24 Adjetivos para describir ínsula

El daño está en que la dicha ínsula se entretiene, no dónde, y no en faltarme a el caletre para gobernarla.

Item, que de las sentencias dadas por los dichos Alcaldes, nombrados por el dicho Almirante, como nuestro Visorey, se pueda apelar y apele para delante de los jueces de apelacion por Nos nombrados en las dichas ínsulas é tierra firme, para cognoscer y determinar las dichas causas.

¿Gobernador ha sido Sancho? respondió Sancho, y de una ínsula llamada la Barataria.

ESPOSA Mi amado, las montañas, Los valles solitarios nemorosos, Las ínsulas extrañas, Los ríos sonorosos, El silbo de los aires amorosos.

Pero presumo, mi querida Beatriz, que este negocio de mi primo ha de ocasionarme algún trastorno en mi pobre ínsula, si esos señores insisten en señalarle como un peligro para y para Pedralba.

Lo que puedo dar os doy, que es una ínsula hecha y derecha, redonda y bien proporcionada, y sobremanera fértil y abundosa, donde si vos os sabéis dar maña, podéis con las riquezas de la tierra granjear las del cielo.

El recuerdo de Filipinas, que va alejándose á nuestras espaldas, y la cercanía creciente de Java, cuyo misterio pretendemos imaginar, lleva nuestro pensamiento hacia los europeos que navegaron por primera vez en estos mares incógnitos y pusieron sus pies sobre las tierras oceánicas, innumerables ínsulas de misterio.

Yo salí de mi tierra y dejé hijos y mujer por venir a servir a vuestra merced, creyendo valer más y no menos; pero, como la cudicia rompe el saco, a me ha rasgado mis esperanzas, pues cuando más vivas las tenía de alcanzar aquella negra y malhadada ínsula que tantas veces vuestra merced me ha prometido, veo que, en pago y trueco della, me quiere ahora dejar en un lugar tan apartado del trato humano.

, 1, 20: Alcanzar aquella negra y malhada ínsula.

Había también unas ínsulas metódicas y unas gravitaciones intermitentes que dejaban estupefactos é inquietos á sus oyentes.

Yo creí que mi ínsula, oculta entre estas breñas, viviría pobre y obscura, ni envidiosa ni envidiada.

Mala me la Dios, Sancho respondió el bachiller, si no sois vos la segunda persona de la historia; y que hay tal, que precia más oíros hablar a vos que al más pintado de toda ella, puesto que también hay quien diga que anduvistes demasiadamente de crédulo en creer que podía ser verdad el gobierno de aquella ínsula, ofrecida por el señor don Quijote, que está presente.

porque antiguamente aquella ínsula fué poblada de personas que no habia sus pares, de donde se dixeron li pari, los pares, y dicen en italiano: li pari loro non si trovano, que quiere decir no se hallan sus pares, y era que cuando un hombre hacia un insigne delito, no le daban la muerte, mas condenábanlo á la ínsula de Lipari.

á la sazon venir á nado Vemos (de horror estremecerme siento), De la ínsula vecina procedentes, Por sobre el mar tranquilo dos serpientes.

El duque, mi señor y marido, aunque no es de los andantes, no por eso deja de ser caballero, y así, cumplirá la palabra de la prometida ínsula, a pesar de la invidia y de la malicia del mundo.

Pero como no somos libres, como dependemos de una autoridad, de varias autoridades, si retengo a mi primo en Pedralba, corre peligro nuestra pobre ínsula religiosa, esta ciudad, o más bien aldea de Dios que tanto trabajo me ha costado fundar.

Por el contrario, empujados y oprimidos por el potente movimiento que la población ha tomado allí en los últimos años, van abandonando el territorio: ya tiene el raquero cien Argos que le contemplan, y no puede pasearse erguido como antes, señor de aquella ínsula remota.

¡Pobre ínsula, tan sola, tan retirada, y ya te salen por todas partes Sanchos que quieren ser tus gobernadores!

Quisiera enviarle a vuestra merced alguna cosa, pero no qué envíe, si no es algunos cañutos de jeringas, que para con vejigas los hacen en esta ínsula muy curiosos; aunque si me dura el oficio, yo buscaré qué enviar de haldas o de mangas.

á la sazon venir á nado Vemos (de horror estremecerme siento), De la ínsula vecina procedentes, Por sobre el mar tranquilo dos serpientes.

¿Serás acaso rey de alguna ínsula desconocida?

Eran varios torreones de color rosa obscuro, que se aglomeraban sobre la estrecha ínsula de forma oval.

¿No estaría, acaso, alguno de los cuatro afluentes edénicos, entre aquellos ríos perfumados como Salomones, del perpetuo abrazo que dan a las ínsulas floridas?

Delante Don Quijote con su adarga al brazo todo fantasía; con su lanza en ristre, todo corazón, como canta Rubén Darío; pero detrás Sancho, con sus buenas alforjas y su manso rucio, á gobernar las ínsulas ganadas por su amo, con buen juicio y mejor sentido.

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