115 colocaciones para otoño

Era una mañana de otoño; el pueblo comenzaba a desperezarse, las brumas iban subiendo por el monte Izarra y del puerto salía, despacio, una goleta.

Fija en una silleta baja, que había llegado a ser parte de su persona, se ocupaba en arreglar perifollos para decorarse, y a su lado se veían, en diversas cestillas de mimbre, plumas apolilladas, cintas de matices mustios, trapos de seda arrugados y descoloridos como las hojas de otoño, todo impregnado de un cierto olor de tumba mezclado de perfume de alcanfor.

Al fin llegó á un punto donde creyó percibir un rumor sordo, que pudiera compararse al zumbido lejano de un enjambre de abejas, cuando, en las tardes del otoño, revolotean en derredor de las últimas flores.

Los últimos ruiseñores, cansados de animar con sus trinos aquella noche de otoño, que por lo tibio de su ambiente parecía de primavera, lanzaban el gorjeo final como si les hiriese la luz del alba con sus reflejos de acero.

Octubre, en nuestras costas, es el verdadero principio del otoño; cuando la tierra empieza a enfriarse, el mar sigue templado.

Los alrededores bien cultivados, presentaban de lejos el aspecto de un tablero de damas, en cuyos cuadros variaba de mil modos el color verde; aquí, el amarillento de la vid aún cubierta de follaje; allí, el verde ceniciento de un olivar, o el verde esmeralda del trigo, que habían hecho brotar las lluvias de otoño; o el verde sombrío de las higueras; y todo esto dividido por el verde azulado de las pitas de los vallados.

tiene mucho aciertomurmuró el jesuita considerando compadecido, a la luz oblicua del sol de otoño, la inyectada tez y los ojos edematosos del viejo.

El húmedo viento de otoño pasaba por delante de la casa en cortas ráfagas, y hacía estragos en las cimas medio deshojadas de los álamos que se inclinaban con un crujido los unos sobre los otros.

Al subir ellos al tren, caía la tarde y el sol descendía con la rapidez propia de los crepúsculos del otoño.

El mar, como un lago azul, se rizaba apenas por el viento; en los barcos comenzaban a brillar las luces, y en el puerto resplandecía una fila de faroles; el cielo de otoño, un cielo azul y rosa, sin una nube, iba obscureciendo.

Desde Pascua florida hasta el equinoccio de otoño próximamente, los curas se quedaban casi solos en el Espolón; pero en Octubre volvían algunas señoras que tenían miedo a la humedad y a la influencia del arbolado allá arriba en el paseo de Verano.

La naturaleza ofrecía el amable sosiego, la armonía solemne que sólo se observa en los comienzos del otoño.

] [Nota 1294: Los meses de otoño, Agosto, Setiembre y Octubre son para los labradores, que alzan la cosecha (todos una carrera): uno tras otro ansiosamente se esperan por el ansia de recogerlo todo.

El árbol amarillo de otoño ignora que se muere; yo soy quien lo sabe, cuando en un cuadro perpetúo su agonía.

así a la vista de los vivos; pero aquí, donde ningún ser humano pasará quizá en cien años, ¿por qué no habría de descansar bajo el cielo, cubierto únicamente por las hojas de roble cuando las hagan caer las ráfagas de otoño?

Avanzó doña Sol hasta colocarse junto a una pierna del jinete, y quitándose una rosa de otoño que llevaba en el pecho, se la ofreció mudamente, mirándolo con sus ojos verdes y dorados.

Adquiría todo esto tanta belleza muriendo la tarde y bajo el oro del otoño, que se ponían ellas pensativas.

Muchas veces, en pleno invierno, se aligera el cielo, huyen las nieblas y queda el mar azul, admirable; pero nunca la playa de las Ánimas da una impresión de serenidad, de belleza, como en otoño, después de pasar las tormentas equinocciales.

Lloraba como las nubes de otoño y no paraba de exclamar día y noche: ¡Santa María, Santa María!, tanto que una criada que dormía cerca, creyendo que su ama estaba rezando las letanías, no dejaba de responder devotamente: Ora pro nobis.

Aún podían ser felices: era un amor reposado y durable lo que él la ofrecía; un amor de otoño, un amor para siempre, sin complicaciones dramáticas, plácido, tranquilo, dulcemente monótono, como las veladas junto al fuego.

Permaneció, sin embargo, de pie mirando el apacible cementerio; las sombras de las tumbas se alargaban sobre los túmulos de césped brillante y, más lejos, los árboles del presbiterio estaban revestidos por los vivos colores del otoño.

Cogía yo las últimas frutas del otoño y las primeras flores de la primavera.

Los árboles, que ya no eran del todo verdes, el día menos caluroso, las sombras más dilatadas, el ambiente tranquilo, todo hablaba con el encanto del otoño, época de declinación, de desfallecimiento y de odios.

gozando de la hermosura del día, del silencio interrumpido por el ruído del mar, de los perfumes de la tierra en otoño.

Y aún en éstos gozamos la libertad de detractarla, sentados en el parque, bajo los pinos, tomando el aperital, acariciada la frente por una brisa cordial de otoño.

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