21 Metáforas para reunión

Lo que más pasmaba á la reunión era la actividad infatigable de aquellos trotatierras.

Las reuniones de los obispos verificadas en 1537 y 1546, tan importantes en la historia de México, como los tres concilios de 1555, 1565 y 1585, fueron beneficiosos para la disciplina de la Iglesia.

A [10] la separación suele acompañar súbito encanallamiento, de lo cual resulta que si un ejército es gloria y honor, una reunión de soldados puede ser calamidad insoportable, y los pueblos que lloran de júbilo y entusiasmo al ver entrar en su recinto un batallón victorioso, gimen de espanto y tiemblan de recelo cuando ven libres y sueltos a los señores soldados.

Persona informada me da los datos siguientes: El local en que solían celebrarse las grandes reuniones políticas de los partidos era el circo del Príncipe Alfonso, que estaba situado en el paseo de Recoletos, frente al Palacio de la Biblioteca y Museos.

A pesar de esto, la tal reunión era casi un club, que en épocas como aquélla tenía su carácter peligroso.

La reunión fue en el gran comedor de Eritaña, un salón en pleno jardín, con decorado de arábiga vulgaridad, pobre imitación de los esplendores de la Alhambra.

El capitán conspiraba, y aquellas reuniones eran conciliábulos preparativos de una revolución.

Pues la reunión; ¿no los conoces?

Como la reunión era en su cuarto, decía que daba y que se quedaba en casa.

Estas reuniones de familia son encantadoras.

La reunión fué en extremo tumultuosa.

Yo también soy una concha, y la reunión de las perlas son las gotas.

Al principio era la música una confusa reunión de sones que aturdía en vez de agradar; pero luego serenóse aquella tempestad, y un canto fúnebre y temeroso como el Dies iræ surgió de tal desorden.

Sus reuniones son hacia los polos, en los desiertos ancones de la Groenlandia, en medio de la bruma del estrecho de Behring, é indudablemente también en el tibio mar descubierto junto al mismo polo.

La nocturna reunión era una queja continua contra la injusticia social.

Pero la reunión del día de Navidad era puramente una reunión familiar que no representaba la fiesta brillante por excelencia de la estación de la Casa Roja.

La reunión era selecta, y cada uno, en su amabilidad y alegría, se esforzaba en darme la bienvenida.

Otro error sería creer que nuestras reuniones familiares fuesen sesiones dogmáticas y morosas.

Era, en fin, la tertulia una reunión donde se desahogaba el liberalismo inocente de unos revolucionarios que, en costumbres y preocupaciones, imitaban a sus enemigos, y a pesar de haber sufrido de la dinastía reinante toda clase de desdenes y persecuciones, mostrábanla una fidelidad canina, y siempre era para ellos Fernando VII el rey mal aconsejado, Cristina la augusta señora, e Isabel la inocente niña.

Aquella reunión fué un continuo tumulto; el público insultó y maltrató despiadadamente a los diputados y a los concejales, y hasta volaron algunas sillas lanzadas contra los oradores.

La reunión popular era el ultimátum que lanzaban los trabajadores.

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