530 Adjetivos para describir don

Yo me acordé al punto del pobre don Diego.

, hela aquí... ¡Es la ingrata! Se puede decir, señores, que el cielo le ha dotado de sus más preciosos dones, la estatura, el andar, la expresión...

Pues de zapatos estamos discutiendo, mi querido don Anselmo.

Desde que un ladrón «muerto de hambre» había logrado imponerse á todos ellos, los propietarios se reían, y para vengarse de diez años de forzada mansedumbre, se hacían más malos que el famoso don Salvador.

La mirada del atónito montero vagaba absorta de un lado á otro, sin saber dónde fijarse, hasta que sentado bajo un pabellón de verdura que parecía servirle de dosel, y rodeado de un grupo de mujeres todas á cual más bellas, que la ayudaban á despojarse de sus ligerísimas vestiduras, creyó ver el objeto de sus ocultas adoraciones, la hija del noble don Dionís, la incomparable Constanza.

Doña Luz sentía profundamente la dignidad humana, pero suponía que lo claro y distinto de este sentimiento, que había en ella más que en otras personas, no dependía sólo de un don natural y gratuito, sino de una educación superior a la de la generalidad, y mucho más esmerada.

La madre tiene amor, no tiene juicio; tiene abnegacion, no tiene reserva; sabe criar á sus hijos en sus pechos, no sabe criarlos para el mundo; tiene el don divino de darles el sér; no tiene el don humano de darles la felicidad;

Con ese don especial para conocer a los hombres, que poseen todos los que han de lograr éxito feliz en el mundo, Salabert penetró, al poco tiempo de tenerle por ínfimo escribiente, el carácter y la inteligencia de Llera.

El amo no se diferenciaba de Fermín en más de media docena de años; también lo había visto él correr como un muchacho por la viña en tiempos del difunto don Pablo; pero ahora era el jefe de la familia, el director de la casa, y él entendía la autoridad a uso antiguo, ceñuda e indiscutible como la de Dios, con gritos y arrebatos de cólera, apenas adivinaba la más ligera desobediencia.

Las trémulas llamaradas, que el fuego de la chimenea despedía, hacían oscilar fantásticamente, sobre las paredes del aposento, la sombra del viejo don Alejandro.

Por sugestión del excelente don Amaranto,

Estos tienen el don maravilloso de practicar el arte y de legislar sobre él, y son maestros en todo cuanto cae debajo del fuero de la pluma.

escudo en el suelo, y a don Quijote armado y pensativo, con la más triste y melancólica figura que pudiera formar la misma tristeza.

Mas este don celestial es muy raro, y en un siglo entero se ve en muy pocos.

Pepe Castro poseía el don admirable de olvidar, en un momento dado, la palabra castellana, y después de algunas vacilaciones pronunciar la francesa con perfecta naturalidad.

Ni por sacrificar otras comodidades a los trapos, ni por exhibirse sin medida al balcón y en los paseos, ni por asistir a los saraos de Quiñones con una constancia digna de ser premiada, pudieron lograr hasta la hora presente los dones preciados de Himeneo.

Las ideas tristes habían volado como pájaros de invierno, Ana se había visto en el paseo de San Blas rodeada del mundo, agasajada, y a su lado iba don Álvaro Mesía, enamorado, triste de tanto amor, resignado, cariñoso sin interés, suave y tierno, sin esperanza.

Ahora que, pues posees ese don inapreciable y fuera de lo común de improvisar como quien bosteza, no es justo, ¡qué ajo!, que en ocasiones sonadas no hagas gala de él y dejes aturulados a quienes te oigan.

Me despedí de todos, y salí con don Ciriaco, entusiasmado.

¿Quién pudiera imaginar que don Fernando, caballero ilustre, discreto, obligado de mis servicios, poderoso para alcanzar lo que el deseo amoroso le pidiese dondequiera que le ocupase, se había de enconar, como suele decirse, en tomarme a una sola oveja, que aún no poseía?

De lo que a don Quijote le sucedió con su escudero Sancho yendo a su aldea Iba el vencido y asendereado don Quijote pensativo además por una parte, y muy alegre por otra.

De estar don Marcos presente, hubiese reconocido esta voz.

Son don fulano, don fulano y don fulano, conde, duque y marqués, y en fin, es inútil, todo el mundo los conoce.

¡Juerga completa! Pero pacífica, honesta, reposada, sin palabras libres, ni ademanes audaces, que asustasen a las espectadoras, muchachas que habían oído hablar en sus pueblos del terrible don Luis, y al verle de cerca perdían sus prevenciones, reconociendo que no era tan malo como su fama.

Es cierto que reconociendo Juanita que era peligroso dejarse acompañar por don Andrés todas las noches, espió con maña el momento en que don Andrés no la aguardaba en el zaguán, y en lo sucesivo logró escaparse siempre a su casa sin ser por don Andrés acompañada.

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