818 colocaciones para sangre

, consolaba á todos con ternura, y ofrecíales mirar por ellos, como un padre benéfico por sus hijos; prometia hacerles restituir sus bienes, y derramar hasta la última gota de sangre en su defensa, y por tan justa causa.

Algunas de ellas tenían manchas de sangre en el rostro y en las ropas; otras, sentadas en el suelo, se quejaban de tremendos dolores en sus miembros.

Dom Pedro II reinó hasta el año de 1889, en que el pueblo del Brasil resolvió cambiar la forma de su gobierno de monarquía en república, lo cual se efectuó sin derramamiento de sangre, el 15 de noviembre de aquel año, día en que fué proclamada la república.

Y aseguran que, cuando murió, fué porque todos sus gatos se le echaron encima, clavándole las uñas en el cuello, y desgarrándole la garganta en girones, hasta dejarlo, después de horribles sufrimientos, exánime en un charco de su propia sangre.

Esta cortina densa tomó un color de sangre al cubrir el horizonte enrojecido por la puesta del sol.

» 005:029 Inmediatamente el flujo de sangre se detuvo, y ella sintió en su cuerpo que su enfermedad había sido sanada 005:030 Entonces Jesús, al percibir que había salido poder de Él, se volteó hacia la multitud, y preguntó, «¿Quien tocó mi ropa?» 005:031 Sus discípulos le dijeron, «Mira la multitud presionándote, Como dices, `¿Quien me tocó?

Pero antes de dormirse completamente sintió un pinchazo en una muñeca, algo semejante á la mordedura de un colmillo único, una incisión que pareció llegar hasta el torrente de su sangre.

Muchos de ellos, en consecuencia de la pérdida de su sangre y de la total abstinencia de alimento, se quedan desmayados sobre el sitio.

Se ve el rastro de la sangre entre las zarzas del monte, y al saltar uno de esos lentiscos han flaqueado sus piernas....

Parecía que únicamente de noche se le fuera la vida en nuevas olas de sangre.

En la primera batalla que dimos con los aldeanos portugueses, todos echaron a correr en cuanto nos vieron, y el General mandó a la caballería que se apoderara de un hato de carneros, lo cual se verificó sin efusión de sangre.

Los chulillos procuraban en vano, y exponiendo sus personas, distraer la atención de la fiera; mas ella parecía tener sed de sangre y querer saciarla en su víctima.

Los apóstoles de la nueva ley me parecieron, en su mayor parte, bribones infames ó frenéticos furiosos, llenos de envidia y sedientos de sangre.

y entonces, al rojo fulgor del audaz Katipunan, puñales febriles lanzaron su reto al azul... La ubérrima tierra tornóse después en un lago de sangre firmada en el Pacto, y el bolo hizo estrago, fulgiendo en el puño broncíneo de añoso rencor.

Verdad que por la ley escrita, el tal nene era un Rubín; pero la fuerza de la sangre y las circunstancias habían de sobreponerse a las ficciones de la ley, y si el señorito de Santa Cruz no se apresuraba a portarse como padre efectivo, buscando medio de transmitir a su heredero parte del bienestar opulento de que él disfrutaba, era preciso darle el título de monstruo.

Y con ambos puños cerrados se daba terribles golpes en el pecho, que retumbaban en todo el aposento y le hacían toser horriblemente, y le produjeron a poco un ligero vómito de sangre...

Como una nueva oleada de sangre subió entonces á la cara del Comendador, enrojeciéndola toda.

La Socorro cayó de la silla soltando cuatro chorros de sangre por los cuatro agujeros que los pinchos del instrumento la hicieron.

ESCENA PRIMERA ZULIMA, ADEL; JUAN DIEGO MARSILLA, adormecido en la cama: sobre ella un lienzo con letras de sangre.

Pero al pasar frente a la cocina vió en el piso un mar de sangre.

Indudablemente el eco de alguna gran batalla, el hedor de un río de sangre humana, una inmensa degollación en honor de su imperio.

Hay en ella un terrible empobrecimiento de la sangre: está con el pulso de un pollo: hay además una sobreexcitación nerviosa que se acentúa periódicamente, y una honda perturbación gástrica....

El pobre gigante no pudo resistirse á las energías mecánicas conjuradas contra él; se sintió empujado brutalmente, hasta caer al suelo, y luego arrastrado un largo espacio, derramando sobre la huella que dejaba su cuerpo dos regueros de sangre.

Don Pedrito recibe el golpe en mitad de la frente, y con el rostro atravesado por un hilo de sangre se pone en pie, pálido y sereno.

Por supuesto, Pepa lo era mucho más legítima que Clementina, quien no lo llevaba en la masa de la sangre: veníale de afición.

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