47 Adjetivos para describir congojas

La resistencia más tenaz y briosa, la protesta más desesperada, unas manitas de acero que no podía cautivar, un cuerpo nervioso que se sacudía rehuyendo toda presión, y al mismo tiempo varias exclamaciones de profunda y verdadera congoja, dos o tres gritos ahogados que demandaban socorro....

Le dieron congojas tan fuertes, que se le acababa la respiración...

Una congoja infinita oprimía mi corazón, mientras en mi cabeza notaba la sensación de vacío de plomo (no expresarlo de otro modo) que los comienzos de las jaquecas nerviosas producen.

Necesito completar hoy lo que entonces no hice más que indicarle; necesito expresarle á usted, aunque sea bien difícil, el amor, la idolatría que usted me inspira, las terribles congojas que desde hace un mes he experimentado, el estado de verdadera locura á que su crueldad me ha conducido...

Una congoja mortal agitaba su espíritu, y ocultando el rostro en la frondosa crin del caballo, exclamó: ¡Ay, hermano mio! sin pronunciar mas palabra: tan expresivo es, con ser tan callado, el sentimiento de un guerrero.

Gloria que había oído la anterior arenga con indecible congoja,

Porque Dios se nos revela porque sufre y porque sufrimos; porque sufre exige nuestro amor, y porque sufrimos nos da el suyo y cubre nuestra congoja con la congoja eterna é infinita.

Gloria trató de decir algo; pero entróle una congoja penosísima; su corazón oprimido latía con fuerza, y era tal la sofocación de su pecho, que Serafinita le retiró las sábanas para que el peso de ellas no le molestase.

Acabas de librarme de una congoja moral con el olvido de esa deuda.

Y tiene el dolor sus grados, según se adentra; desde aquel dolor que flota en el mar de las apariencias, hasta la eterna congoja, la fuente del sentimiento trágico de la vida, que va a posarse en lo hondo de lo eterno, y allí despierta el consuelo; desde aquel dolor físico que nos hace retorcer el cuerpo, hasta la congoja religiosa, que nos hace acostarnos en el seno de Dios y recibir allí el riego de sus lágrimas divinas.

Al verla llénase mi corazón de intensísima congoja y las lágrimas acuden á mis ojos, considerando el aflictivo estado en que los perversos tienen al que es antorcha esplendorosísima que ilumina el mundo.

Volvió á cerrar los ojos y á hundir la frente, y una voz decía dentro de su cerebro: ¡Ya voy, ya estoy cerca, ya te toco! La señorita de Lantigua experimentó una sensación de anhelo ó expectativa que la llenaba de indecibles congojas.

La congoja de doña Paula fué cesando poco a poco; pero quedaron restos de ella por toda la noche.

Y al fin el Moro comprendió, con pasmo Mortal y con hondísima congoja, Que aquella multitud, cuyo entusiasmo Se extinguió ante su faz de sangre roja, Y tornó sus miradas compasiva Á la cristiana multitud cautiva, No vió sobre el laurel de la victoria El reflejo del astro de la gloria, Sino el reflejo torvo y fugitivo De la hoja de alfanje vengativo.

Es la congoja humana ensayando en un rústico tubo el ritmo de su primer estremecimiento.

Son ellos, efectivamente, los que padecen el horror del silencio, sin otra esperanza que nuestra remisa equidad, y lo padecen dentro de nosotros mismos, ennegreciéndonos el alma con su propia congoja inicua, hasta volvernos cobardes y ruines.

Y se detiene indócil, asaltada por el recuerdo de su hija, con insufrible congoja.

Hay que comprender que en los días actuales René y Olompio, además de sus congojas interiores, tienen que soportar mayores ásperas luchas con la vida.

Sentíase él tan propenso a la emoción, que cuando los labios de la santa tocaron su frente, le entró una leve congoja y a punto estuvo de darlo a conocer.

Sus mayores congojas eran el tomar el primer alimento: unos caldos insípidos, desabridos, que don Víctor enfriaba a soplos, soplando con fe y perseverancia, dando a entender su celo y su cariño en aquel modo de soplar.

Era un vacío de tedio cortado por congojas monetarias.

Continuaba el desmayo y aquella congoja muda que hacia presentir acaso una afeccion mayor y mas peligrosa, si la ciencia no acudía al socorro de Estrella.

Notó entonces este que había olvidado el pañuelo allá arriba, en el sitio del combate, y volvió corriendo en su busca; el niño, mientras tanto, desasosegado y sin tino, sintiendo tras aquella conmoción tan ruda la natural congoja del vómito, inclinóse demasiado sobre la roca y cayó rodando hasta el mar...

Para tranquilizarse un tanto, cuando las congojas nerviosas la invadían, preguntaba a la doncella: ¿Anda don Tomás por la huerta?

Don Gil era desgraciado de día porque también lo era de noche, y esta congoja noctámbula enfermaba sus nervios.

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