52 colocaciones para arquero

Y á duras penas comprendo cómo una bombarda pueda lanzar pesada esfera de hierro á doble distancia que la alcanzada por la flecha del mejor arquero, y con fuerza suficiente á destrozar armaduras y batir murallas.

Toma esta bolsa llena de oro; Hugo, el capitán de los arqueros, tiene orden mía para entregarte enjaezado el mejor de los corceles que hay en nuestras caballerizas.

Á pocos pasos de los arqueros iban los atabales y clarines, cuatro en número, y tras ellos diez ó doce mulas con la impedimenta de la pequeña columna, tiendas, ropas, armas de repuesto, batería de cocina, provisiones, herramientas, arneses, herraduras y demás artículos indispensables ó siquiera útiles en campaña.

Una docena de arqueros se deslizaron avergonzados en dirección á la tienda del gascón, despedidos por la rechifla de toda la columna, que poco después se ponía en marcha con el barón, camino del cuartel general inglés.

Las enormes puertas de roble y hierro estaban abiertas de par en par, indicando que el príncipe daba audiencia en aquel momento; y una veintena de arqueros apostados frente al edificio mantenía las turbas á debida distancia, no sin distribuir de cuando en cuando cintarazos sendos entre los curiosos más osados.

Juntos hemos estado en las guerras, señor, pero jamás he visto cuerpo de arqueros más valientes ni más temibles.

Y volviendo al centro de la estancia fingió repetir su ataque anterior; inclinóse Tristán para echarle mano, tomando así la actitud que deseaba Simón, quien con rapidez increíble lo asió por ambas piernas, ó más bien se lanzó contra ellas, obligando á Tristán á caer hacia adelante y sobre las espaldas del arquero y de ellas de cabeza al suelo.

Acercóse Roger muy quedamente y observó con sorpresa que Tristán tenía cruzado á la espalda el arco de Simón y ceñida la espada de éste y que entre los dos, como si fuese la puesta de la próxima jugada, se hallaba el casco del arquero.

Yo divisaba, lejos, un monte alto y agudo, y una redonda loma cual recamado escudo, y cárdenos alcores sobre la parda tierra harapos esparcidos de un viejo arnés de guerra; las serrezuelas calvas por donde tuerce el Duero para formar la corva ballesta de un arquero en torno a Soria.

Suspendió el anciano sus preces para aceptar la dádiva del arquero.

En los castillos de popa y proa se formaba un almenado de tabla para defensa de los arqueros ó se colgaban los paveses blasonados de los combatientes, de donde vino luego la pavesada.

Era un destacamento de doscientos arqueros y hombres de armas mandados por el temible Hugo de Calverley, quien á las primeras palabras de Roger despachó mensajeros con dirección al cercano campamento del príncipe y poniéndose al frente de sus soldados se lanzó al galope en auxilio del barón de Morel.

Roger y Tristán, que se habían detenido á algunos pasos de distancia del arquero, vieron que la baronesa palidecía y que su esposo se sonreía satisfecho.

Acteón salió al encuentro del arquero.

CORO DE TRUHANES.¡Viva Clopin, rey de la Truhanería! ¡Vivan los mendigos de París! ¡Trabajemos de noche cuando todos los gatos son pardos! ¡Bailemos! ¡Comamos! ¡Burlémonos de las lluvias de Abril y del ardiente sol de Julio! Aprendamos á olfatear la espada del arquero para huir de ella, y el saco de oro que lleva el viajero para hacerlo nuestro.

A causa del estruendo de los arqueros, [quitado de] entre los que sacan las aguas, allí recuentan las justicias del SEÑOR, las justicias de sus aldeas en Israel.

El numen de estos campos es sanguinario y fiero; al declinar la tarde, sobre el remoto alcor, veréis agigantarse la forma de un arquero, la forma de un inmenso centauro flechador.

El arquero se había repetido muchas veces durante su viaje aquellas palabras, que eran las mismas pronunciadas por su capitán; pero la verdad es que la dama, aunque estimando el rico presente, no se fijó en las frases del arquero porque estaba tan absorta como su esposo en la lectura del pergamino, que aquél le hacía en voz baja.

Acababa de llegar de Inglaterra el duque de Lancaster, hermano del príncipe, con séquito de cuatrocientos caballeros y numerosa fuerza de arqueros, último refuerzo que se esperaba y todo estaba pronto para la marcha.

Un grito unánime de los arqueros, resonante expresión de triunfo, acogió aquella doble hazaña de su camarada, á quien abrazó estrechamente Simón, que danzaba de gozo.

Mandaba el grueso de los arqueros nuestro amigo Simón y tras él, en primera línea, descollaba Tristán de Horla, un Alcides con capacete, cota de malla, arco, flechas y maza descomunal.

Inmediatamente se destacó de la columna un numeroso grupo de arqueros, montañeses robustos de Hanson, que aclamaron al barón con entusiasmo.

Coloca centinelas, Simón, ahí en la entrada del paso y una guardia de arqueros con armas preparadas por si algún otro caballero nos visita.

Del hombro izquierdo del arquero

Recuerdo que un cardenal vino á preguntarnos si preferíamos recibir quince mil ducados con una indulgencia plenaria para cada arquero, ó veinte mil ducados con la maldición de Urbano V.

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