131 colocaciones para milagro

¡Ah, Sóller! ¡La época de santa inocencia, en que abrió sus ojos a la vida entre relatos de milagros y conmemoraciones de luchas heroicas!...

Púsose el Santo en oración e hizo venir al diablo visiblemente, y le mandó que le entregara la cédula al hombre, siendo testigos de este milagro muchos millares de personas.

Por una especie de milagro acústico

»] [Nota 175: Lo más corriente era llamar caballero del milagro, no a un sujeto como el que pinta Vélez, sino al que vivía bien, y hasta aparatosamente, sin que se le conociera renta, oficio ni beneficio.

La imagen de aquel milagro de los milagros la conmovió profundamente.

El autor del milagro, porque de tal, a su juicio, podía calificarse, era un hombre de más de treinta años, arrogante figura, finísimo, muy listo y en extremo simpático, para quien ignorase que tan halagüeñas y brillantes apariencias, escondían una inteligencia dañina casi por instinto y un corazón que se asimilaba el mal, como cuerpo poroso que absorbe la humedad.

En cuanto cabe en lo humano, daban una idea aproximada del milagro de pan y peces.

Ranieri se embarca para volver a Pisa y comienza la operación de sus milagros en Mesina.

¿Y llegó á salvarse?dijo Goicochea anhelante, con la esperanza de un milagro.

Hasta los más metafísicos misterios del catolicismo servían para ser cantados al son de la vihuela; y los romances de los bandidos alternaban con la vida de los santos y las relaciones de los milagros más despampanantes.

Simples condiciones externas, como la representación visible de milagros, la aparición de ángeles y demonios, de la Virgen María y de su Hijo, han servido también, al parecer, como en la clase anterior, para ordenar á algunas comedias en la categoría de divinas.

¡Mismo parece cosa de milagro!

Y andando el tiempo, cuando se pretendió poner en boga al taumaturgo Apolonio de Tiana y probar que su vida habia sido el viaje de un dios sobre la tierra, nada se creyó tan á propósito para conseguirlo como inventar respecto á él un vasto ciclo de milagros.

El Arte de pensar probó muy bien que la creencia de los milagros es conforme á la buena Lógica[a].

El lance no tenía otra solución que la más lúgubre, a no ocurrir algo con visos de milagro, como ocurrió en efecto.

Paréceme a que debía de ser cosa de ver caminar tanta gente por cima de las aguas a pie enjuto, sin usar allí el cielo alguno de sus milagros.

El dios Amor, el dios Pan y las Ninfas, por no interrumpida serie de milagros, conservan inocentes á los dos partorcillos, hacen que se amen, los dotan de hermosura más que humana, que no marchitan las inclemencias del cielo: ni los vientos, ni el sol, ni el calor, ni el frío.

Catulo, en su tiempo, en la vida real, hallaba á los hombres indignos del milagro; mas no por eso desterraba el milagro de la poesía: toda la narración que termina con los dos versos que cito, es una larga serie de milagros.

Por otra parte, tanto en el café como en los saloncillos de los teatros, había tenido ya más de un rozamiento, alguna disputa agria que no había terminado en el campo del honor por milagro.

18 Porque no osaría hablar alguna cosa que Cristo no haya hecho por para la obediencia de los Gentiles, con la palabra y con las obras, 19 Con potencia de milagros y prodigios, en virtud del Espíritu de Dios: de manera que desde Jerusalem, y por los alrededores hasta Ilírico, he llenado [todo] del evangelio de Cristo.

La fama de su belleza se comenzó a estender por todas las circunvecinas aldeas, ¿qué digo yo por las circunvecinas no más, si se estendió a las apartadas ciudades, y aun se entró por las salas de los reyes, y por los oídos de todo género de gente; que, como a cosa rara, o como a imagen de milagros, de todas partes a verla venían?

Este gracioso presente fué declarado auténtico en 1617, por Pablo V, y para justificar su infalibilidad, obra toda clase de milagros, principalmente en casos de obstetricia.

Se deshace una dificultad sobre los milagros de Jesucristo.

Fortalecíase su fe con el ejemplo de empresas salidas de la nada en esta tierra de milagros, que habían llegado a realizar las más fabulosas ganancias.

Cuando al poco rato llegaron el Administrador y su señora, supimos que ésta, madrileña de pura raza, aficionadísima, por consiguiente, á macetas, era la autora del milagro de que continuasen consagrados á Flora los dos arriates que cuidó en otro tiempo Carlos de Austria.

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