159 Verbos a usar para la palabra pintores

En efecto, esas cabezas rudas, morenas y enérgicamente acentuadas, con sus flotantes cabelleras grises y sus largas barbas; esas sonrisas bonachonas y esos brazos nervudos apoyándose en el cayado, parecen ser el modelo que sirvió a nuestro famoso pintor para su Adoración de los Pastores.

¿No ve vuestra mercedcontestó el pintor,que las demás están en el templo y por eso no se ven?

Ni los ruegos de su señora, ni las indirectas que algún osado, como Paco Gómez, solía autorizarse bromeando, le decidían jamás a llamar a los pintores y tapiceros.

, 309) y se la pega otro más pintado ó que pinta mejor que el pintor de Bretaña.

Después de los cumplimientos de usanza, la señora de Aymaret, ruborizadapor nada se ruborizaba esta mujer adorable, habló al pintor de su pretensión, que el artista acogió con la mejor voluntad.

María de la Merced de esta ciudad y bien merecería copiarse al propósito la descripción que de la pintura de otras puertas se hace en un contrato celebrado en 1528 entre la comunidad del Carmen y el pintor Antón Sánchez de Guadalupe; que el lector curioso puede ver en el artículo dedicado á este pintor en el tomo de nuestro Diccionario de Artífices.

¿Cómo entonces, mientras la nave surcaba el Mediterráneo, no había el soldado de referir al pintor su empresa más gloriosa?

Llegó el breve firmado por el Pontífice en Albano a 7 de Octubre de 1659, y aún fue preciso que el Rey hiciese hidalgo al pintor para que pudiera cruzarse: por fin en 27 de Noviembre de aquel mismo año, se extendió la orden que le confería merced tan deseada.

Yo, que no sentía gran simpatía por el alemán, escuché los consejos de mi protectora y le manifesté al pintor claramente mi desprecio.

Devorada por la fiebre, en espera día y noche de cualquier siniestro ruido, de cualquier trágico espectáculo, impulsaba la triste Beatriz a la señora de Aymaret con desesperada impaciencia a que diese el paso supremo de que dependía su última esperanza, mas la vizcondesa, prevenida ya por Pierrepont de que su matrimonio se efectuaría en próxima fecha, quería esperar para presentar su súplica al pintor así que el suceso se realizase.

Había traído un pintor de la ciudad, manteniéndolo allí más de una semana, y este capricho de magnate protector de las artes le había costado, según declaraba él, unos cinco duros, peseta más que menos.

Read Dante's description in canto XXXII of the Paradiso] VI Allí estaban los santos profetas que habréis visto groseramente esculpidos en las portadas de piedra de nuestras catedrales; allí las vírgenes luminosas, que intenta en vano copiar de sus sueños el pintor en los vidrios de colores de las ojivas; allí los querubines, con sus largas y flotantes vestidura?

Como la fortuna de los esposos les había hecho entrar en relación con la sociedad elegante de Madrid, Elena conoció en ella a un distinguido pintor llamado Núñez, hombre ingenioso, mordaz y escéptico.

¡Oh! ¡Vive! ¡vive! (exclamaron todos los pintores.

Todos los autores que han escrito la historia de las bellas artes en España cuentan que, habiéndose intentado cobrar tributo de alcabala a los pintores, éstos, representados por Ángelo Nardi y Vicente Carducho, litigaron en demanda de que la pintura fuese exenta y considerada como arte liberal.

Sus pupilas agudas, vivaces, registraron el recinto y descubrieron al joven pintor, perdido en la selva obscura de sus reflexiones.

Veinticuatro retratos de emperatrices para don Rodrigo Calderón, y para el duque de Lerma un vaso de plata de grandes dimensiones, con colores, dos vasos de oro y gran número de pinturas, que consistían en copias, mandadas sacar en Roma al pintor Pedro Facchetti, de los cuadros más preciados de aquel tiempo».

Hasta habló de España, para hacerse más grato al pintor.

Como los pintores, como los novelistas, los actores buscan en la calle, en el ateneo ó en la taberna, datos ó croquis que luego adaptarán á las figuras ó caracteres que quieren interpretar.

Y ella se sentó en un sillón, adoptando una postura que consideraba elegantísima; la mejilla en una mano, las piernas montadas una sobre otra, lo mismo que en el reservado de su teatrillo, mostrando por debajo de la falda una media de color rosa, de finos calados; la misma envoltura de seda que recordaba al pintor otra pierna adorada.

La Riva, cruzado de brazos, con una sonrisa de agrado como quien espera un pláceme, contemplaba al pintor, cuyos labios temblaban.

Cerca de las tres de la tarde regresamos al hotel, donde me esperaba para comer mi querido pintor italiano.

El zapatero está condenado á usar la vara, el sastre la horma, el pintor el pincel, el pescador las redes, y yo á buscar á todos aquellos cuyos nombres están escritos aquí, sin saber qué nombres son los que aquí están escritos.

Yo conocí en París a un pintor de México, un Manuel Ocaranza, que hacía cosas como esas.

Me parece que me guardas consideracióndijo el pintor.

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