Qué preposición usar con cerrada
Una vez en la cima, lo que faltaba por hacer fué obra de poco tiempo: los centinelas salvaron de un solo salto el valladar que separa al sueño de la muerte; el fuego aplicado con teas de resina al puente y al rastrillo, se comunicó con la rapidez del relámpago á los muros; y los escaladores, favorecidos por la confusión y abriéndose paso entre las llamas, dieron fin con los habitantes de aquella guarida en un abrir y cerrar de ojos.
Al oirla, la forma blanca desapareció del balcón, se escuchó el ruido de las puertas que se cerraron con violencia, y todo volvió á quedar en silencio.
He examinado todo lo que hay en él; he traducido los rótulos de las grandes torres de hoja de lata cerradas por todos lados, que, según revela su etiqueta, guardan conservas animales y vegetales.
Traen vnas Camifas de Algodon, que llegan hafta las rodillas, i vnas Medias-mangas encima de ellas, de vnas faldillas de Cuero de Venado, fin pelo, que tocan en el fuelo, i enjabonanlas con vnas Raìces, que alimpian mucho, i anfi las tienen mui bien tratadas; fon abiertas por delante, i cerradas con vnas Correas; andan calçados con Çapatos.
415 (Vase Zulima por la puerta del fondo, y cierra por dentro.
Cualquier árbol, cualquier arbusto bastaban á ocultarme el horizonte: todos los caminos estaban cerrados en ambas partes por setos ó vallas.
La iglesia que está contigua al cementerio, es tan modesta como poco espaciosa, la compone tres pequeñas naves, el coro y una tribuna cerrada de reciente construcción.
Kassim esperó un momento; y cuando el solitario quedó por fin perfectamente inmóvil, pudo entonces retirarse, cerrando tras de sí la puerta sin hacer ruido.
Alguien abrió la portezuela y la volvió a cerrar en seguida.
Tragomer, entonces, sin poder contenerse dijo con vehemencia apasionada: Esas lágrimas, María, me afligen y me encantan á la vez, porque indican que no lo ha olvidado usted todo y que su corazón no está cerrado para siempre.
Porque estas puertas se cierran para nosotros apenas asome Don Juan Manuel.
Llamó en seguida al alguacil y pregonero, que le servía al mismo tiempo de criado y ayuda de cámara, y le encargó que al día siguiente, y muy de mañana, llevase aquel pliego cerrado a Juana la Larga y se lo entregase en mano propia.
La marquesa y el sacerdote seguían cuchicheando vivamente allá en un rincón, ella cada vez más humilde e insinuante, sentada sobre el borde de la butaca, inclinando su cuerpo para meterle la voz por el oído; él más grave y más rígido por momentos, cerrando a grandes intervalos los ojos como si se hallase en el confesionario.
Las aguas saltaron en chispas de luz, y se cerraron sobre su cuerpo, y sus círculos de plata fueron ensanchándose, ensanchándose hasta expirar en las orillas.
El patio era de tierra, cerrado al oeste por un cerco de ladrillos.
[Ilustración] En aquella época, el puerto de Brest se cerraba al anochecer, por medio de una enorme cadena de hierro tendida de una orilla a otra, y se abría al estampido de un cañonazo, a la hora de la diana.
Después pasaron los guardias porta-espada, llevando con la punta en alto y sostenidos por sus dos manos cerradas sobre el pecho unos mandobles enormes que brillaban lo mismo que si fuesen de plata.
Allí se reunen las tres principales vias que de puntos opuestos conducen á la cumbre, y el viajero se siente repentinamente en presencia de un panorama soberbio, saliendo de la cuenca cerrada del camino á una pequeña planicie que permite registrar con la vista todo el canton de Lucerna y parte del de Unterwalden.
Ramón cerró á obscuras su manuscrito; comprendió que lo mejor que podía hacer era imitar á sus amigos; bajó de la mesa, tomó la capa, se envolvió en ella, y tendióse de largo sobre el bendito suelo.
Mejor fuera manejar la azada o el pico que abrir y cerrar sin tregua las tenazas abrasadoras, que además de quemar los dedos, la mano y el brazo, cansaban dolorosamente los músculos del hombro y del cuello.
Ni siquiera ha leído las cartas, la pobre niña; se las entregó cerradas á su tía.
El salón de Pirovani tenía un piano de media cola, que había permanecido cerrado hasta entonces.
De las miradas se pasa a las palabras con suma facilidad, y don Andrés, procurando hallar siempre sola a Juanita, se acercaba a ella al ir a entrar en la tertulia y le disparaba a boca de jarro, como si fuera su boca la ametralladora del dios Cupido, un diluvio de flores y una descarga cerrada de piropos ardientes.
La marquesa había resuelto abrir el cuarto de su hija difunta, que estaba cerrado desde la muerte de esta, acaecida nueve años antes.
Mientras hablaba sus ojos permanecían medio cerrados sin que nada pudiese denunciar su pensamiento íntimo; cara de diplomático precavido y astuto, que también podía ser de traidor.