32 Adjetivos para describir mandarines

Mientras los personajes de su séquito iban avanzando escalón por escalónlos mandarines letrados por los peldaños de la derecha, los mandarines militares por los de la izquierda, el Hijo del Cielo ascendía lentamente por el bloque de mármol intermedio.

Mientras los personajes de su séquito iban avanzando escalón por escalónlos mandarines letrados por los peldaños de la derecha, los mandarines militares por los de la izquierda, el Hijo del Cielo ascendía lentamente por el bloque de mármol intermedio.

Sus ministros más apreciados, los mandarines favoritos, los virreyes de las provincias, todos podían recibir por orden del emperador unas cuantas docenas de bastonazos, como penitencia de faltas ó descuidos.

¡Extraños barrios! Mas nada me divertía tanto como ver a cada instante en la puerta de un jardín, dos mandarines panzudos que para entrar se hacían infinitas zalemas y cortesías, sonriendo, todo un ceremonial dogmático, que les hacía oscilar de un modo picaresco sobre las espaldas las largas plumas de pavo.

Puede el vulgo detenerse ante las manifestaciones materiales y secundarias; para un hombre que piensa, esta es la cuestión: ¿en qué reside irreductiblemente la diferencia existente entre un mandarín chino y un europeo cultivado?

Los mandarines encargados de administrar la justicia, proceden también por corazonadas.

Este chino tenía una mujer muy hermosa, que desde luego llamó la atención del viejo mandarín (porque era viejo).

Tres lados del patio estaban ocupados por los funcionarios de la corte, los personajes invitados por el emperador y los mandarines célebres por su sabiduría ó sus hazañas guerreras.

En él se exhiben los signos honoríficos, iguales á las condecoraciones que los mandarines civiles de Europa se colocan sobre el pecho en forma de cruces y los mandarines militares sobre los hombros en forma de charreteras.

Vete á unos pretendientes engañados y á unos mandarines engañadores, aquéllos pretendiéndolo todo y éstos cumpliendo nada, dando largas, escusas, esperanzas bobas: todo cumplimiento y quimera.

Si antes supiera que la apetecías, antes te la hubiera ofrecido, ¡oh mandarín excelso!»

Los mandarines importantes y los embajadores recibidos por el Hijo del Cielo no iban más allá de los patios majestuosos de la Ciudad Roja.

Algo disgustaba al elegante ir convertido en cicerone de un ente tan grotesco; pero la intimidad con que le trataba el personaje cortesano le hizo ver en el de la aldea un mandarín inculto, una potencia electoral, un reyezuelo de provincia.

El busto había desaparecido del pedestal de negro y oro, y entre minúsculos mandarines caídos y descolgados abanicos, se veían por el suelo pedazos de porcelana que crujían bajo los pequeños zapatos de Suzette, quien toda encendida y con el cabello suelto, aguardando los besos, decía entre carcajadas argentinas al maridito asustado:Estoy vengada.

Mas el mandarín medita, cuando echa los anzuelos al agua, que es mil veces preferible pescar a la linda consorte de su huésped.

Este cómico llamamiento al pueblo mexicano, hecho por el incipiente sátrapa, recuerda el de otro mandarín mexicano, el traidor Santa Ana, que acostumbraba poner al pie de todas sus bombásticas proclamas y cartas: Patria y Libertad! En el famoso Plan de Tuxtepec reformado en Palo Blanco, (21 de Marzo 1876) proclama Porfirio Díaz, bajo su firma: Art.

El busto había desaparecido del pedestal de negro y oro, y entre minúsculos mandarines caídos y descolgados abanicos, se veían por el suelo pedazos de porcelana que crujían bajo los pequeños zapatos de Suzette, quien toda encendida y con el cabello suelto, aguardando los besos, decía entre carcajadas argentinas al maridito asustado:Estoy vengada.

Con ellos alternan los mandarines modernos en traje de gala, con vestas y capacetes de seda del mismo color en cada individuo, y mil reproducciones del iris entre todos; los bonzos, de cabeza rasa, y los ejecutores de la justicia (séquito de los grandes personajes), con sus hopalandas negras, uno como cencerro de mimbre oscuro en la cabeza, y portador cada cual de un instrumento de suplicio.

Los bananos, los albaricoqueros, los abridores, los naranjos mandarines se distinguían solamente por el aspecto de sus desnudas ramas, sin el encanto y la ondulación de hojas que constituye la vida de los árboles.

Los emperadores chinos y los mandarines opulentos consideraron un jardín como el más precioso adorno de toda vivienda rica, reproduciendo en su frondosidad las bellezas naturales con arreglo á un gusto pueril y extremadamente minucioso, mas no por esto indigno de consideración.

En este país, donde cargos y honores no son transferibles, y los herederos de los mandarines más poderosos vuelven á sumirse en las últimas capas sociales si no logran á su vez conquistar por el estudio y el examen la posición de sus padres, la única nobleza reconocida es la de los descendientes de dicho filósofo.

Yo conozco en Hong-Kong a un rico mandarín que invierte más de peso y medio cada día, y que, a consecuencia del abuso, tiene que trasladarse a Cantón de dos en dos meses, para hacerse operar por la paralización absoluta de sus funciones digestivas.

En cuanto a metafísica, he aquí lo que al padre Pedranzini decía un mandarín sectario de Confucio: «Nosotros nos guardamos mucho de decidir sobre cosas que no son evidentes y que los sabios antiguos tenían por inciertas.

» Y en efecto; llama a los mandarines sufragáneos, y suma por aquí, multiplica por allá, él se las arregla de modo que le salgan los cuatro.

Reclamaban, en efecto, nuestra atencion tres carros de la Compañía del thé, con mandarines y comerciantes chinos, vestidos perfectamente, con sus trages talares de riquísima seda; por supuesto, los hijos del Celeste Imperio, de ojos azules y patillas rubias, no chistaban palabra y tenian la gravedad de los asistentes á un entierro.

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