32 colocaciones para empinado

Las niñas imitaban la solicitud de la mamá; todo era: «Tío tome usted esto; tío, coma usted lo otro»; y el tío, cada vez más encarnado y alegróte, engullía cuanto le ponían en el plato, y como le llenaban el vaso así como lo dejaba vacío, el resultado era que empinaba continuamente el codo.

Y se interrumpía para empinar la botella del aguardiente, pasándola después a los compañeros.

El clérigo sabía que estas cruces señalan el lugar donde un hombre pereció de muerte violenta; y, persignándose, rezó un padrenuestro, mientras el caballo, sin duda por olfatear el rastro de algún zorro, temblaba levemente empinando las orejas, y adoptaba un trotecillo medroso que en breve le condujo a una encrucijada.

Ponían los platos encima de un velador, y como Constantino tenía la mala costumbre de empinar las sillas para sentarse, descargando todo el peso sobre las dos patas de atrás, de la media docena que compraron no quedaban útiles más que dos.

Ella decía que , moviendo la cabeza débilmente, y hasta se empinó sobre las puntas de los pies para besar agradecida aquella boca que parecía arrullarla á través de las nubes de pelos; pero su gesto era triste y sus desmayados movimientos de flor marchita, como si no existiese alegría mundanal que pudiera sacarla de este desaliento.

Pues digo, que si se ganasen empinando el codo, Rodolfito mío, te tendríamos de canciller hace años.

LAS ESPIGAS La espiga rica en fruto se inclina a tierra; la que no tiene grano se empina tiesa.

Álzase éste casi en la cima de enhiesto cerro, estribación de próxima y empinada sierra, derivada a su vez, según noticias recogidas sobre el terreno, de la cordillera de la Peña y de Gratal.

165 Una noche que riunidos estaban en la carpeta empinando una limeta el jefe y el juez de paz, yo no quise aguardar más, y me hice humo en un sotreta.

Se empinó para tocarle... ¡Qué miedo tan terrible!... ¡Virgen santa; Tristán ya no era un niño; era una piedra, una piedra de hielo que dejó dolorida y temblorosa la manita de Lali!...

Era el tal, jugador, holgazán, pendenciero, pero, sobre todo, borracho, y con tan mal vino, que su desdichada compañera podía contar las copas que empinaba por los guantazos y empellones que ella recibía luego.

En fin, tirando el sombrero sobre la nuca, estirando la pierna, empinando el vientre, bostecé formidablemente.

En fin, tirando el sombrero sobre la nuca, estirando la pierna, empinando el vientre, bostecé formidablemente.

Pero de improviso se empinó sobre los estribos, colocó su mano derecha sobre sus ojos a manera de pantalla, y miró atentamente.

Y eso que iban ya a pedirr la bendición a Su Santidad y todo, todo... Te advierto estoprosiguió el tío Frasquito, empinando el dedoporrque si piensas consultarrle alguna... vocación o confesarrte...

III LA GUERRA DE LA ROCA Algunos de los heroísmos y penalidades más característicos de los exploradores en nuestro dominio, ocurrieron alrededor de la asombrosa roca Acoma, la extraña ciudad empinada de los Pueblos Queres.

La rampa es muy poco empinada, de suerte que puede subirse por ella a caballo, proeza cumplida, según dicen, por Fernando VII.

La rampa es muy poco empinada, de suerte que puede subirse por ella a caballo, proeza cumplida, según dicen, por Fernando VII.

Cinco ó seis grandes humaredas empinaban aún sus penachos; y bajo el cielo que no se había enturbiado un momento, un cielo cuya crudeza azul certificaba indiferencias eternas, la pobre ciudad, mi pobre ciudad, muerta, muerta para siempre, hedía como un verdadero cadáver.

»Cual propia, en la ciudad mis compañeros Entran: pórticos que amplios los reciban Les abre Heleno, y de ellos los primeros En fuentes, tazas de oro, comen, liban; Llenas copas empinan placenteros, Y resuena el salon.

165 Una noche que riunidos estaban en la carpeta empinando una limeta el jefe y el juez de paz, yo no quise aguardar más, y me hice humo en un sotreta.

Á los empinados su caída y á los caídos su merecido.

El francés recomendaba la sobriedad, «para no echar vaho»; pero él se empinó hasta tres copas, diciendo al concluir:

Yo no tengo más amo que el rey, declaró otro de los presentes, después de empinar un jarro lleno de cerveza.

Al llegar a cierto paraje, donde se encuentran algunos avellanos silvestres que se empinan jigantescos, robustos e inmobiles, una de ellas se arroja de rodillas a los piés de una de las otras.

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