21 Verbos a usar para la palabra turbulencias

Colocáronme, por mucha distinción, entre un niño de cinco años encaramado en unas almohadas que era preciso enderezar a cada momento, porque las ladeaba la natural turbulencia de mi joven ad látere, y uno de esos hombres que ocupan en el mundo el espacio y sitio de tres, cuya corpulencia por todos lados se salía de madre de la única silla en que se hallaba sentado, digámoslo así, como en la punta de una aguja.

Pero el grande talento del cardenal gobernador y de todos los que componian su real consejo, logró, aunque á costa de un incansable trabajo, aplacar las turbulencias; y poco despues, cuando falleció el rey D. Fernando el Católico, empezó á gobernar la España el emperador Cárlos V, por no hallarse con la capacidad suficiente para ello, su madre Doña Juana.

Éstos quedaron tan fuertes, aun después de su derrota, que cuando á poco y aprovechando de las turbulencias no extinguidas del todo aún, los indios Guaycurúes amenazaron la Asunción, la mayoría de los soldados se encontró ser excomulgada por el asalto al colegio de los jesuítas; entonces resolvieron no defender la plaza, mientras el obispo no les alzara el entredicho, lo que éste ejecutó, dada la inminencia del peligro.

De regreso á Buenos-Aires, quise encaminarme á Chile ó á Bolivia; mas calculando lo difícil que me seria atravesar el continente con toda seguridad, por las turbulencias que, despues de la paz con el Brasil, minaban aquel estado, me decidí á pasar á la Patagonia, tierra misteriosa, cuyo solo nombre encerraba en ese entónces un no que de mágico.

En esto fué declarado mayor de edad el rey Luis XIV; mas no por eso cesaron las turbulencias, como veremos en el libro siguiente, y, por lo pronto, ya que Turena volviérase á servir á su patria, vino á entregarse á los españoles y á ofrecerles sus servicios el famoso príncipe de Condé, tan funesto para nosotros en Rocroy y en Lens.

Tan encrespados estaban los ánimos que un día en presencia del infante vinieron a las manos estando en su mismo palacio, y solo pudo dominar por entonces aquellas turbulencias, desterrando a Juan Sanchez Duran, verdadero promovedor, por cuatro años fuera del reino.

¡Qué alegría, qué turbulencia, qué dulce locura!

Cuál es el maestro que puede animar á la vez la timidez de vuestras niñas, y dulcificar la turbulencia de vuestros niños?

La ciega afición de D. Juan a su favoritodice Prescottes la clave para juzgar de todas las turbulencias que agitaron al país durante los últimos treinta años del aquel reinado».

Llevaba la turbulencia allí por donde iba; la paz era también para él la guerra, porque constantemente estaba intrigando, conspirando, ejerciendo sus facultades de dominación y de lucha.

Europa, ocupada en aquellas encarnizadas luchas entre católicos y protestantes, entre la casa de Austria y sus enemigos, no prestó grande atención en los principios á aquellas turbulencias; aun hubo naciones, como Francia, que contribuyeron á exacerbarlas para tener distraída á Inglaterra y otras, como España, que celebraban en secreto las amarguras del rey Carlos, recordando las ofensas que le debían.

Es innecesario recordar las turbulencias que en 1848 siguieron al anuncio y planteamiento de las reformas políticas en las Antillas francesas, sobre todo en Martinica; turbulencias que dicho sea tambien en honor de la verdad, terminaron con el decreto de abolicion.

En vano algunas maestras intentaron calmar el oleaje prometiendo, para el entrante mes, nuevas consignas: seguían las turbulencias porque aquel Gobierno maldito, no contento con enviarles hoja de desperdicio, para más, daba en la flor de no pagarles.

A la sazón Carlos I se hallaba en Alemania, ocupado en sosegar las turbulencias del imperio, y su hijo Felipe, gobernador del reino, residía en Valladolid con la corte.

Pedro, el hermano de Morguy, dice que tienes una turbulencia insaciable y una versatilidad tal, que eres capaz de volver loco a cualquiera.

Así, a fuerza de sagacidad y moderación, pudo el de Villagarcía impedir que tomasen incremento las turbulencias de Oruro y mantener a raya al cuzqueño Juan Santos, que se había proclamado Inca.

Esta aspiración, unida a la turbulencia, me ha hecho ser un enemigo fanático del pasado, por lo tanto, un tipo antihistórico, antirretórico y antitradicionalista.

Ayer era Napoleón III erigido en campeón de las nacionalidades, triunfador en Magenta y Solferino, en nombre de la Federación Italiana; hoy es Bismarck en nombre del Germanismo al grito de la galofobia; mañana será otro Pedro el Grande en nombre del Panslavismo, valiéndose de la turbulencia Moscovita, de la ignorancia de los siervos y del fanatismo religioso.

Don Pedro Fernández de Castro, conde de Lemus, y señor el más poderoso de toda Galicia, era un hombre a quien venían por juro de heredad la turbulencia, el desasosiego y la rebelión, pues sus antecesores, a trueque de engrandecer su casa, no habían desperdiciado ocasión, entre las muchas que se les presentaron cuando el trono glorioso de San Fernando se deslustró en manos de su hijo y de su nieto con la sangre de las revueltas intestinas.

Siempre espiados por la mirada suspicaz de un fiscal inexorable que les achaca á delito su gozosa turbulencia, su inocente espontaneidad, vuélvense taciturnos, desconfiados; ocúltanse para reir; ocúltanse para llorar; y en el primer albor de la vida, aprenden esa triste ciencia de la vejez: el disimulo.

La familia de los Laras, poderosísima en Castilla, tenía vinculados en su casa la turbulencia y el desasosiego, no menos que la nobleza y la opulencia.

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