21 colocaciones para canes

No me asusta el ladrido de los canes Que celosos envidian de mi suerte; Yo, como Cristo, repartiendo panes Protejo al débil cuanto insulto al fuerte.

Adornábase su arquitectura de canes, grifos y dentellones.

Junto al ventorro alzábanse las tapias blancas del Sanatorio de Perros, el asilo de los canes de los ricos, cuidados en sus enfermedades por un veterinario.

Bien vees este clamor de campanas: este alarido de gentes: este aullido de canes: este grande estrepito de armas: de todo esto fuy yo la causa.

En todas las expediciones alrededor del mundo, las señoras se muestran entusiasmadas por la belleza y la baratura de unos pequeños canes chinescos, llamados «pekineses», y se apresuran á comprarlos.

»Y mando que á mi Babieca »lo sotierren y lo adofen, »non coman canes caballo »que carnes de canes rompe; »y para facerme obsequias »se junten mis infanzones, »los de mi pan y mi mesa, »los buenos conqueridores; »y á la santa cofradía »del rico Lázaro pobre, »mando el prado de Vivar, »ende, aquende, y sus quiñones.

¡Horror, horror! Ladran con un furioso celo los canes del diablo hacia el cielo por la boca del Mongibelo.

Ya el sol hería con sus rayos los campos, saliendo de la plácida y profunda corriente del Océano, cuando los cazadores penetraron en un valle: iban al frente los perros, que rastreaban la caza; detrás, los hijos de Autólico, y con éstos, pero á poca distancia de los canes, el divinal Ulises, blandiendo ingente lanza.

Esguilaban los árboles, vadeaban los arroyos metiéndose en el agua hasta media pierna, hostigaban á las vacas con propósito resuelto de enfurecerlas, desafiaban el encono gruñón de los canes rústicos, se mofaban de las campesinas y apedreaban á los gañanes.

Su padre llegó corriendo adonde estábamos, y, viendo a su hija de aquella manera, le preguntó que qué tenía; pero, como ella no le respondiese, dijo su padre: ''Sin duda alguna que con el sobresalto de la entrada de estos canes se ha desmayado''.

Este entusiasmo por los canes le había impulsado a pronunciar esta frase irrespetuosa: «Yo le saludo con más respeto a un perro de aguas, que al señor párroco.

Pues yo os digo que en la casa de mi padre hacéis vosotros la misma falta que los canes en la de Dios.

El segundo le dió para borrar el mal color del otro; y como todo se concebía en aquel valiente menos el miedo, celebróse la ocurrencia por los circunstantes (saturados de relatos y comentos de brujas en figura de canes) después de haberse estremecido de horror, aunque no tanto como el Sevillano que, del primer respingo, se alzó dos jemes sobre la greña de Chiscón, el cual, puesto de pie, le sacaba un palmo.

Pasaba efectivamente como á tiro de ballesta un horrendo javalí, perseguido de una jauría de valientes canes: ya dos de estos habian probado sus agudas defensas, dando al viento su sangre y sus entrañas palpitantes: mas de un montero, á punto de dar el golpe que hubiera terminado la ansiedad en que á todos los tenia la fiera, se habia visto arrebatado fuera del sendero que ésta seguia por su caballo espantado.

Minia Casilda ocupó su asiento, mientras Quilito sacaba los guantes del bolsillo interior de su abrigo, arrojando de paso una mirada a la mal provista mesa: el mantel, remendado a trechos, no alcanzaba a cubrirla; la vajilla era de loza, tan maltratada, que el borde de los platos parecía haber estado expuesto a los mordiscos de hambrientos canes; los cubiertos, desdentados los tenedores y gastados los cuchillos.

Contra el muerto caballo replegado batallaba Ismail, cual la pantera de innumerables canes acosada, en los que alcanza brava se ensangrienta.

A lo que anuncia el portento de esos alados canes del padre Zeus, que han inmolado a ese tímido y triste animal con los hijuelos que aún llevaba en sus entrañas, la casta Artemisa mira a esta casa con airados ojos.

Marina publicada en este tomo, advertirá desde luego una gran diferencia: la de Santiago con sus capitelitos cúbicos esculpidos, con aquel funículo corrido que sirve de astrágalo á los fustes de las columnillas, con aquella rusticidad de canes fantásticos colocados sin ninguna simetría, revela al primer golpe de vista una época muy anterior á la de la reconquista.

Se le destinó el Chonito, perdiguero infatigable, recastado, de hocico partido, el más ardiente y seguro de cuantos canes iban allí.

Desde este se registra cómodamente la obra antigua con su alero de canes carcomidos, y el ábside octógono que forma la capilla de Nuestra Señora del Rosario, del siglo XV.

Amén de estos recreos al pormenor, y los que no se puntualizan aquí, porque no hay para qué puntualizarlos, la sociedad tenía otros en común, como ciertas algaradas de estruendo, ora en el Hipódromo en los días de carreras, ora en la del Prado y de la Castellana, disfrazados los socios de canes lanudos, y amontonados y latiendo en sus perreras, en las tardes de Carnaval.

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