72 oraciones de ejemplo con pintarrajeada

Veía entrar y salir en el puerto los buques, que parecían juguetes de estanque, y llegar por el aire, sobre la llanura oceánica ó sobre las montañas, innumerables máquinas voladoras llevando sobre sus lomos y sus pintarrajeadas alas pasajeros y mercancías procedentes de misteriosos países.

Que una mestiza de corto y airoso tapis, pintarrajeada saya y sombreada camisa de piña, entrelace su hermoso pelo con sampaguitas en el característico pusod, que lleve á sus ojos esa dulce languidez llamada matang-mapungay, propia solo de las hijas del Oriente, que formule un deseo á su ñol y el yo cuidado en este caso es la realización completa del mas exigente capricho.

Bindoy, solo, según programa, marcha por medio de la calzada que dirige al convento á la cabeza de la música; detrás de esta, y en la misma forma que su futuro, camina muy despacio la novia, llevando sobre su cuerpo la saya más pintarrajeada que ha encontrado y cuantos objetos relucientes ha podido proporcionarse.

SER MINISTRO Era teniente cuando en la Piedad, allá por 18..., un asturiano llamado José Cañete y Puertas, hombre ahorrativo y económico, amigo de las monedas como un judío, y más deseoso de hacer fortuna que de llegar a conquistar fama de santo y verse un día adorado en pintarrajeada efigie por creyentes masculinos y femeninos.

Experimentó la alegría de un siciliano desterrado al cruzarse con varios carros del país tirados por rocines con plumas y cuyas cajas pintarrajeadas representaban escenas de La Jerusalén libertada.

En estas vías estrechas, pendientes é inmundas, vivía la prostitución pintarrajeada y triste de toda ciudad marítima.

Pues Periquet, que no tiene escaparate, en su empeño de competir en todo con el bazar, ha colocado encima del letrero de su tenducho embarullado, pero bien provisto, una cotorra, también de cartón y también muy pintarrajeada, sosteniéndose sobre la palabra DE, o mejor dicho, con cada letra de estas dos en la correspondiente pata.

Había olvidado completamente a sus amigos, la cena en Eritaña y las tres extranjeras pintarrajeadas que se lo habían disputado, acabando por insultarle.

Luego alzó la cortina de percal de la sala en que, tiradas sobre los desvencijados divanes, dormitaban pesadamente tres o cuatro hembras más, pintarrajeadas y rotas, como abandonadas marionetas, y asomó la cabeza.

Señaló discretamente á una señora entrada un años, pintarrajeada y modestamente vestida, á la que acosaban con manoteos y gestos de súplica otras dos, jóvenes y elegantes.

A un lado de la ventana, en la pared, había un reloj de pesas, de madera pintarrajeada, y al otro lado una librería alta con unos cuantos tomos y en el último estante un busto de yeso que desde la altura en que se encontraba miraba con cierto olímpico desdén á todo el mundo.

El local tenia sus refinamientos de lujo y de comodidad; en las paredes había un zócalo de azulejos; en el invierno se ponía una estufa, y continuamente había cerca de la ventana un reloj parado de caja grande pintarrajeada.

Moritas caritativas del dominio común, que llamaban desde sus puertas con la cara pintarrajeada, las uñas teñidas de azul y el pecho moteado por extravagantes dibujos; negrotas de los establecimientos de baños que sonreían como perros ofreciendo frotaros con sus manazas, y otras ¡rediel!...

Pasaban parejas por delante de ellos; las mujeres pintarrajeadas, con los ojos sombreados y la expresión encanallada en la boca roja por el carmín; los hombres con aspecto petulante y la mirada agresiva.

Luego salió una pintarrajeada, vieja y fea mujerona francesa, con un sombrero descomunal; se acercó a las candilejas y cantó una larga narración, de la que Manuel no entendió media palabra y cuyo estribillo era: Pauvre petit chat, petit chat.

Encontraron, después de mucho buscar en el desorden de los estudios, una tela india de algodón, pintarrajeada de elefantes y flores de loto; la extendieron sobre la cabeza de la diosa, cubriéndola hasta los pies, y allí quedó como si fuese un misterio, una sorpresa para los invitados.

Luego salió una pintarrajeada, vieja y fea mujerona francesa, con un sombrero descomunal; se acercó á las candilejas y cantó una larga narración, de la que Manuel no entendió media palabra, y cuyo estribillo era: Pauvre petit chat, petit chat.

Lujurioso como un mono, había forzado algunas chiquillas de la casa del Cabrero a puñetazos; solía robar a su padre, un miserable tejedor de caña, dinero para ir a algún bajo prostíbulo de las Peñuelas o de la calle de la Chopa, en donde encontraba mujeronas pintarrajeadas, con la colilla en los labios, que a él le parecían princesas.

Unete a la mascarada, Y mientras muequea un clown Con la faz pintarrajeada Como Frank Brown; Mientras Arlequín revela Que al prisma sus tintes roba Y aparece Pulchinela Con su joroba, Di a Colombina la bella Lo que de ella pienso yo, Y descorcha una botella Para Pierrot.

Sandoval acomodóse en el suelo, sobre la alfombra pintarrajeada de negro y amarillo, apercibido a calzarle a su mujer los zapatos: antes de hacerlo la besó los pies, esbozando al mismo tiempo, para obligarla a reír, extravagantes pamplinerías y visajes; después la tomó en brazos y la puso de pie, echándola, para mayor abrigo, un pañuelo de seda por la cabeza y un mantón peludo sobre los hombros.

Se abre la ventana poco a poco y asoma entre las persianas la cara ridícula, pintarrajeada y sonriente de la señorita de Trevelez.~) ESCENA IX DICHOS y FLORITA Flora (~Después de mirar con rubor a un lado y a otro.~) Buenos días, amigo Galán.

En los conventos que aún se mantenían de pie se agolpaban los viajeros de las ciudades para contemplar con histórica emoción las pobres custodias, las imágenes pintarrajeadas, todos los objetos humildes de culto que había logrado improvisar la miseria de unas Misiones perdidas en lo que era entonces para España el rincón más obscuro y lejano de sus colonias.

Entramos en el toldo, que era grande y cómodo, de techo y paredes pintarrajeadas.

Dentro del patio, y al amparo de un cobertizo, veo algunos carros con imágenes de ídolos pintarrajeadas.

Desde sus balcones, las jóvenes burguesas, excesivamente ataviadas, se divertían en proyectar de un soplo á las narices de los transeúntes distraídos, tripas pintarrajeadas y crepitantes de cascabeles.

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