Qué preposición usar con serena
Se horrorizará usted y se turbaría la paz serena de su espíritu.
¿No sabes?le decía su hermana, serena en medio de aquella borrasca: «la dejó plantada».
Carmen, sin atender a Narcisa, estaba sintiendo todavía cómo la acariciaba dulcemente la sonrisa serena del marino.
Sus ojos soltaban efluvios de dicha; tenían el brillo suave y misterioso de los luceros en las noches serenas de invierno.
Nuestro caballero se serenó por completo.
Su vista acabó de serenar al conde, porque casi excedía aquella suma a la que tenía él de banca, y ya imaginaba que iba a ganársela al novato.
Romadonga gozaba de todo paseando su mirada serena por los circunstantes, en particular por el sexo femenino, recorriendo los grupos y dejando en cada uno testimonios de su gracia y amabilidad.
Freya se había serenado de pronto.
Sólo la Reina de los cielos, suavemente iluminada por una lámpara de oro, parecía sonreir tranquila, bondadosa, y serena en medio de tanto horror.
Y estas entrevistas al aire libre, que el temor de ser observados hacía breves y melancólicas, eran, sin embargo, para ambos más gratas todavía que las tardes serenas del molino.
¡Dios lo ha querido, y es necesario resignarse á su voluntad! vete: déjame solo; quítate esas lúgubres ropas, y que nadie vea en tu frente ni la mas leve nube de tristeza; preséntala altiva y serena al mundo, como yo le presento la mia... y, sin embargo, guardo en mi corazon un infierno.
Doña Juana levantó la cabeza, miró de una manera serena á don Francisco, que no había cesado de examinarla, y le saludó de nuevo.
Y con estas seguridades, dadas enérgicamente, aunque sin saber con qué fundamento, el señor Cuadros conseguía serenar a Juanito.
Todo el tiempo que quieras... Y después que le hubo serenado con estas y otras razones, proferidas con un registro de voz que nosotros no sospechábamos en él, se fué de nuevo al paseo, volviéndose repetidas veces para gritarle: Puedes llevártelo cuando quieras, ¿sabes, hijo mío?...
La montaña que me albergó tanto tiempo es hermosa y serena entre todas por la tranquila regularidad de sus rasgos.
Y posee entereza bastante para permanecer serena ante un contratiempo, ante un golpe de adversidad... como el que yo voy a darle en este momento.
Pasó tan veloz, que los bandidos que no tenían más que dar un salto para estar encima, no le habían dado aún, cuando el Rey Tihur exclamó con voz serena é imperativa: ¡Todos á pié, agrupados en torno mío! No había terminado de pronunciar estas palabras, cuando ya estaba pié á tierra.
Había pasado todo el día sumida en profunda tristeza, llorando a ratos amargamente, haciendo, sin embargo, penosos esfuerzos para mostrarse serena a fin de no aumentar el dolor de la buena Felicia que estaba inconsolable.
Es primavera; la verdura de los huertos no está aún tupida; resaltan alegres las paredes a la luz viva; y las torres y las cúpulas de las dos catedrales se yerguen serenas en el ambiente diáfano.
En los días en que la manifestación estudiantil adquiría caracteres de mayor vehemencia, llamaba la atención general un jovencito alto de cuerpo, aunque de semblante aniñado y candoroso, de expresión simpática, de maneras distinguidas y de palabra elocuente, invocando á gritos los fueros del respeto público, los beneficios de la paz, y las ventajas de la razón serena sobre los actos de una violencia irreflexiva.
En una parte es Cecilia, por lo Escila, en otra Serena por lo Sirena, Inés porque ya no es, Teresa por lo traviesa, Tomasa por lo que toma y Quiteria por lo que quita.
, mil veces, mil veces venturosa La juventud que en lucha tan hermosa Puede toda su sangre derramar; La que serena ante el embate rudo De los tiranos, cae en el escudo Del mártir de una causa universal.
Y la albura del señoril ropaje se meció como nube serena sobre el abatimiento de la joven.
Y habiéndose serenado á las tres de la mañana, se puso en marcha, llegando al aclarar el dia al Rio Salado, el que halló crecido y pasó el vado á caballo.
No se serenaba hasta escuchar el ladrido del perro de su barraca, aquel animal feísimo, que por antítesis sin duda era llamado Lucero, y el cual la recibía en medio del camino con cabriolas, lamiendo sus manos.