39 oraciones de ejemplo con piernas cruzadas

Y no pude menos que echarme a reír al verla: esculpida con la mayor rudeza, representaba a un individuo de anguloso y desproporcionado aspecto, sentado al borde de la azotea, con las piernas cruzadas, más abajo de las rodillas, y con las manos en actitud de batir palmas.

El jinete va sentado en el centro, con las piernas cruzadas sobre la nuca del asno, y este, que no está sujeto por brida ni cabestro, es manejado hábilmente al influjo de los golpes que le regala con la mano su equilibrista caballero.

Cinco chiquillos cabezudos y peliblancos aparecían á sus pies con las piernas cruzadas, alineados por orden de edad.

Cuando había empezado esta conversación tratando de las golondrinas, Paca había dicho a Anís, que sentado en el suelo entre sus hermanas con las piernas cruzadas parecía el Gran Turco en miniatura.

Más allá del estrado, sentadas en el suelo y con las piernas cruzadas, estaban unas cuantas negras con sayas de blancura deslumbradora.

La de Ribert le echó una mirada escandalizada al verla sentarse con las piernas cruzadas, postura con que la incorregible Francisca se complace en excitar la indignación de las respetables aiglemontesas.

El converso, con sus velludas piernas cruzadas sobre el mostrador, llamaba a los compradores golpeando con fuerza el platillo de su balanza de cobre.

El año 1840, entre un grupo de gauchos y a orillas del majestuoso Paraná, estaba sentado en el suelo, y con las piernas cruzadas, un cantor que tenía azorado y divertido a su auditorio con la larga y animada historia de sus trabajos y aventuras.

¿Si será él? Allí estaba, efectivamente, aquel repulsivo sujeto, arrellanado en una butaca, con las piernas cruzadas, silbando dulcemente una polka de cierta opereta bufa.

Los músicos se sientan en el suelo, con las piernas cruzadas sobre esteras de fresca y amarilla limpieza, y todos ellos visten el traje de los derviches danzantes; largas túnicas de pesado paño rojo, verde, blanco ó azul, y sobre ellas un manto negro.

Un trono es el primer objeto que se encuentra al entrar en el Tesoro; un trono para descansar en él con las piernas cruzadas, bajo y casi tan grande como un lecho.

Es á modo de una garita de ébano, dentro de la cual se sentaba el Padichá con las piernas cruzadas.

se sienta, con las piernas cruzadas, el imán, el gran sacerdote de los derviches aulladores, que ostenta en su turbante blanco la arrollada faja verde de los que se tienen por descendientes del Profeta.

Después, con ademán reposado, cerró la puerta y se dirigió hacia D. Alfonso, que se hallaba sentado en la butaca con las piernas cruzadas y fumando un cigarro con afectada impavidez, si bien extremadamente pálido.

El año 1840, entre un grupo de gauchos y a orillas del majestuoso Paraná, estaba sentado en el suelo y con las piernas cruzadas un cantor que tenía azorado y divertido a un auditorio con la larga y animada historia de sus trabajos y aventuras.

» Entonces el primer saaluk fué á sentarse en el suelo, con las piernas cruzadas, y el otro dió un paso, besó la tierra entre las manos de la joven, y refirió lo que sigue: Historia del segundo saaluk [imagen] «

Todos los días iba á la tienda del sastre, donde descansaba unas horas sentado en el suelo con las piernas cruzadas.

Mira, Silda... Y le mostró las palmas de las manos y las canillas de las piernas cruzadas de rayas cárdenas y sarpullidas de ronchones morados.

, con las piernas cruzadas.

Estaba en una pagoda budista frente á mi, en lo alto de una plataforma, en un nicho tallado y torneado estaba un espantoso figuron de madera pintado y dorado, con las piernas cruzadas.

Con las piernas cruzadas sobre el recio mostrador de la pulpería,

Y otra vez volvió á acomodarse en el fondo de la barca, con las piernas cruzadas y el puchero entre ellas.

Al salir, vió en el cuarto de enfrente, parado en el umbral y con las piernas cruzadas, un sujeto que le miraba con sonrisa siniestra.

Estaba con las piernas cruzadas una sobre la otra en actitud muy poco decorosa, y todos los indicios hacían suponer que no se daba cuenta del lugar donde se hallaba.

¡, de susto é verte la trompa!le retrucó un paisanito, que, con las piernas cruzadas y recostando el hombro en la pared, parado junto á él, lo miraba desde arriba.

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