1472 colocaciones para leen

Nunca me han gustado los hombres que pasan el tiempo soñando despiertos, leyendo libros ó escribiendo cosas que nada producen.

¿Puedes leer su carta?

Amparo estaba conferenciando gravemente con la modista; de modo que se vió obligado a esperar un rato leyendo los periódicos.

Cobo Ramírez, que había tomado te y luego unos emparedados y se había comido una cantidad fabulosa de ensaimadas y bizcochos, expuso a la tertulia que recientemente había leído una novela titulada Le journal d'une dame (en francés y todo), preciosa, bonitísima, la más espiritual que él hubiera leído nunca.

Pues conozco su historia, y López de Zalacaín ha sido y López de Zalacaín será, y si quiere usted mañana vaya usted a mi casa y le leeré a usted un papel que copié del archivo del Ayuntamiento acerca de esa cuestión.

Sonrió el Padre de los Maestros con modestia; pero esta sonrisa dió la seguridad al profesor de que la vida del gigante estaba asegurada y que éste tendría ocasión de leer los versos del rector traducidos al inglés.

Si á alguno de mis lectores se le ocurriese hacerme la misma pregunta, después de leer esta historia, ya sabe el por qué no se ha continuado el milagroso portento hasta nuestros días.

Al mismo tiempo que la conocí leí la obra del novelista escocés, y no puedo pensar en mi querida muerta sin recordar la figura literaria del gran escritor.

Miró los letreros de todas las calles que de allí partían, y al fin, llena de alborozo, leyó el nombre de la que buscaba.

Se movió en su asiento nerviosamente al leer las primeras palabras.

Recuerdo aún las impresiones que experimenté cuando, viviendo al lado del doctor, leí por primera vez sus páginas.

En confirmación de este aserto leyó con voz campanuda y fogosa entonación ciertos artículos insertos en un periódico de provincia (la provincia en que estaban las minas de Riosa), en que según él se le atacaba "de un modo indigno y asqueroso".

¿Cómo no tener miedo, quien se ve bloqueado de luces, fraques, corbatas blancas, y untos aromáticos, mientras que su bolsillo baja la cabeza, y oye estremeciéndose como el reo á quien se va á leer la sentencia?

Estupiñá abría todas las mañanas, barría y regaba la acera, se ponía los manguitos verdes y se sentaba detrás del mostrador a leer el Diario de Avisos.

Se publican con regularidad más de quinientos periódicos, muchos de los cuales pertenecen a colonias extranjeras, de modo que un extranjero de cualquiera nacionalidad puede leer las noticias diarias en su propio idioma.

Y, diciendo y haciendo, tomó en la mano una rima de vueltas de cartas viejas, cuyo bulto se encaminaba más a pleito de tenuta que a comedia, y arqueando las cejas y deshollinándose los bigotes, dijo, leyendo el título, de esta suerte: Tragedia Troyana, Astucias de Sinón, Caballo griego, Amantes adúlteros y Reyes endemoniados.

Cuénteme usted como pasó eso, porque debe ser curioso, añadí, mostrando toda la credulidad y el asombro suficiente, para que el buen hombre no maliciase que sólo quería distraerme un rato, oyendo sus sandeces; pues es de advertir que hasta que no me refirió los pormenores del suceso, no hice memoria de que, en efecto, yo había leído en los periódicos de provincia una cosa semejante.

En el reloj de la torre de otro pueblo vasco, en Urruña, se lee escrita esta triste sentencia: Vulnerant omnes, ultima necat.

Nuestras miradas se cruzaron, investigadoras, y en la suya leí claramente este pensamiento: este hombre me ha reconocido.

Una noche le tocó leer la vida de Santa Teresa.

No consideró necesario leer las líneas del texto.

Si alguno venía a leer comedia, yo era el que la oía.

Y estas nuestras letras serán leídas é intimadas á nuestro hermano Guardián de nuestro convento de Naga y Comisario provincial de la provincia de Camarines, para que en su vista provea lo conveniente y necesario á la expedición del presente negocio, y concluído este se nos devolverán originales con el Superior decreto que acompaña, para presentarlo al superior Gobierno.

De conocer Martín la Odisea es posible que hubiese tenido la pretensión de comparar a Linda con la hechicera Circe y a mismo con Ulises, pero como no había leído el poema de Homero no se le ocurrió tal comparación.

Después de haber saludado a los forasteros, profirió sentándose en una butaca: Acabo de leer en esta novela un capítulo precioso ... ¡precioso!...

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