193 oraciones de ejemplo con doctor y
El doctor y yo nos levantamos, dejamos a Machín entregado a su desesperación, y nos fuimos.
Presenté la tarjeta del doctor y fuí recibido perfectamente.
Choto se metió por un agujero, como hurón que persigue al conejo, y siguiéronle el doctor y su guía, que tentaba con su palo el tortuoso, estrecho y lóbrego camino.
Se fue a un agujero muy grande que hay allá arribadijo Nela, deteniéndose ante el doctor y dando a su voz el tono más patéticoy se metió dentro.
Pasaba este diálogo entre el doctor y Lucía, a distancia suficiente del lecho de la enferma, a fin de que no oyese palabra.
— Si eso es así —dijo Sancho—, vea el señor doctor de cuantos manjares hay en esta mesa cuál me hará más provecho y cuál menos daño, y déjeme comer dél sin que me le apalee; porque, por vida del gobernador, y así Dios me le deje gozar, que me muero de hambre, y el negarme la comida, aunque le pese al señor doctor y él más me diga, antes será quitarme la vida que aumentármela.
Yo también soy uno de los jugadores preferidos de la vieja señorita, y la noche de que hablo, no tardamos, el cura, el doctor y yo, en instalarnos alrededor de la mesa del whist, en frente y á los lados de la descendiente de Conan le Tort.
¿No había por ahí alguna buena alma que fuera donde ese mal aconsejado doctor y le dijera que guardara su renuncia para más tarde, porque cuando la Bolsa liquida no es conveniente tocar a rebato?
Al fin, pareció amoscarse por la mirada irónica del doctor y los socarrones movimientos de cabeza con que acogía sus palabras.
El doctor y su mujer, el tío y la tía Kimble, estaban presentes.
Desde entonces se observó que la jovial y aturdida Antoñita era la predilecta del doctor y que ella y no Magdalena poseía el privilegio de decirle cuanto le venía en gana.
VI Se abrió en esto la puerta del despacho para dar paso a una joven que se aproximó de puntillas al doctor y después de contemplarle un instante con melancólica expresión a la que no parecía habituado su semblante risueño, le dio en la espalda una palmada cariñosa.
Cuando ya no hubo nada que decidir entre todos levantose el doctor y con un ademán indicó a Amaury que le siguiese: Desde hoy, niña mimada, atrévete a estar enferma, y verás cómo te las entiendes conmigodijo a su hija al disponerse a salir.
Ya en casa del doctor y después de lo que había pasado entre él y Amaury, dispúsose a mostrarse tan rendido y obsequioso con Antoñita como indiferente y frío con Magdalena.
Olvidó la recomendación del doctor y su promesa; extinguiose su memoria para dejar paso al delirio más extraño y a partir de aquel instante ni vio ni oyó nada más de cuanto le rodeaba; toda su alma la tenía concentrada en Magdalena, cuyo flexible talle oprimía con su brazo.
Poco rato después salió el doctor y estrechándole la mano le dijo: Ya está mejor.
Yo me volví hacia el doctor y viéndole muy pálido y demudado, quise parar otra vez; pero él volvió a prohibírmelo, diciendo: »Continúa.
... Pero en aquel momento se apagó la luz del doctor y apareció en la escalinata una sombra que después de estar inmóvil un momento se deslizó hasta el jardín.
Levantose el doctor y con voz ahogada dijo: ¡Adiós, Magdalena! ¡Adiós, hija mía!
En el primero iba el clero; al segundo subieron el doctor y Amaury.
Levantose el doctor y poniéndole la mano en el hombro, le dijo: Vamos, Amaury; sé hombre.
El doctor y Antoñita se miraron y dejaron libre curso a aquella expansión que no podía menos de proporcionar alivio a Amaury viniendo a calmar en parte su terrible excitación nerviosa.
Una idea tan sólo nos preocupaba llevando cierta intranquilidad a nuestro ánimo: la de que hubiese vuelto el doctor y al preguntar por nosotros se hubiera descubierto la escapatoria... Nos habíamos entretenido unas dos horas en casa del jardinero; por lo tanto hacía más de tres que faltábamos de la nuestra.
¡Cómo! ¿Magdalena?exclamaron a un tiempo el doctor y Antoñita.
Efectivamente, cuando el fiel José pronunciaba estas palabras, entró Felipe, encendido y jadeante: saludó al doctor y a su sobrina y estrechó la mano a Amaury.