159 Verbos a usar para la palabra desierta

Para darse nuevos ánimos recordaba lo que había oído algunas veces sobre los primeros hombres blancos que atravesaron este desierto.

Entonces, la chusma entera se cierne sobre Londres como una nube de cuervos, y el barrio de San-Gil queda desierto durante todo el dia....

Al contrario, hay en esa hermosura no qué de áspero y repelente que causa miedo, que hace adivinar las pasiones terribles y la navaja oculta bajo la falda de colores vivos; que hace pensar en la vengativa Italiana, lo mismo que en la mujer africana que cruza los desiertos arenales al rayo del sol sobre la silla de su galante jinete, ó que incita á las voluptuosidades del amor oriental bajo la tienda de la carabana.

La capital casi quedaba desierta después de mediodía.

Por más averiguaciones que hizo en los diversos campamentos salitreros y por más que escribió á los camaradas que tenía en otros puertos del Pacífico, no pudo encontrar un viajero que se propusiera volver al Norte de la Argentina siguiendo el desierto de Atacama.

ASCLEPIGENIA.Y no es eso lo peor, sino que se apodera de los ánimos una tristeza vaga y sofística que los enerva; tristeza que los antiguos apenas conocieron; un menosprecio del mundo y de las dulzuras de la vida, que despuebla las ciudades y puebla los desiertos; un desdén del bienestar y de la riqueza, que roba brazos a la agricultura y a la industria; y una mansedumbre resignada, que amengua el valor del ciudadano y del guerrero.

Aquello distaba mucho de parecer un desierto.

El gran salón se halla casi desierto.

Mi muy querido Mariano: Juntos hemos hecho, no sólo algunos de los viajes que menciono en la presente obra, como el de Madrid á Toledo y el de El Escorial á Ávila, sino también el muy más importante de la adolescencia hasta la vejez, pasando por los desiertos de la ambición.....

que un hombre que tenía la apariencia de un blanco recorría hacía algún tiempo el desierto en persecución de los pieles rojas, a quienes parecía que había declarado una guerra encarnizada; acerca de aquel hombre que, según decían, caminaba siempre solo, se referían actos de una crueldad horrible y de una audacia inaudita.

Mis placeres eran el ir en medio de los desiertos á respirar el aire vivo de las montañas cubiertas de hielo, sobre cuya cumbre los pájaros no se hubieran atrevido á construir su nido, y en donde el granito desnudo de yerbas se ve desierto de los insectos alados.

No teníamos el luteranismo que dejaba desiertos en Francia los templos católicos y los talleres de los artífices criados á su sombra; tampoco abundancia escesiva de catedrales y otros edificios religiosos; al contrario, los cabildos, los prelados, los príncipes, rivalizaban en la ereccion de templos suntuosos.

16 Mas él se apartaba á los desiertos, y oraba.

«¡Buenos Aires!», crujían las alas de oro de la ilusión al volar de reverbero en reverbero por los desiertos bulevares de una metrópoli dormida, ante los pasos del señorito arruinado y el bachiller sin hogar que piensan en matarse a la mañana siguiente.

Acodado el Gallego en el mostrador escuchaba á los parroquianos más viejos, jinetes del país que habían cabalgado de los Andes al Atlántico y del río Colorado al estrecho de Magallanes como guías de los compradores de «hacienda» ó explorando el desierto para descubrir aguadas y nuevos pastos.

Sin haber nacido cruel, mi corazon no amaba las criaturas vivientes, hubiera querido encontrar una horrible soledad, pero no formármela yo mismo; queria ser como el salvage Simoun que solo habita el desierto, y cuyo soplo devorador no trastorna sino una mar de áridas arenas en donde su furor no es funesto á ningun arbolillo: no busca la morada de los hombres, pero es muy terrible para los que vienen á arrostrarlo.

Pensaba en San Agustín; se le figuraba con gran mitra dorada y capa de raso y oro, recorriendo el desierto en un África que poblaba ella de fieras y de palmeras que llegaban a las nubes.

Los que subían o bajaban, al pasar por la tienda abandonada echaban una mirada a los desiertos estantes y al escaparate cubierto de polvo y cerrado por fuera con tablas viejas y desvencijadas.

Lo cierto es que aquel grande hombre, pequeño y calvo, de la antigua Roma, que llena con sus hechos las páginas de la historia antigua, ninguna proeza llevó a cabo que superase las de cada uno de esos cuatro héroes españoles, los cuales, con unos pocos compatriotas harapientos en vez de las férreas legiones romanas, conquistaron cada uno un inconcebible desierto, tan salvaje como el que halló César, y cinco veces mayor.

. 1 Y JESUS, lleno de Espíritu Santo, volvió del Jordan, y fué llevado por el Espíritu al desierto, 2 Por cuarenta dias, y era tentado del diablo.

Premios otorgados: Declarado desierto el premio para el primer tema y Medalla de plata para la danza, de nombre Isabel, de la que era autor el flautista Rafael Márquez.

De modo que el gaucho argentino no necesitaba de semejante título para tener tierras y para satisfacer sus necesidades; y en un estado semejante, era natural que no le fuese fácil concebir que los demás hombres tuviesen razón y justicia para privarle de la facultad de ocupar el desierto, como cosa suya, y de poner su rancho donde mejor le conviniera.

Sus pies sólo encontraban un desierto repentino, mientras á sus espaldas se iba levantando un bullicio enorme, pues el público se arremolinaba para seguirle entre vaivenes de audacia y de pavor.

Á mayor abundamiento, refieren los historiadores que el ambicioso cardenal Gaetani, aspirando á ser su sucesor, le ponia emboscadas á cada paso, le llenaba de escrúpulos la conciencia, le fingia voces de condenados y trompetas de los ángeles del Apocalípsis en las largas noches de invierno, para reducirlo á deponer su corona y á tornar á su desierto.

(Porque mandaba al espíritu inmundo que saliese del hombre: porque ya de muchos tiempos le arrebataba; y le guardaban preso con cadenas y grillos: mas rompiendo las prisiones era agitado del demonio por los desiertos.) 30 Y le preguntó Jesus, diciendo: ¿Qué nombre tienes?

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