104 oraciones de ejemplo con enajenada

La vieron vagar por el campo como enajenada, con los, cabellos destrenzados y flotantes y la ropa abierta en túrdigas.

Un día la mestiza, á quien sirve la niña, necesitó un ser de sus condiciones; habló con la cabecilla, y previos justos y legítimos pagos, le transmitió la propiedad, sin que para nada interviniera la voluntad de la enajenada.

, al través de la dura experiencia de los siglos, hacía pensar a Guyau en la obsesión de aquella pobre enajenada cuya extraña y conmovedora locura consistía en creer llegado, constantemente, el día de sus bodas.

¿Y qué es la catalexis?dijo con voz de trueno el Sultán al ver pavonearse de vanagloria al inventor de la palabra, y que con ella quedaban las cosas como antes y la Sultana tan enajenada y en peligrosa situación.

" Al propio tiempo venían nuncios y embajadores de los aposentos de las sultanas, siempre con las tristes nuevas de que Híala permanecía en su misma enajenada situación.

La agarré, la sostuve algunos segundos así, pegada contra mi pecho, la cabeza vuelta, los ojos cerrados, los labios fríos, medio muerta y enajenada al influjo de mis besos.

Hermosa, morena, como enajenada, cantaba: Ni debo amarte ni olvidarte puedo, y hondo dolor mi corazón destroza.

¡Malhaya el lazo!; pero ¿quién lo corta? De esta suerte cantaba, sin mirar a nadie, morena, hermosa, como enajenada; parecía que lo que cantaba no fuese una canción, sino la realidad, y en todos producía una impresión de realidad.

Permaneció algunos minutos inmóvil, de pie en medio de la habitación, con los ojos en el vacío, enajenada por intensa meditación.

Marchaba enajenada, dichosa, sin pensar en nada, dormida en ese estupor delicioso que nos causa la hermosura de la Naturaleza.

La esposa pasó el resto de sus días enajenada, sumida en estupor profundo.

Al cabo el deseo tuvo realidad: el agua saludable y la religiosa oración florecieron juntas en una misma cándida fe, y Marcela, enajenada de gozo, sintió que un amor nuevo y sublime emergía, igual que una fragancia, de su carne joven, como si en su corazón se abrieran las hojas de un capullo.

Aquellas flores eran la voz insinuante de la sirena, y la mujer que lo escuchase indiferente tendría su alma enajenada en otro hechizo.

¿No oyes muchas alas que baten?... ¡Escucha!... ; es que llega el bando—respondió Florinda, asomándose a recibir a las viajeras, enajenada también por indecibles anhelos.

¡Mi padre!—murmura enajenada.

» Apenas se lo dije a mi ama cuando, toda enajenada de alegría, me mandó le hiciese entrar.

Más bello asunto sería aún, si cabe, el de los amores de Salomón con la discreta y bella Reina de Sabá, que vino á verle con tanta comitiva y séquito, que le propuso tanta pregunta difícil, y que tan enajenada quedó de la sabiduría de Salomón y de la magnificencia y esplendor de su corte.

Con este pensamiento Enajenada brinca de manera, Que á su salto violento El cántaro cayó.

«¡Mucho mejor!exclamó ella enajenada de alegría.

De pronto, envuelto en olas de luz apacible, Lucía vió á un precioso Niño; una criatura que sonreía, que tendía los bracitos, y á quien la monja recibió enajenada en ellos.

¡Oh, con qué alegría te estrecharé entre mis brazos! »Dunia está enajenada de júbilo ante la idea de volver a verte; y me ha dicho una vez bromeando que, aunque no fuese más que por esto, se casaría de buena gana con Pedro Petrovitch.

Después, sin apartar los labios de donde tan a su gusto los tenía apoyados, preguntó: ¿Oyes bien lo que el vagón te manda? Síreplicó ella reclinando su cabeza enajenada sobre el pecho del hombre; antes no le oía... pero ahora ... ¿Por momentos le comprendes mejor, verdad?...

Con este pensamiento enajenada, brinca de manera, que a su salto violento el cántaro cayó.

Venus, enajenada de júbilo por el triunfo de los navegantes, les hace disfrutar, aun antes de llegar a su patria, las bienandanzas de la gloria, en una isla flotante y divina, hermoseada con todos los encantos de la primavera y poblada de ninfas que les sirven en maravillosos banquetes el néctar y la ambrosía hasta entonces reservados a los dioses.

del gaditano muro Grita la muchedumbre alborozada; ¡Salve, oh Deidad! de gozo enajenada La ruidosa marina Que a ti se agolpa y el batel rodea; Y al cielo sube el aclamar sonoro Como al aplauso del celeste coro Salió del mar la hermosa Citerea.

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