consideración, gorrito de pana y mangotes de percalina negra: la madre fue encajera de primorosas manos, que así componía, dejándolo nuevo, un entredós de Malinas, como restauraba un cuello de Alençon.

El pintor no se acordaba de que la había cogido por la mañana para pagar una cuenta, guardándola luego distraídamente en su chaquetón de pana.

Y luego, ya despiertas, hablan y sacan por la abertura del brial sendas faltriqueras de pana.

Vestía un chaquetón del grueso de una albarda, y hacía rodar su gorra de pana entre los dedos con manifiesto embarazo mientras declaraba.

Metiéronse Villaamil y su guía en un despacho donde había dos mesas y una sola persona, que en aquel momento se mudaba el sombrero por un gorro de pana morada, y las botas por zapatillas.

Pero sus amigos le ayudaban á vivir, le mantenían y le compraban algún levitón de pana.

En un ángulo de la sala estaban agrupados los cuatro candelabros con sus cirios apagados, las mechas duras y achatadas sobre la cera, que había formado al derretirse una masa de coagulaciones semejantes a las labores góticas de una abadía; a un lado de ellos estaba la manta de pana negra, raída, con sus guardas galonadas.

Era un hombre simpático, no muy limpio, de barba inculta, la nariz muy gruesa, personalidad negligente, terminada por arriba en una caballera de matorral, que debía de tener muy poco trato con los peines, y por abajo en anchas y muy usadas pantuflas de pana, que iba arrastrando por los ladrillos de la rebotica y laboratorio.

Consistían en dos camisas y media; dos corbatines; uno o dos pares de medias de estambre; un viejo par de calzones cortos de pana; una navaja mohosa; un libro de salmodia con las puntas llenas de dobleces; y un diapasón roto.

Por delante comenzaban ya a pasar en dirección a la iglesia los vecinos de Canzana vestidos con el traje de fiesta, la tosca camisa blanquísima, el calzón corto de paño con botones plateados, la chaqueta al hombro, enhiesta la picuda montera de pana.

En medio del recinto se levantaba una plataforma de tabla de pino, de quita y pon; sobre ella a un lado había tres filas de bancos sin respaldos, y enfrente de ellos una mesa cubierta de damasco viejo, manchado de cera, presidida por un sillón de pana roja y varios taburetes de igual paño.

Él solía en tales ocasiones buscar un aldeano que usara la antigua montera del país; se la pedía en préstamo y se presentaba cubierto con aquel trapo de pana negra al respetable concurso.

Vestía calzón de paño negro a media pierna, zapatos de pana con hebillas de piedra, casaca y chaleco de terciopelo, pendiendo de este último una gruesa cadena de plata con hermosísimos sellos.

El anciano cura vestía unos calzones anchos de pana, remendados, como los que gastan los paisanos por aquella tierra; traía en los pies almadreñas con escarpines de paño burdo, chaqueta lustrosa por el uso, y camisa de lienzo hilado por el ama, sin alzacuello ni cosa que lo valga.

El calzon se ajustaba a la rodilla con una hebilla de acero i dejaba libres unas medias blancas como la nieve, que terminaban en zapatones de pana igual a la del traje.

Llevaba mantelo negro, liso y muy ceñido, con ancha cenefa de pana; dengue negro también, recamado de azabache y sujeto á la cintura con un broche de dos conchitas de plata relucientes; al cuello, pañolito de seda azul.

Venía en mangas de camisa y llevaba chaleco y calzones de pana.

Y Ana veía desaparecer entre las ramas aquel sombrero redondo, flexible, siempre gris, aquel tapabocas de cuadros de pana eternamente colgado al cuello, aquella cazadora parda y aquellos pantalones ni anchos ni estrechos, ni nuevos ni viejos, de ramitos borrosos de lana verde y roja alternando sobre fondo negro.

bajo i una capa cuesco de lúcuma, que jamas se apartaba de sus hombros, hiciera frio o calor, i que cubria su cuerpo vestido de chaqueta i de calzon de pana negra.

Llegaba vestida de nuevo con saya negra de estameña que dejaba ver medias blancas y finas, delantal bordado de flores, dengue de pana, corales a la garganta, y ceñida la cabeza con un pañuelo colorado de seda cuyos flecos le caían graciosamente sobre las sienes.

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