240 oraciones de ejemplo con merienda

La señora había dado orden para que la merienda estuviera lista, y Visanteta se afanaba, yendo de un lado a otro y enviando sus amigas al jardín para que la dejasen en libertad.

» Además, Rafael y Roberto se encargaban de dar a la merienda el tono de distinción que tanto agradaba a doña Manuela.

La merienda se animaba.

Quiso resarcirse del breve paréntisis en su vida de amante, y esperó a Tónica en las calles, sosteniendo con ella largas pláticas que la hacían llegar tarde a casa de las parroquianas, enterándose con minuciosidad de las tardes que había pasado en melancólica calma leyendo novelas sentimentales, mientras Micaela, la fiel amiga, cocinaba, preparando la modesta merienda.

La llamó, pero Obdulia se disculpó diciendo que esta tarde tenía que pasarla en casa de Visitación para hacer las empanadas de la merienda... ya sabes, la de la tertulia de la otra....

Luncheon, n. [lánchion] Merienda.

Que me debe usted una merienda en el campo.

Ya podéis ir preparando la merienda...

¿Cuántos...? 820 (Don Pedro, María, Filomena y el Alcalde quedan a la izquierda ocupándose de la merienda.

Allí podemos verla de paseo amatorio, por la tarde, en la primavera, bajo las sombras paradisíacas de La Alhambra; ó en excursión higiénica, el verano, al amanecer, por la amenísima y misteriosa cuenca del Dauro ó Deoro, en busca de la fuente del Avellano; ó, en tren de merienda, por las fértiles huertas de los Callejones de Gracia, con presupuesto de cerezas, habas verdes ó lechugas, para engañar unos típicos bollos de pan de aceite.

Ellas van en peregrinación al Laurel de la Zubia, de merienda á los cármenes y avellaneras del Sacro Monte, y de campo formal, en tartana, al Fargue, á Huétor del Genil ó á la Fuente Grande de Alfacar, verdadera maravilla de la naturaleza.

Durante la merienda y en ocasión en que el pintor estaba sentado a sus pies sirviéndole con rendido alarde había sorprendido entre las dos niñas del Real-Saludo una mirada muy maliciosa seguida de una risa más maliciosa aún.

Las tresse dijo,y el paje no llega con la merienda.

Llegó la hora de cenar; pasóse la merienda en blanco, y la cena ya que no se pasó en blanco, se pasó en moreno: pasas y almendras y candil y dos bendiciones, porque se dijese que cenábamos con bendición.

¿Qué mejor venganza podemos tomar de los cubanos rebeldes que concederles la libertad por que combaten? Una vez Cuba libre, Cuba se volvería merienda de negros.

Pues para que no se vuelva merienda de negros debemos seguir combatiendo en la Grande Antilladijo entonces D. Valentín.

Pensé que me volvía loco de alegría... Fué la tarde en que les pagué á ustedes la merienda y unas cuantas botellas de amontillado...

Llevaron merienda, entretuviéronse más de lo que pensaban: al regresar á su casa empezaba á cerrar la noche.

A la hora de la merienda iba tu madre á darnos golosinas y besos.

Doña Victorina se halla tan contenta de su marido, que un día que éste le pisó la cola de su bata, no aplicó su código penal quitándole la dentadura, sino que se contentó con decirle: ¡Si no llegas á ser cojo, me pisas hasta el corsé! ¡Y ella no lo usaba! Una tarde, mientras Sinang y Victoria visitaban á su amiga, conversaban durante la merienda, en el comedor el cura, capitán Tiago y la familia de doña Victoria.

Por vida vuestra, dijeron, que le hagamos una burla, porque es tan gran loco, que se persuade á que pueda crecer y le sacaremos una muy gentil merienda riéndonos un rato á costa suya.

Estando yo en la dicha casa del señor Marqués de Algaba, don Luis de Guzman y sus criados, que tenia muchos y muy honrados, me quitaron de la obligacion, por ser mis amigos, que por la descortesía de haber perdido el respeto á la casa le enviaron á la suya sin narices, dejando la espada, broquel y daga para merienda de los mozos de cocina.

En las caletas siempre está sosegada el agua, y como yo hacia pié salí á tierra, hinqué las rodillas ambas en ella, dando gracias á la primera causa: pero puestos los ojos en la merienda que el otro habia dejado, miréme con mi bota y coleto, cosidos con el jubon y las botas enceradas, que tambien hacian su figura, y no me espanté que me tuviera por cosa mala.

Él quedó confuso, yo respondí en italiano, que no osé en español, que allí no habia llegado ballena, ni otra cosa que pudiese parecerlo, sino yo del modo que me veian, y que aquel hombre habia huido por dejarme la merienda.

El señor Pespunte, en el calor de la discusión, y un tanto enojado por el calificativo de ingrato que le había dirigido el presidente de la Comisión, pronunció palabras poco parlamentarias, tales como ropa sucia, manos puercas, río revuelto, bragas enjutas, fumarse la isla, merienda de negros, presidio suelto, cocinero y fraile, peces gordos, y otras no menos malsonantes.

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