38 Adjetivos para describir oyentes

No sólo pronunciaba entonces con facilidad y rapidez el condenado ejercicio que le servía de gimnasia vocal, sino que su lenguaje todo era febril y de carretilla, cortado de trecho en trecho por pausas, en las cuales se quedaba el oyente más atento, esperando lo que había de venir después.

Después del preludio, admirablemente ejecutado, el mayor, un buen mozo, hizo unos floreos con el bastón y echó calle arriba, seguido de toda la banda, tan airosa y apuesta, y de una multitud de oyentes admiradores.

HAMLET.Corregidle del todo, y cuidad también que los que hacen de payos no añadan nada á lo que está escrito en su papel; porque algunos de ellos, para hacer reir á los oyentes más adustos, empiezan á dar risotadas, cuando el interés del drama debería ocupar toda la atención.

A pesar de su gesto fiero y su oratoria de mando, todos los oyentes alemanes rieron estrepitosamente á las primeras palabras, como hombres que saben apreciar el sacrificio de un Herr Comerzienrath cuando se digna divertir á una reunión.

Ya veis, amados oyentes míos, cómo no siempre es piadoso dar de buen grado al César todo lo que parece suyo.

Creía que iba a desgarrarse su pecho, a estallar su garganta; pero los oyentes, habituados al canto bárbaro, tan anonadador como la danza, no paraban atención en la fatiga del cantor ni se cansaban de su interminable relato.

Y exponía ante sus oyentes atónitos las transformaciones de la creación natural y el origen del hombre: el inmenso poema de las evoluciones de la Naturaleza, desde el protoplasma originario hasta las infinitas variedades de la vida.

El segundo modo es relativo, en el cual se zayere y vitupera el murmurador ó se rinde gracias á los benévolos oyentes.

Los oyentes más cultos no necesitaron las explicaciones del inventario.

Esto, en los oyentes desapasionados, y que asistían allí, más para recrear el alma con el poético entretenimiento, que para censurarle.

Más todavía, enredándose en palabras, se echan a y a sus desgraciados oyentes en un caos profundo y estéril.

» No limitó a sólo esto el elogio de su dama, sino que se empeñó en persuadirme de que era un compendio de todas las perfecciones; pero encontró con un oyente difícil en dejarse convencer sobre este punto.

Un amigo de Kasper vino a sacarle de la infructuosa predicación, libertando a sus distraídos oyentes.

Un ladron, repitieron veinte oyentes, encantados de encontrar un recuerdo de la infancia.

Los que las usan á menudo, dán á entender que quieren ganar á los oyentes, no enseñarles: los que se satisfacen de ellas, muestran que su entendimiento todo es oidos y imaginacion; pues estas dos cosas se llenan con la multitud de símiles metafóricos.

Ese poema dramático, escrito en un luminoso, diamantino lenguaje, representado por excelentes artistas, y aplaudido por una muchedumbre de admiradores de poetas, de oyentes escogidossin que dejase de haber, según las crónicas, gentes «malfilatres», como diría el inmortal maestro,hubiera sido para él conquista soberana en vida.

¿Para qué? Se limitó a asegurarles que ese mes sólo pagaría diez pesos cada cuarto, y se alejó, dejando a sus oyentes exaltados y discutiendo.

Otro sabio de otra especie fué más curiosamente escuchado, sobre todo por los oyentes femeninos.

Los oyentes germanos ya no reían.

Creía que iba a desgarrarse su pecho, a estallar su garganta; pero los oyentes, habituados al canto bárbaro, tan anonadador como la danza, no paraban atención en la fatiga del cantor ni se cansaban de su interminable relato.

A este viejo currutaco le gustaba contar horrores vistos por él en la Revolución y hacía temblar a sus oyentes hablándoles del suplicio de los reyes, de los girondinos y de los dantonianos que había presenciado.

El Maestro de la Escuela socrática, sin consignar principios generales, sin establecer teorías, se dirigía a sus oyentes haciéndoles algunas preguntas.

El ejemplo de Fernández Parreño suscitó en los oyentes ideas de codicia.

Pero don Elías no injuriaba á nadie más que al banquero, ni pedía cuentas á los vecinos de Robleces de los millones estafados ni de las grandezas fenecidas: antes al contrario, hablaba de todo ello siempre que podía traerlo á colación, y lo traía á cada instante, en tono triste y lamentoso (en ocasiones lloraba); y con tal lujo de pormenores lo refería, que el oyente más incrédulo vacilaba ya.

(?) Pero a pesar de esa explicación del maestro, lo que hay de verdad en el asunto es que un crítico musical de aquella época, se lamentaba de que la música religiosa de Gutiérrez fuera tan melosa, al extremo de distraer el fervor religioso de los oyentes, inspirándoles cierta sensación mundana.

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