24 Metáforas para piso

Cada piso era de muy poca altura, y los techos no tendrían más de dos metros.

El piso es una arena suelta, que el viento amontona en todas direcciones.

El piso del cuarto es como un ataúd, con una puerta de barras de hierro; no podrian caber dos personas de frente dentro de aquellos cuartos, que son oscuros y malsanos.

El piso era de baldosín, bien lavado y frotado, sin más defensa contra el frío que dos esteritas de junco delante de los dos bancos que ocupaban los testeros principales.

El segundo piso es una biblioteca que cuenta 96,000 volúmenes, y el tercero una famosa galería de pinturas.

El techo, ó mejor dicho, la bóveda, es hecha de fajas fuertísimas de acero, superpuestas y cerradas por planchas del mismo metal; el piso es de bronce y acero.

Hemos indicado que el primer piso es el característico de la calle de Brodway, cuyo centro está empedrado de adoquines de granito.

El tercer piso en España no es la misma cosa que en los Estados Unidos.

El piso estaba bastante más enjuto a causa de la pendiente, y la luna seguía desde lo alto esclareciendo la ruta, posando su dulce y tranquila mirada sobre los viajeros.

Los criados me respondieron que aquel piso era el entresuelo, y que Luisa Noel habitaba en el principal.

El piso bajo es un espacio común para personas y animales; la parte dedicada a establo suele estar abovedada y es muy obscura y difícil de ventilar, tanto, que aun en pleno día cuesta trabajo distinguir los detalles.

Si á esto se añade que casi todos los pisos bajos son establecimientos de lujo, iluminados con profusion, así como las 76 travesías, no será difícil representarse el panorama que ofrecerá de noche la calle de Rívoli.

El piso del merendero era de greda amarilla, la misma greda de todo el árido cerro: y una vieja, sucia y horrible, que frotaba con un estropajo las mesas, no necesitaba sino bajarse para encontrar la materia primera de aquel limpión inverosímil.

El piso altoque es el habitableconsta de salón, cocina ancha y semiconventual, y un par de dormitorios en que caben tres salitas como la nuestra de Madrid.

¡Error! Observa la hora a que sale el amo, qué gente viene en su ausencia, si la señora sale periódicamente, si va sola o acompañada, si la niña balconea, si se abre casualmente alguna ventanilla o alguna puerta con tiento, cuando sube tal o cual caballero; ve quién ronda la calle, y desde su puesto conoce al primer golpe de vista, por la inclinación del cuello y la distancia del cuyo, el piso en que está la intriga.

el último piso de uno de esos grandes y viejos palacios de la calle dei Banchi, la vía Fornabuoni era el lugar elegido para mi paseo matinal, porque allí se encuentra uno con todo el mundo: las damas ocupadas en sus compras en las tiendas o de paso para las bibliotecas y librerías; los hombres charlando en las aceras, hábito que pronto adquieren todos los ingleses que establecen su residencia en Italia.

El piso era de maderas ensambladas, las colgaduras magníficas, cómodo y lujoso el mueblaje; todo acusaba mucho dinero.

Aunque no es muy lejos dijo Catalina guiando hacia Puerta Cerrada, como los pisos están malísimos, tomaremos un coche, si te parece.

Su piso era medio metro más bajo que el de los espacios descubiertos que unían á unas trincheras con otras.

El piso del salon es tan parejo y bien cepillado, que parece una plancha de bronce.

Los pisos estaban superpuestos: los dos de arriba, más salientes hacia la calle que el de abajo.

Todos los pisos bajos son tiendas, apenas hay rejas.

El piso de esa cloaca era de tierra apénas apretada y estaba casi todo cubierto de montones de paja sucia y empapada por la humedad.

Los pisos superiores son viviendas, porque este propiamente es un hotel para familias.

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