Qué preposición usar con dulces
Sobre todo, lo que llamaba mi atención de una manera particular, era su frente de un profeta, y que aun estaba coronada por espesos cabellos de un rubio pálido; era la mirada tranquila y dulce de sus ojos azules, que parecían estar contemplando siempre el mundo de lo ideal; era su nariz, ligeramente aguileña, y que revelaba una gran firmeza de carácter.
El incienso, que era compuesto de gomas olorosísimas que se recogían en los bosques de la tierra caliente, comenzó a envolver con sus nubes el hermoso cuadro del altar; la voz del sacerdote se elevó suave y dulce en medio del concurso, y el órgano comenzó a acompañar las graves y melancólicas notas del canto llano, con su acento sonoro y conmovedor.
Al enfermo parece amarga la bebida que es dulce para el sano, así nos engañamos por el gusto.
Prefería ver el Arco de Triunfo con hambre, antes que la sonrisa melosa y los ojos terriblemente dulces del héroe de Cerro Pardo.
¡Oh anascote, oh caifascote, oh basquiña de picote, oh ensaladas de tomates de coloradas mejillas, dulces a un tiempo y picantes! ¡oh chapines, no brillantes, mas negros y con virillas! ¡Oh medio ojo que me aojó! ¡Oh atisbar de basilisco!
Iba a comprar dulces con un botón.
Son sus voces cual las dulces de princesas medievales En el fondo de castillos imponentes encerradas, Que inspiraron a los bardos melenudos de Provenza Los más dulces madrigales arrancadas de sus arpas.
Pero él ¡con qué deleite hubiera saboreado el primer silbido del tordo, el arrullo voluptuoso de las tórtolas, el monótono ritmo de la codorniz, el chas, chas cacofónico, dulce al cazador, de la perdiz huraña!
Corrían arroyos dulces por los corazones cuando estaba en presencia de ella.
Un antiguo canto de nuestros Pirineos cuenta este triunfo en un sentimiento dulce sobre la naturaleza y sobre las tradiciones de odios nacionales: ¡Baicha-bous, montagnos! ¡Planos, havussa bous!
Además, y esto es lo peor, ve cómo los demás que fueron prudentes siguen su vida dulce á la sombra del Casino, y el tiene que buscar una nueva profesión, un trabajo mas duro... Tan intolerable resulta este martirio, que acaba por huir á una ciudad lejana, para que transcurran unos cuantos años y le perdonen.
Las brisas dulces é irregulares giraban con el sol en algunas épocas del año.
La traducción de todo aquello era la siguiente: «Las puertas de mi casa no están cerradas para el forastero; el jarrón de arroz está a la izquierda y los dulces a la derecha de la entrada.
Que la mitad de todos aquellos, el 46 por 100 de los que trabajaban en el campo, y el 65 de los domésticos han continuado con sus antiguos amos, de quienes recibieron un trato dulce durante la época de la servidumbre.
Otras sillas de mimbre esperan a sus dueñas, que andan preparando dulces por los adentros de la casa, o con Ana, que no está bien hoy.
Yo puedo comprar muchos dulces con diez centavos,dijo ella.
Una baronesa observó que su fisonomía era más dulce desde que llevaba la nariz recta.
He ido ahorrando algún dinerillo estos meses pasados para los dulces del bautizo, ¿sabes?...
Pocos se van de las romerías sin algunos de estos dulces en un pañuelo, los cuales toman el nombre de perdones, por ser la ofrenda que los romeros hacen á su familia en recompensa de haberse quedado en casa mientras ellos se divierten.
Árboles extranjeros, frondosas pawlonias, copudos árboles de Francia, ofrecen sombra y meditación; y los soñadores chorros de aguatan dulces bajo la luna y en Verlainehacen sus juegos y cantan tenuemente versos versalleses.
¡Madre! ¡Cuán dulce entre mis labios suenas, oh nombre idolatrado! ¡Cuántos recuerdos en mi mente agitas! Torcedor y consuelo de mis penas, de santa idolatría enajenado, he querido mil veces escribirte, y mil veces las letras he borrado.
El mismo, tal vez no; pues los dulces al par que ardientes ojos de Amelia, su alegre y roja risa, su picardía infantil... diré que era ella mi preferida.
Porque ya tiene el gabinete preparado... y hasta los dulces para la boda.
Muchos espectadores de esta asamblea animal descienden á la extensa plaza ocupada por los venados, y avanzan en el mar de hocicos suplicantes, de bocas abiertas, deslizando un dulce redondel en cada una de ellas como si echasen cartas á un buzón.
No se sospechaba siquiera que podía haber más derecho que el de tirar varias cáscaras de melón a un morcillero, y el de acompañar la silla de manos de la Rita Luna, de vuelta a su casa desde el teatro, lloviendo dulces sobre ella.