135 Metáforas para muerte

¡Ay de ! ¡Qué grave yugo Sobre mi cerviz cayó! Sobre mis manos, ¡qué hielo! Sobre mis piés, ¡qué prision! De tus preceptos atado, ¡Oh inmenso Juicio de Dios! La Muerte está sin aliento, La cólera sin razon.

No; que el veneno La muerte ha sido del alma, Y ésta es la muerte del cuerpo.

Y por esa, fijando su mirada en aquella cruz tosca de madera enfrente de él en la pared colgada, mientras la muerte su semblante altera así piensa en su mente, casi helada: «Yo no hice á nadie mal; nunca en mi vida »en venció al deber pasion alguna, »y al bien y á la virtud con ánsia ardiente »mis fuerzas consagré desde la cuna.

La certeza absoluta, completa, de que la muerte es un completo y definitivo e irrevocable anonadamiento de la conciencia personal,

La muerte es una apariencia; no significa otra cosa que una transformación de nuestro ser; y el alma, principio de la vida, no hace más que cambiar de condición exterior.

La muerte de los toreros que han perecido en las plazas es sin duda el apoyo de la acusacion; pero ¡qué impotente! ¡qué modo tan caduco de raciocinar! ¡con cuánta razon podriamos abusando del raciocinio, y silogizando con tan poca lógica, calificar de bárbaro el oficio de minero, de buso, de volatin, de plomero, de polvorista, de albañil, de...

Cuanto Tomasa, tan desconsolada como su amo, aunque mostrando una entereza más varonil, entró en la habitación llevando a la niña de la mano para que viera por última vez a su madre, el señor Avellaneda se arrojó sobre su hija y comenzó a besarla desesperadamente como si temiera que la muerte fuese a arrebatársela.

Mis noticias conducen á dar por sentado que la muerte de Plácido fué un asesinato jurídico, si jurídico se puede llamar lo que hace una comision militar, aunque sea asesinato.

Jamás se ha premeditado un atentado con más descaro; toda Córdoba está instruída de los más mínimos detalles del crimen que el Gobierno intenta, y la muerte de Quiroga es el asunto de todas las conversaciones.

le dijo: si matamos á Aben-Ahmed aquí, en Generalife, entre los brazos de la sultana, su muerte será un aviso para los demas abencerrages, y todos deben morir, porque todos son traidores.

Permitiendo que mi muerte haya sido un beneficio para los que yo amo, el Cielo había colocado en mi muerte la única alegría que yo podía gozar aquí abajo.

Dulce es la muerte por la propia patria donde es amigo cuanto alumbra el sol; muerte es la brisa para quien no tiene una patria, una madre y un amor.

La muerte es cambio, no fin.

¡Oh! ¡madre mia! esclamó en seguida: la muerte o la desesperacion son los únicos caminos de un amor imposible, i sobre todo, cuando se anida en el ardiente corazon de un jóven i lo que es mas, ¡de un jóven poeta! ¡Si Rafael no hubiera sido poeta no habria amado tanto! Si su amor por Julia no hubiera sido un amor imposible, habria sido un amor triste pero no desesperante.

En resumen: la muerte del niño es el castigo y, en cierto modo, la consecuencia del amor impuro y desordenado de Rita y de los sentimientos turbios y anormales del complejo Allmers, cuyo cuerpo está poseído por su mujer y el alma por su hermana.

La muerte es la divina causalidad del mundo.

» Yo no creo estas visiones; mas mi muerte es cedo aína.

se apoderó de tal modo de su espíritu que le hizo olvidar por completo que la muerte de Marner no era una certidumbre.

Al enviudar manifestó deseos de retirarse del mundo, consagrando sus días al amor de Dios, y en verdad aquel trabajador había hecho bastante en la viña, y merecía jornal y descanso; pero la muerte de D. Juan con las horribles circunstancias que la acompañaron impidieron su santo propósito.

Era necesario, como antes he dichocontinuó el lindo jesuíta, hacer ver que Pepita había muerto naturalmente, y el doctor Rodríguez, una vez repuesto de su primera impresión, determinó que la muerte de la condesa fuese a causa de una congestión cerebral.

Pero lo que hoy se afecta ignorar es que, no obstante la responsabilidad puramente personal que del acto se atribuye Lavalle, la muerte de Dorrego era una consecuencia necesaria de las ideas dominantes entonces, y que dando cima a esta empresa, el soldado intrépido hasta desafiar el fallo de la historia, no hacía más que realizar el voto confesado y proclamado del ciudadano.

" El realista pensó que la muerte de aquella muchacha sería un contratiempo.

Deseaba morirme, ¡qué disparate! y decía para que siendo la vida un suplicio, la muerte es la convalecencia de la vida, y que morir es sanar.

A esta sazón, entrada su casa y pública su ausencia, le buscaban rabiosamente por todas partes, como si su muerte fuese la corona de aquella victoria; todos sus pasos reconocían los de la tarazana: los muchos ojos que lo miraban caminando como verdaderamente a la muerte, hicieron que no pudiese ocultarse a los que le seguían.

Los gestos y las palabras de aquellos enviados del gobierno le hicieron creer que la muerte del Hombre-Montaña era cosa decidida por el Consejo Ejecutivo.

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