1122 oraciones de ejemplo con augusto

Un silencio augusto, la calma santa de la catedral, penetraba en el agitador como dulce narcótico.

[óguæst] Augusto, majestuoso.

Salieron Isidora y Augusto de la morada de la sinrazón y se alejaron silenciosos del tristísimo pueblo, en el cual casi todas las casas albergan dementes.

La verdad era que estaba satisfecho de mi jornada: primero, mi visita al fabuloso palacio de Fernando Augusto; luego, la velada de gala en el teatro Imperial, donde pude contemplar a mi gusto a la familia augusta, lívidos príncipes y a las altivas princesas, marcadas por el sello fatal de los Westfalias.

¡Rosemburg! Aquel era el palacio de Fernando Augusto, el niño lunático, delicado y endeble como una damisela, que, en un momento de quimera, soñó con emular las magnificencias del Imperio de Oriente.

ENRIQUE AHRENS ENCICLOPEDIA JURIDICA O EXPOSICIÓN ORGÁNICA DE LA CIENCIA DEL DERECHO Y EL ESTADO VERSIÓN DIRECTA DEL ALEMÁN AUMENTADA CON NOTAS CRÍTICAS Y UN ESTUDIO SOBRE LA VIDA Y OBRAS DEL AUTOR POR FRANCISCO GINER, GUMERSINDO DE AZCÁRATE Y AUGUSTO G. DE LINARES Profesores en la institución libre de enseñanza.

Bien puede ponerse en duda que haya habido jamás clase media bastante ilustrada para competir en tino, al proteger la poesía y las demás letras humanas, con Pericles, Augusto, Mecenas, Bembo, Leon Décimo, Lorenzo el Magnífico, Luis XIV de Francia y el Duque de Weimar.

Goethe nada hizo para lograr su elevación y su privanza con el duque Carlos Augusto de Gemirá, quien le amó tanto como Goethe pudo amarle, y le admiró y le lisonjeó más de lo que el gran poeta le lisonjeaba.

Como D. Cristóbal de Moura se opuso, aunque en balde, al impolítico sermón de fray Hernando del Castillo, bien se puede afirmar que en dicha ocasión, así como en algunas otras, venció en prudencia a su augusto amo.

Los miserables aldeanos que hoy (1845) deshonran la sala de representantes de San Juan, en cuyo recinto se oyeron oraciones tan elocuentes y pensamientos tan elevados, que sacudan el polvo de las actas de aquellos tiempos y huyan avergonzados de estar profanando con sus diatribas aquel augusto santuario.

En la antigua Roma, el despotismo de Augusto tuvo por auxiliares la musa de Horacio, de Virgilio y de Ovidio; y la bárbara tiranía de Neron tuvo por aduladores á Séneca y á Lucano, notables poetas de la decadencia latina.

El mismo estilo gótico de estos tiempos se muestra en visible decadencia, comparado con el sistema imponente, augusto, sacerdotal y solemne de la época de S. Luis y S. Fernando, y hasta la gala y riqueza de que aparece sobrecargado es seguro indicio de que el antes sencillo y grave hijo del claustro se ha vuelto jactancioso y presumido en el roce de la corte.

Castro el Rio, Castra Postumia en los escritos de Hircio y en los comentarios de Julio César, solo conserva de sus reliquias romanas una lápida de jaspe encarnado que se cree pertenecia á un templo consagrado á Augusto; hoy su aspecto es en todo sarraceno.

Augusto y el Grande Imperio.

¡Oh, regalada holgura, eclesiástica opulencia, jocunda glotonería, siempre añorada, del Real e Imperial Monasterio de Sobrado! Fray Ambrosio, guardando el rito, masculló primero algunos latines, y luego embocó la jícara: Cuando le dió fin, murmuró a guisa de sentencia, con la elegante concisión de un clásico, en el siglo de Augusto: ¡Sabroso!

»Aquel que, revestido de hábitos pontificales, va cubierto con el sagrado capelo cardenalicio, es el liberal, magnánimo y sublime Hipólito, gran cardenal del Colegio romano, cuyos hechos darán sobrado asunto para ser celebrados tanto en prosa como en verso, en todos los idiomas conocidos; y en cuya edad florida querrá el cielo que haya un Maron, como lo tuvo la edad de Augusto.

Publio Virgilio Maron, príncipe de los poetas latinos, contemporáneo y amigo del emperador Augusto.

El Eterno revelará su existencia á los hombres, cuando llegue la época en que tendrá á bien colocar el cetro del mundo en manos del emperador más justo y sábio que haya existido ó exista desde Augusto.

La Bondad divina le concederá por estos merecimientos, no solo la corona del grande imperio que poseyeron Augusto, Trajano, Marco Antonio y Severo, sino tan vastos dominios, que el Sol no se pondrá en ellos.

Esta transformación fué principalmente obra de Augusto, quien concedió á algunos jurisconsultos el jus publice respondendi, ó sea la facultad de que sus dictámenes sobre puntos de derecho gozasen en los Tribunales de una autoridad superior á las opiniones de los que no disfrutaban de este privilegio.

No era mala, estaba enferma su animula, blandula, vagula... ¡Dios la haya acogido en el cielo como en un hospital! [imagen] [imagen: EL CONDE MATÍAS AUGUSTO DE VILLIERS DE L’ISLE ADAM] [imagen] EL CONDE MATÍAS AUGUSTO DE VILLIERS DE L’ISLE ADAM

No era mala, estaba enferma su animula, blandula, vagula... ¡Dios la haya acogido en el cielo como en un hospital! [imagen] [imagen: EL CONDE MATÍAS AUGUSTO DE VILLIERS DE L’ISLE ADAM] [imagen] EL CONDE MATÍAS AUGUSTO DE VILLIERS DE L’ISLE ADAM

» Así, como en los cuentos azules, hubiera debido empezar la historia del monarca raté, pero prodigioso poeta, que fué en esta vida el conde Matías Felipe Augusto de Villiers de l’Isle Adam.

El candidato esta vez es un gran señor francés, muy conocido de todo París: el conde Matías Augusto de Villiers de l’Isle Adam, último descendiente de la augusta línea que ha producido al heroico defensor de Rodas y al primer gran maestre de Malta.

Huya el Demonio perverso, huya el Demonio beodo que incendia en mal el universo, desaparezcan las furias que con sangre de los ejércitos empurpuraron las centurias; que no más rujan los tigres marciales sino de alegría, y que a la Paz se alce un templo como aquel que dando un ejemplo insigne Augusto romano ordenara elevar un día.

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