Por lo común, aparecen bajo forma breve, concisa, como incidentes del diálogo; o bien se encarnan en un ejemplo, tanto más convincente cuanto que no es un tipo unilateral: tales, el Don García de La verdad sospechosa y el Don Mendo de Las paredes oyen (ejemplos a contrario) o el Garci-Ruiz de Alarcón de Los favores del Mundo y el Marqués Don Fadrique de Ganar amigos.

Así se constituye el progreso por una como oscilación entre las cualidades contrarias que, sucesivamente, se desprenden y se encarnan en la vida.

La antítesis de estos dos personajes, que en realidad son uno mismo desdoblado en dos, de tal modo que el uno sin el otro no tendrían existencia, es la reproducción audaz y feliz de un tema eterno, de aquél mismo que encarnó de modo incomparable en las inmortales figuras de Don Quijote y Sancho.

En las entrañas de la Virgen encarnó el Verbo, pero una sola vez: en sus manos de sacerdote, por virtud de frases salidas de sus labios, encarnaría el Verbo todos los días, y no en forma mortal, como le concibió María de Nazareth, sino impasible, inmortal, glorioso, como está en los cielos.

Llegó a admirarla como un bruto: el ideal de la belleza se encarnó para él en sus carnes frescas, sonrosadas y un tanto crasas.

La noción de gobierno, esto es, la de una entidad tutelar y directiva, nacida del consenso general, digna de respeto, necesariamente fuerte y obligatoriamente honesta, empezó a entrar en el alma nacional cuando, después de predicarla durante cuarenta años, Sarmiento la encarnó en la Presidencia.

Y entoavía no había arrematao de icirlo, cuando le dió gusto al deo, y ¡pum! ¡vaya un berrío que dió la vizcaína! ¿Y qué, encarnó?

No tomó de éste ninguna de sus aficiones, aunque las encarnó todas, porque en tan temprana edad ya constituían todas ellas la ambiciosa inclinación de su espíritu.

Se encarnaban los anzuelos del besugo y el de la merluza, con carnada de sardina,

Á medida que se encarnaban los anzuelos, se iban colocando en el fondo de la copa con los reñales tendidos sobre las paredillas, y el cordel recogido sobre los bordes.

Allí preparaban entonces sus artes para la madrugada siguiente; y allí, por tanto, encarnaban los innúmeros anzuelos de sus cordeles besugueros; y allí se embobalicaba Andrés viendo con qué primor iban los pescadores colocando en el fondo de la copa los anzuelos encarnados, contra las paredes los reñales, y sobre los bordes el cordel.

Andrés y Sotileza, sentados á popa, disponían y encarnaban los aparejos entre dichos harto inocentes y alegres carcajadas.

las vagas figuras del sueño, se encarnan en líneas tan puras que el sueño recibe la sangre del mundo mortal, y Psiquis consigue su empeño de ser advertida a través del terrestre cristal.

Cuando le oigo en ocasiones, o cuando leo algunas de sus ácidas páginas que terminan generalmente en un suspiro, en una sonrisa o en una lágrima, recuerdo aquella admirable figura de abuelo gruñón y tan sensible que encarnó Hugo en el M. Guillenormand de Los Miserables.

Fuera de las muchas batallas de que aún guarda memoria el suelo de Francia, dos grandes figuras encarnan en la memoria popular la antipatía: la Buena Lorena, la Pucela, cuya hoguera se convirtió en fuego de rencor histórico, y Napoleón, Rouen, Waterloo, Santa Elena, impedirán siempre un definitivo acercamiento.

Es de los que encarnan el alma de la raza, es de los representativos.

De tal modo, ellos encarnan la vida superior de sus patrias, la única verdadera vida, puesto que es inmortal.

La fábula encarnó en los animales de nuestra fauna sus eternas moralejas.

Allí está la Rosa en que el Verbo divino encarnó; y allí están los lirios por cuyo aroma se descubre el buen camino.

No hay que reírse, porque á la salud de ustedes, de la mia, y la de todos, baxó del Cielo Jesu-Christo, y encarnó en las Entrañas de María.

Así como Júpiter encarnó en el cisne, Orfeo ha encarnado en el arpa para yacer con las mujeres.

Pero continúa exponiéndonos el remedio de salvación y nos muestra cómo el Verbo eterno encarnó, sufrió y murió en la cruz, redimiendo de esos pecados al género humano, quedando el hombre y la naturaleza rehabilitados en la esperanza spé salvi facti sumus, que dice el Apóstol.

Cerca de diez mil casas religiosas, poblaron la Península; el clero, instrumento precioso de la empresa, duplicó su poderío, que no hacía, después de todo, sino realzar el mal ejemplo de la improductividad; y como la conquista religiosa derivaba tan directamente de la guerrera, militar fué el espíritu de la orden que encarnó aquel ideal.

El propio Homero encarnó ya, en Tersites, el envidioso de los tiempos heroicos; como si sus lacras físicas fuesen exiguas para exponerlo al baldón eterno, en un simple verso nos da la línea sombría de su moral, diciéndolo enemigo de Aquiles y de Ulises: puede medirse por las excelencias de las personas que envidia.

Menos acción tuvo Tolstoi sobre estos movimientos, que la que ellos tuvieron sobre él; y el interés de sus escritos está precisamente en que, a despecho de lo que han pretendido los escritores del partido de la revolución, como Gorki, él encarnó la voz del viejo pueblo ruso.